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lunes, 14 de abril de 2008

EL PODER DE LA MENTE SOBRE LA MATERIA



Las cosas existen para nosotros en cuanto nosotros las concienciamos, en cuanto les prestamos atención. De ahí que de la mente, aunque no podamos definirla completamente, sí podemos decir que es un instrumento de conciencia. Todo lo que nos ocurrió en el pasado, si empezamos a pensarlo, revive para nosotros, y otra vez vivimos la mala noche de la muerte de algún pariente o amigo, u otra vez vivimos un buen momento de una amistad. La mente es la que nos lleva ‑como si fuese una suerte de aparato mágico, alfombra voladora o nave espacial ‑, de un lugar a otro, la que nos pone en contacto con una cosa o con otra. Según como dirijamos nosotros el foco de nuestra mente vamos a estar en contacto con un tipo de cosas u otro tipo de cosas . De ahí que desde el punto de vista de todos los filósofos antiguos ‑griegos, hindúes, chinos, tibetanos…- la dirección de la mente es fundamental.

La mente participa de una parte espiritual y de una parte material. Para los antiguos indos, “manas”* tiene dos aspectos: uno no condicionado o “arrupa”, y otro condicionado o “rupa”. Si situamos nuestra mente en aquello que es incondicionado, todo lo que está condicionado no nos afecta o nos afecta relativamente. Si estamos aferrados a las cosas de la materia, todo nos afecta.

El dominio de la mente es fundamental para dominar la materia.


Si de la misma forma que he desarrollado mi lengua o mi garganta hubiera desarrollado la transmisión de pensamiento, ¿no podrían llegar a vosotros, mis palabras, mis pensamientos? ¿Cuántos de noso­tros no tenemos la experiencia de, muchas veces, estar leyendo la mente del que está frente a nosotros, de saber lo que está pensando? ¿Y cuántos de nosotros no tienen la experiencia de saber, cuando a un pariente o a una persona querida le pasa algo , sentirlo como si fuese en nosotros mismos? Es una prueba personal, tangible y objetiva de la existencia de un mundo mental, de una dimensión en la cual se mueve la mente. Porque si hablamos -como dicen los orientales- de que además de cuerpo físico, tenemos un cuerpo psíquico, energético y un cuerpo mental, cada uno de estos vehículos, tendrá que moverse en una dimensión. Yo me muevo físicamente en la dimensión física, pero mentalmente nos movemos en una dimensión mental. Sería bueno conocer cómo es esa dimensión de la mente.

Nuestro mundo mental es muy parecido al físico. El mundo físico no es más que un reflejo del mundo mental. Nuestro problema es que a veces no nos damos cuenta, por­que el materialismo nos ha cegado, y olvidamos que necesitamos cuidar ese mundo mental de la misma manera que cuidamos el mundo físico. Porque todos nosotros cuando nos levantamos por la mañana nos lavamos los dientes, todos nosotros nos peinamos un poco, en fin, nos ponemos ropa limpia, nos bañamos, pero ¿hacemos eso con la mente?

Así como el ejercicio de un músculo hace que ese músculo pueda tener una determinada fuerza, de la misma manera si nosotros podemos manejar nuestros elementos mentales, podremos entonces tenerlos depurados. A veces decimos: “No tengo poder mental”. Pero no cuidamos nuestra mente, no nos preocupamos de limpiar cada día nuestra mente, lavarla, alimentarla. Si el cuerpo físico se alimenta de cosas físicas, la mente se alimenta de ideas, pero si la alimentamos de ideas corruptas o de pequeñas ideas, lógicamente, la mente apenas podrá tenerse en pie. Si todos los días la alimentáramos y la cuidáramos, tendría otra robustez, otra potencia, otra posibilidad



Si atacamos directamente a nuestros defectos, nuestros defectos se transforman y nos engañan. Tiene que ser poco a poco. Y todo depende de dónde ponemos la mente. Lo fundamental es dirigir la mente, el poder de la imaginación. La imaginación se tor­na fantasía cuando crea ideas circulares. ¿Sabéis cómo nacen las ideas? Muy sencillo. ¿De dónde nacen los caballos? Pues de caballos. ¿Y de dónde nacen los pájaros? Pues de pájaros. Las ideas en la mente también nacen así. Una idea se encuen­tra con otra idea, simpatizan, se casan y después tenemos varias ideitas. Y eso nos pasa a todos. Cuando las ideas son negativas, se junta una idea negativa con otra idea más nega­tiva todavía y hacen una familia de ideas degeneradas. Enton­ces, tenemos que tratar de controlar esa vida íntima dentro de nosotros, tratar de dominar nuestra imaginación para que no se torne una fantasía como un pulpo enloquecido que nos arrastre.



¿Cómo diferenciar lo que es propio de uno y lo que es propio del alma?. Aquello que es propio del alma dura mucho. Aquello que no dura mucho no es propio del alma.

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¿Y qué es lo primero para conocer el poder de la mente so­bre la materia, sobre nuestra propia materia? Hacer algo conti­nuado, hacer algo que tenga un fin. No empezar mil cosas y no terminar ninguna; tratar de entender que todo el Universo va hacia alguna parte. ¿Os habéis preguntado, en las noches, por qué corren las estrellas? ¿Por qué caminan esos grandes batallones de hormigas? ¿Por qué esa ansia de sobrevivir de las estrellas, de las hormigas, de los gusanos, de los hombres? Porque todo el Universo marcha hacia alguna parte. Por­que toda idea, incluso, es como un ser vivo que trata no sola­mente de vivir, trata de no morir y de reproducirse



Si nos car­gamos con lecturas que nos debilitan, con lecturas que nos llenan de odio; si nos cargamos con ideas que constantemen­te nos están hablando de luchas, de destrucción, de violencia, que nos hablan de todo lo malo y lo amargo del mundo, ob­viamente nos amargamos y nos debilitamos. Podemos también tratar de veranear de vez en cuando mentalmente y dedicarnos a un pasatiempo.

Esto es lo que hace robustecer nuestra mente y lo que hace también que el día que todos tengamos una mente aunque sea relativamente pura, relativamente fuerte, podamos plasmar en todas las estructuras, en todas las formas ‑ya sean políticas, sociales, económicas, éticas, etc.‑, una nueva forma de ver las cosas

Que cada uno de nosotros encuentre su monta­ña interior y ese camino que va elevándose hacia la cumbre. Que cada uno de nosotros conozca también la soledad, que conozca un poco del frío interior. Que esa soledad y ese frío espiritual nos calme la fiebre de nuestro caminar por el mundo.

Todos tenemos problemas, todos tenemos angustias, todos tenemos ciertos sentimientos que nos abrumanNecesitamos un poco de paz, un poco de descanso, y mucha Fe.


Fragmentos de la Conferencia del Prof. Jorge Angel. Livraga

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