¿Dónde está el mal? ¿Dónde está la solución? El mal y la solución está en nosotros mismos
Todo lo que nos pasa, todas estas cosas que amenazan a nuestros hijos y a nosotros mismos, han nacido de nosotros, de nuestra propia debilidad, de nuestro propio vacío de poder interior y exterior. Ante esa circunstancia nosotros únicamente podemos reafirmarnos en nosotros mismos, en la parte más noble que tenemos, volver a reencontrar los viejos caminos arbolados que llevaban a las colinas del espíritu; volver a encontrar la fuerza fraternal que nos una más allá de las diferencias de tiempo, edad, lugar, color. Llegar a estudiar realmente y reflexionar sobre los distintos pensamientos que hay en el mundo. No dejar que nos sigan deformando la historia, conocer la historia realmente porque ella conforma nuestras raíces, pues nuestra civilización es como un árbol, y un árbol sin raíces se cae.
Necesitamos una historia profunda, que tenga dedos fuertes y que penetran a través de la tierra para buscar los escondidos manantiales del espíritu, para que pueda luego volver a florecer, para que puedan otra vez salir las hojas verdes, para que canten los pájaros , para que los jóvenes sean de nuevo jóvenes y no payasos vestidos a veces de cualquier manera.
Estamos de acuerdo en que el mundo está viejo, en que los tiempos están podridos, en que se nos ha engañado, y que tal vez nosotros también engañamos sin querer. Pero hay una cosa en la cual no estamos de acuerdo: en que podamos igualar por abajo. Todos los hombres son iguales en esencia, pero en la personalidad todos somos maravillosamente diferentes... Es cuestión de levantarnos y encontrarnos allí en la cumbre de la historia, donde brilla el Sol de un mundo nuevo, donde se puede forjar poco a poco de una manera directa y clara, la fuerza interior y exterior del hombre nuevo. Ese hombre nuevo, ese hombre limpio, ese hombre que no se podrá comprar, que concibe la vida como un ejercicio de voluntad para evolucionar hacia Dios.
Debemos recrear en nuestro corazón esa fuerza interior natural, invisible, inexorable que pueda señalarnos dónde está lo bueno, dónde está lo malo, y no solamente señalarlo, sino que lo hagamos realidad con nuestros actos, día a día, hora a hora, instante a instante, donde vayamos y donde estemos.
Ante todo necesitamos ser nosotros mismos. No hay revolución salvo una re-evolución. Antes de aspirar al desarrollo o a la revolución debemos enfrentarnos con nosotros mismos. No hay desarrollo si no tenemos qué desarrollar. Encontrar primero qué tenemos dentro.
El mundo nuevo necesita un hombre nuevo, no se puede construir un mundo nuevo con hombres y mujeres viejos.Cuando digo viejo no me refiero al sentido exterior, sino al interior. Este mundo nuevo debemos re-crearlo de una manera bella, debemos amar la buena música, la buena pintura, la buena literatura, el buen trato, amar la buena gente, gozar de la amistad, del amor y tratar de no envilecer a nuestra juventud.
Es mi deseo, queridos amigos, que todos vosotros, de alguna manera, hayáis sentido esta noche la inquietud del hombre nuevo, que llama a la puerta de nuestro pecho cargado de poesía, belleza, de amor, de amistad y de fuerza. Ese hombre nuevo bañado en la inmortalidad, que sabe apreciar la belleza de los amaneceres, de los atardeceres, de las noches estrelladas, de la vida y de la muerte. Ese hombre nuevo es bondadoso, dulce, tierno; que no desprecia a los ancianos, que no le corta el paso a los jóvenes, que no abandona un amor por exaltar el sexo, que no abandona la concordia por exaltar la violencia.
1980 - fragmentos de conferencias de JORGE ANGEL LIVRAGA RIZZI
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