"El Universo, con cada una de las
cosas que contiene, es llamado Mâyâ, porque todo en él es temporal, desde la
vida efímera de una mosca de fuego, hasta la del sol. Comparado con la eterna
inmutabilidad del UNO, y con la inmutabilidad de aquel Principio, el Universo,
con sus formas efímeras en cambio perpetuo, no debe ser necesariamente, para la
inteligencia de un filósofo, más que un fuego fatuo. Sin embargo, el Universo
es lo suficientemente real para los seres conscientes que en él residen, los
cuales son tan ilusorios como lo es él mismo.
Todo es relativo en este Universo; todo es ilusión. Pero la experiencia de cualquier plano es efectiva para el ser que percibe, y cuya conciencia pertenece a aquel estado; a pesar de que dicha experiencia, mirada desde un punto de vista puramente metafísico, puede considerarse que no tiene ninguna realidad objetiva.
Sólo existe una Omnisciencia e
Inteligencia indivisible y absoluta en el Universo, y ésta vibra al través de
cada uno de los átomos y de los puntos infinitesimales de todo el Kosmos, que
carece de límites, y al que las gentes llaman Espacio, considerado
independientemente de cualquiera de las cosas que en él se hallan contenidas.
Pero la primera diferenciación de su reflexión
en el Mundo manifestado es puramente Espiritual, y los Seres generados en la
misma no se hallan dotados de una conciencia que tenga relación con aquella que
nosotros concebimos. No pueden poseer conciencia o inteligencia humanas antes
que la hayan adquirido personal e individualmente.
Todo el orden de la Naturaleza
demuestra una marcha progresiva hacia una vida superior. Existe designio en la
acción de las fuerzas, al parecer más ciegas. La evolución completa con sus
adaptaciones interminables, es una prueba de ello. Las leyes inmutables que
hacen desaparecer a las especies débiles, para hacer lugar a las fuertes, y que
aseguran la “supervivencia de los más aptos”, aunque resulten tan crueles en su
acción inmediata, obran todas en dirección de la gran meta final. El hecho mismo de que tienen lugar
adaptaciones; de que los más aptos son
los que sobreviven en la lucha por la existencia, demuestra que lo llamado
“Naturaleza inconsciente” es, en realidad, un conjunto de fuerzas manipuladas
por seres semiinteligentes (Elementales), guiados por Elevados Espíritus
Planetarios (Dhyân Chohans), cuya agregación colectiva forma el Verbo
manifestado del Logos Inmanifestado y constituye a la vez la Mente del Universo
y su Ley inmutable.
La
Naturaleza tomada en su sentido abstracto, no
puede ser “inconsciente”; pues es la emanación de la Conciencia Absoluta, y
por tanto, un aspecto suyo en el plano de la manifestación. ¿Dónde está el
atrevido que niegue a la vegetación y aún a los minerales una conciencia propia especial? Todo cuanto puede decir, es que
esta conciencia se halla más allá de los límites de su comprensión.
Como dice Hermes: “El
conocimiento difiere mucho del sentido; porque el sentido es de cosas que le
sobrepujan; pero el conocimiento es el fin del sentido”, esto es, de la ilusión
de nuestro cerebro físico y de su inteligencia; marcando así fuertemente el
contraste entre el saber laboriosamente adquirido de los sentidos y de la mente
(Manas), y la omnisciencia intuitiva del Alma Espiritual y Divina (Buddhi).
El hombre debe esforzarse siempre en favorecer la evolución divina de las Ideas, convirtiéndose, en todo lo que pueda, en cooperador de la Naturaleza, en su trabajo cíclico."
fragmento de Doctrina Secreta -V-1
H.P. Blavatsky
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