Si nuestros filósofos modernos –precedidos por los sabios medievales– se han apropiado más de una idea fundamental de la antigüedad, los teólogos han construido por completo su Dios y sus Arcángeles, su Satán y sus Ángeles, juntamente con el Logos y su acompañamiento, con los dramatis personæ de los antiguos Panteones paganos. Muy bien venidos hubieran sido para con éstos, si no hubieran desfigurado astutamente los caracteres originales, pervertido el significado filosófico, y, aprovechándose de la ignorancia de la Cristiandad –resultado de largas edades de sueño mental, durante las cuales sólo le era permitido a la humanidad pensar por procuración– no hubiesen embrollado los símbolos introduciendo la confusión más intrincada. Una de sus proezas más censurables en este particular fue la transformación del divino Alter Ego en el grotesco Satán de su Teología.
Ahora bien; hasta los mismos materialistas son completamente inofensivos, y pudieran ser considerados como amigos de la Teosofía, comparados con algunos kabalistas fanáticos “cristianos” (según ellos se llaman), “Sectarios”, como nosotros los llamamos, del Continente. Éstos leen el Zohar, no para encontrar en él la antigua Sabiduría, sirio para descubrir en sus versículos, mezclando textos y significados, dogmas cristianos que jamás pudieron encerrar; y, después de pescarlos con la ayuda colectiva de la casuista erudición jesuítica, los supuestos “kabalistas” proceden a escribir libros y a descarriar a los estudiantes de la Kabalah de percepción menos penetrante.
¿No se nos permitirá, pues, que draguemos los profundos ríos del Pasado, para traer así a la superficie la idea fundamental que condujo a la transformación del Dios de la Sabiduría, que primeramente había sido considerado como el Creador de todo lo que existe, en un Ángel del Mal; un ridículo bípedo cornudo, medio chivo, medio mono, con cascos y cola? No necesitamos desviarnos de nuestra senda para comparar a los Demonios paganos, ya sean de Egipto, India o Caldea, con el Diablo del cristianismo, pues semejante comparación no es posible. Pero podemos detenernos a considerar la biografía del Diablo cristiano, copia robada de la mitología caldeo–judía.
El origen primitivo de esta personificación se basa en el concepto arcadio de los Poderes Cósmicos –los Cielos y la Tierra– en feudo y lucha eternos con el Caos. SuSilik–Muludag (Muru–dug?), “el Dios entre los Dioses”, el “guardián misericordioso de los hombres en la tierra” era hijo de Hea (o Ea), el Gran Dios de la Sabiduría, llamado Nebo por los babilónicos. Entre ambos pueblos, lo mismo que sucede con los Dioses indos, sus deidades eran a la vez benéficas y maléficas. Como el mal y el castigo son los agentes del Karma, en un sentido absolutamente justo retributivo, por esto el mal era servidor de Dios. La lectura de los ladrillos caldeo–asirios ha demostrado ahora esto, sin sombra de duda. En el Zohar vemos la misma idea. Satán era un hijo y un Ángel de Dios. Para todas las naciones semitas, el Espíritu de la Tierra era tanto el Creador en su propio reino, como el Espíritu de los Cielos. Eran ellos hermanos gemelos e intercambiables en sus funciones, cuando no dos en uno. Nada de lo que vemos en el Génesis falta en las creencias religiosas caldeo–asirias, aun en lo poco que hasta ahora ha sido descifrado. La gran “Faz del Abismo” del Génesis se marca en el Tohu Bohu (“Abismo” o “Espacio Primordial”), o Caos de los babilonios. La Sabiduría, el Gran Dios Invisible (llamado en el Génesis el “Espíritu de Dios)”, vivía para los antiguos babilonios, así como para los arcadianos, en el Mar del Espacio. Hacia los días descritos por Beroso, este Mar se convirtió en las Aguas Visibles en la superficie de la Tierra: la mansión cristalina de la Gran Madre, la Madre de Ea y de todos los Dioses, que se convirtió, más adelante aún, en el gran Dragón Tiamat, la Serpiente del Mar. Su última etapa de desarrollo fue la gran lucha de Bel con el Dragón: el Diablo.
La palabra “Demonio”, sin embargo, como en el caso de Sócrates y en el espíritu de la significación que le daba toda la antigüedad, representaba el Espíritu Guardián, un “Ángel”, no un Demonio de descendencia Satánica, como quisiera la Teología. La Iglesia Católica Romana muestra su acostumbrada lógica y consecuencia aceptando a San Miguel como el Ferouer de Cristo. Este Ferouer era su “Ángel Guardián”, como está probado por Santo Tomás, quien, sin embargo, llama a los prototipos y sinónimos de Miguel (tal como Mercurio, por ejemplo), ¡Demonios!
Ahora bien; ¿qué es un Ferouer, o Fravashi? En algunas obras mazdeístas se implica claramente que Fravashi es el Hombre interno, inmortal, o el Ego que reencarna; que existía antes que el cuerpo físico, y que sobrevive a todos los cuerpos de que se reviste. No sólo los hombres estaban dotados de un Fravashi, sino también los Dioses, y el cielo, el fuego, las aguas y las plantas. Esto muestra tan claramente como es posible, que él Ferouer es la “contraparte espiritual”de todo Dios, animal, planta y hasta elemento, es decir, la parte refinada y más pura de la creación más densa, el alma del cuerpo, sea el que quiera el cuerpo. De aquí que Ahura Mazda recomiende a Zarathushtra que invoque a su Fravashi y no a él(Ahura Mazda); esto es a la Esencia impersonal y verdadera de la Deidad, una con el propio Âtmâ (o Cristos) de Zoroastro, no a la apariencia falsa y personal. Esto es completamente claro.
Así, pues; queda bien establecido que Cristo, el Logos, o el Dios en el Espacio y el Salvador en la Tierra, es tan sólo uno de los ecos de esta misma Sabiduría antediluviana, tan desdichadamente interpretada. Su historia principia con el descenso a la Tierra de los “Dioses” que encarnaron la humanidad, y esto es la “Caída”. Ya sea Brahmâ precipitado a la Tierra por Bhagavân en la alegoría, o Júpiter por Cronos, todos son símbolos de las razas humanas. Una vez que han tocado este planeta de Materia densa, las níveas alas del Ángel, aun el más elevado, no pueden seguir siendo inmaculadas, ni ser perfecto el Avatâra (o encarnación); pues cada uno de estos Avatâras es la caída de un Dios en la generación.
Durante más de dieciséis siglos, las nuevas caretas puestas a la fuerza sobre la faz de los Dioses antiguos los han ocultado a la curiosidad pública; pero finalmente han resultado inadaptadas. Entretanto, la CAÍDA metafórica y la Propiciación y Crucifixión, igualmente metafóricas, han conducido a la Humanidad Occidental por caminos en que se ha hundido en sangre hasta las rodillas. Pero lo peor de todo es que la han llevado a creer en el dogma del Espíritu Maligno distinto del Espíritu de toda Bondad, siendo así que el primero vive en toda Materia, y preeminentemente en el hombre. Finalmente se ha creado el dogma blasfemo del Infierno y de la condenación eterna; él ha extendido una espesa nube entre las intuiciones superiores del hombre y las verdades divinas; siendo el resultado más pernicioso de todos, que el pueblo ha quedado en la ignorancia del hecho de que no había demonios, seres malignos tenebrosos en el Universo, antes de la aparición del hombre sobre esta Tierra, y probablemente sobre otras
El “Dragón” es sencillamente el símbolo del Ciclo y de los “Hijos de la Eternidad Manvantárica” que habían descendido sobre la Tierra durante cierta época de su período formativo.
La mejor prueba que puede presentarse a los teólogos cristianos de que las declaraciones esotéricas de la Biblia, en ambos Testamentos, son el aserto de la misma idea de nuestras Enseñanzas Arcaicas; a saber, que la “Caída de los Ángeles” (atribuida simplemente a la Encarnación de los Ángeles “que hablan atravesado los Siete Círculos”) se encuentran en el Zohar. Ahora bien; la Kabalah de Simeón Ben Jochaï es el alma y esencia de la narración alegórica, así como la Kabalah Cristiana posterior es el Pentateuco Mosaico “obscuramente vestido”. Y dice ella (en los manuscritos de Agrippa) :
La primera lección que enseña la Filosofía Esotérica es que la Causa Incognoscible no produce la evolución, ya sea consciente o inconscientemente, sino que sólo exhibe periódicamente aspectos diferentes de Sí Misma para la percepción de las mentes finitas. Ahora bien; la Mente Colectiva –la Mente Universal– compuesta de diversas e innumerables Huestes de Poderes Creadores, por más infinita que sea en el Tiempo Manifestado, es, sin embargo, finita cuando se compara con el Espacio No–nacido e Inmarcesible en su aspecto esencial supremo. Lo que es finito no puede ser perfecto, y por tanto, entre estas Huestes hay Seres inferiores, pero nunca ha habido Demonios ni“Ángeles desobedientes” por la sencilla razón de que todos están regidos por la ley.
Esto se aproxima un poco más a la verdad pero se encuentra aún lejos de la misma. No hubo ningún “mal pensamiento” que originase el Poder contrario, sino sencillamente el Pensamiento per se; algo que, siendo reflexivo y conteniendo designio y objeto, es por tanto finito, y tiene así que encontrarse naturalmente en oposición al puro Reposo estado natural de la Perfección y Espiritualidad absolutas. Fue sencillamente la Ley de la Evolución que se afirmó; el progreso del Desenvolvimiento Mental, diferenciado del Espíritu, envuelto y cogido ya por la Materia, hacia la cual es atraído de modo irresistible. Las ideas, en su propia naturaleza y esencia, como conceptos que tienen relación con objetos, ya sean verdaderos o imaginarios, son opuestas al Pensamiento Absoluto, ese Todo Incognoscible de cuyas misteriosas operaciones afirma Mr Spencer que nada puede decirse, sino que “no tiene parentesco de naturaleza como la Evolución”; y ciertamente que no lo tiene.
Y esto significa sencillamente que los “Ángeles” condenados a la encarnación, se encuentran en las cadenas de la carne y de la materia, en la obscuridad de la ignorancia, hasta el “Gran Día” que vendrá, como siempre, después de la Séptima Ronda, al final de la “Semana” en el SÉPTIMO SABBATH, o Nirvâna Postmanvantárico.
Metafísicamente, el Padre y el Hijo son la “Mente Universal” y el “Universo Periódico”; el “Ángel” y el “Hombre”. Es el HIJO y el PADRE a un mismo tiempo; en el Pymander es la IDEA activa y el PENSAMIENTO pasivo que la genera; la tonalidad radical en la Naturaleza que da nacimiento a las siete notas, la escala septenaria de las Fuerzas Creadoras, y a los siete aspectos prismáticos del color, todos nacidos del rayo blanco, o la LUZ, generada en las TINIEBLAS.
Desde los últimos tiempos de la Cuarta Raza había habido una contienda entre los Iniciados del Sendero de la Derecha y los de la Izquierda;
Toda la historia de ese período está alegorizada en el Râmâyana, que es el relato místico en forma épica, de la lucha entre Râma (el primer rey de la Dinastía Divina de los primeros arios) y Râvana, la personificación simbólica de la Raza Atlante (Lanka). Los primeros eran las encarnaciones de los Dioses Solares; los segundos las de los Devas Lunares. Ésta fue la gran batalla entre el Bien y el Mal, entre la Magia Blanca y la Negra, por la supremacía de las fuerzas divinas sobre los poderes terrestres inferiores o cósmicos.
Manas es doble– Lunar en su parte inferior, Solar en la superior. Es decir, es atraído en su aspecto superior hacia Buddhi. y en el inferior desciende dentro, y escucha la voz de su Alma animal, llena de deseos egoístas y sensuales; y aquí está contenido el misterio de la vida del Adepto y del hombre profano así como también el de la separación post–mortem del Hombre divino del animal. El Mahâbhârata (cada una de cuyas líneas debe leerse esotéricamente) descubre con un magnífico simbolismo y alegoría, las tribulaciones tanto del Hombre como del Alma.
El símbolo del “Árbol” representando a diversos Iniciados, era casi universal. Jesús es llamado el “Árbol de Vida”, así como todos los Adeptos de la Buena Ley, mientras que a los del Sendero de la Izquierda se les llama “los árboles que se secan”.
La Guerra de los Titanes no es sino una copia legendaria y deificada de la verdadera guerra que tuvo lugar en el Kailâsa Himaláyico (el Cielo), en lugar de las profundidades del Espacio Cósmico interplanetario. Es el relato de la terrible lucha entre los “Hijos de Dios” y los “Hijos de la Sombra”, de las Razas Cuarta y Quinta.
Ahora bien; ¿cuál es el verdadero carácter de todos los que lucharon en unión con ellos? Éstos son: 1º. Ushanas, o las “Hueste” del Planeta Venus, convertida ahora en el Lucifer católico romano, el Genio de la “estrella del día”, Tsaba o Ejército de “Satán”. 2º. Los Daityas y Dânavas son los Titanes, los Demonios y Gigantes que vemos en la Biblia 129, la progenie de los “Hijos de Dios” y de las “Hijas de los Hombres”. Su nombre genérico muestra su pretendido carácter, y pone en claro al mismo tiempo el animus secreto de los brahmanes; pues ellos son los Kratu–dvishas, los “enemigos de los sacrificios” o simulacros exotéricos. Éstas son las “Huestes” que combatieron contra Brihaspati, la representación de las religiones exotéricas populares y nacionales; y contra Indra, el Dios del Cielo visible, el Firmamento, que, en el Veda Primitivo, es el Dios más elevado del Cielo cósmico, la morada propia de un Dios extra–cósmico y personal, sobre el cual no puede nunca remontarse ningún culto exotérico.
Luego vienen los Nâgas, los Sarpas, Serpientes o Serafines. Éstos también muestran su carácter por el sentido secreto de su emblema. En mitología son seres semidivinos con cara humana y cola de dragón. Por tanto, es innegable que ellos son los Seraphim judíos (compárese Serapis, Sarpa y Serpiente); siendo el singular, Saraph,“ardiente, ígneo”. (Véase Isaías, VI, 2, 3.) La angeología cristiana y judía hace una distinción entre los Seraphim y los Querubines o Querubes, que vienen en segundo lugar. Esotérica y kabalísticamente son idénticos; pues los Querubines son simplemente el nombre de las imágenes o semejanzas de cualquiera de las divisiones de las Huestes celestiales. Ahora bien; según se ha dicho ya, Dragones y Nâgas son los nombres que se daban a los Iniciados ermitaños, a causa de su gran Sabiduría y Espiritualidad, y por vivir en subterráneos. De modo que la llamada “Guerra” es también, en uno de sus muchos significados, un anal alegórico de la lucha entre las dos clases de Adeptos: los del sendero de la Derecha y los del de la Izquierda.
H.P.Blavatsky -D.S
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