Enseñaba Pitágoras que el Universo es en conjunto un vasto sistema de exactas combinaciones matemáticas y Platón ve en Dios el supremo geómetra.
Hay tres clases de espíritus elementarios:
1) Espíritus terrestres. Son las sombras o larvas de cuantos durante la vida terrena repugnaron toda luz espiritual y vivieron y murieron profundamente hundidos en el cieno de la materia y de sus almas pecadoras se fué separando poco a poco el espíritu inmortal
2) Prototipos de hombres que todavía han de nacer.
3) Espíritus elementales que nunca alcanzan el reino humano sino que no ocupan un peldaño especial la escala de los seres. Son los espíritus o agentes de la naturaleza, llamados por Tertuliano "príncipes de las potestades aéreas". Viven en el éter.
Según Proclo, las diversas jerarquías de espíritus planetarios residen en las regiones que se dilatan desde el cénit de la tierra hasta la luna. La jerarquía superior es la de los doce (dioses supercelestes) que tienen a sus órdenes huestes enteras de espíritus subalternos. Sigue después la jerarquía de los dioses intercósmicos, que disponen de gran número de espíritus a quienes comunican su poder transfiriéndolo de unos a otros según les place. Estos elementales personifican evidentemente las correlativas fuerzas de la naturaleza, cuyos agentes son la tercera clase de elementales.
También dice Proclo, de conformidad con el principio hermético de tipos y prototipos, que las esferas inferiores están igualmente pobladas por diversas jerarquías de seres subordinados a los de las esferas superiores y, de acuerdo con Aristóteles, sostiene que nada hay vacío en el universo, pues los cuatro elementos están poblados de demonios (espíritus) de la naturaleza fluída, etérea, semicorpórea que desempeñan el papel de agentes medianeros entre los dioses y los hombres.
En general las manifestaciones mediumnímicas de orden físico son obra de los espíritus de la naturaleza, sin otra finalidad que satisfacer su capricho.
Jámblico corrobora que es sumamente difícil distinguir los demonios buenos de los malos.
El hombre está en riesgo de perder su espíritu y convertirse en una de estas entidades elementarias hasta que cruza el dintel del santuario de la iniciación y levanta el VELO DE ISIS. Entonces ya no ha de sentir temor.
Los perversos y depravados que durante la vida interceptaron con su grosera materialidad el rayo del divino espíritu y estorbaron su íntima unión con el alma, se encuentran al morir magnéticamente retenidos en la densa niebla de la atmósfera material, hasta que, recobrada la conciencia, se ve el alma en aquel lugar que llamaron Hades los antiguos. La aniquilación de estas entidades desprovistas de espíritus no es nunca instantánea, sino que a veces tarda siglos, pues la naturaleza nunca procede a saltos ni por bruscas transiciones, y los elementos constituyentes del alma requieren más o menos tiempo para desintegrarse. Entonces se cumple la temerosa ley de compensación a que llaman yin-yuan los budistas. Estas entidades son los elementarios terrestres, que los orientales designan con el alegórico nombre de "hermanos de la sombra". Su índole es astuta, ruin y vengativa, hasta el punto de que no desperdician ocasión para mortificar a la humanidad en desquite de sus sufrimientos, y antes de aniquilarse se convierten en vampiros, larvas y simuladores que desempeñan los principales papeles en el gran teatro de las materializaciones espiritistas, con ayuda de los elementales (1) genuinos, quienes se complacen en prestársela.
(1) Los cristianos llaman "diablos", "engendros de Satanás" y otros nombres por el estilo a los espíritus elementales, que no saben nada de esto, sino entidades de materia etérea, irresponsables y ni buenas ni malas a no ser que reciban influencia de otra entidad superior. Extraño es que los devotos llamen diablos a los espíritus de la naturaleza, cuando uno de los más ilustres Padres de la Iglesia , San Clemente de Alejandría , neoplatónico y tal vez teurgo, afirma apoyado en fidedignas autoridades, que es un absurdo llamar diablos a los espíritus pues no pasan de ser ángeles inferiores o "potestades" que moran en los elementos, mueven los vientos y distribuyen las lluvias como agentes de Dios a quien están sujetos.
Los magos y teurgos se oponían resueltamente a la evocación de las almas.
El ejercicio de los poderes mágicos requiere indispensablemente pureza personal y voluntad recia.
Un médium impuro atraerá las influencias viciosas, depravadas y malignas tan inevitablemente como el puro atraiga las virtuosas y benéficas.
Cuando se estudie más a fondo la naturaleza de las entidades manifestadas fenoménicamente, que los científicos identifican con la "la fuerza psíquica" y los espiritistas con los espíritus de los difuntos, entonces recurrirán unos y otros a los filósofos antiguos para saber a qué atenerse en este punto.
Los antiguos supieron distinguir entre los espíritus angélicos y los diabólicos, entre los elementales y los elementarios, y además estaban seguros de que toda comunicación espiritual, no sujeta a las debidas condiciones, determinaba la ruina del comunicante y de la comunidad a que éste perteneciera.
fragmentos de: ISIS SIN VELO -Autora: HELENA P. BLAVATSKY
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