La Sociedad, como corporación, en conjunto, no tiene credo, porque los credos no son más que envolturas del Conocimiento Espiritual, y la Teosofía es de por sí Conocimiento Espiritual, la verdadera esencia de la investigación filosófica y teística. Como representante visible de la Teosofía universal, la Sociedad Teosófica no puede ser sectaria, de la misma manera que no lo es una Sociedad Geográfica, que se ocupa en las exploraciones del planeta prescindiendo de la religión que puedan profesar los exploradores. La religión de la Sociedad es una ecuación algebraica en la que, mientras no se admita el signo de igualdad (=), cada miembro es libre de substituir las cantidades que mejor le parezcan y se acomoden al clima y demás exigencias de su país nativo, a la idiosincrasia de sus habitantes y aun a la suya propia. Como quiera que nuestra Sociedad no acepta credo alguno, queda en expedita actitud de dar y tomar, de aprender y enseñar por experiencia práctica en contra de la pasiva y crédula aceptación de un dogma forzoso. La Sociedad aceptará toda conclusión que lógica y experimentalmente demostrada, presente cualquiera de las antedichas escuelas o sistemas. En cambio, nada puede aceptar por mera fe, sea quien sea el que lo proponga. Pero cuando los teósofos nos consideramos individualmente es cosa muy distinta. Los miembros de la Sociedad pertenecen a diversas nacionalidades y razas, y se han educado en los más disímiles credos religiosos y condiciones sociales. Unos creen en una cosa y otros en otra. Cierto número han adquirido una creencia definida, pero se mantienen en atenta expectación, y los hay que en determinado sentido se llaman materialistas. Sin embargo, no figura en nuestra Sociedad ningún ateo, ni fanático de ninguna religión, porque desde el momento en que alguien ingresa en la Sociedad, denota con ello que va en busca de la Verdad Final en cuanto a la ultérrima esencia de las cosas. Si acaso hubiera algún ateo especulativo, habría de aceptar los principios de causa y efecto, tanto en el mundo material como en el espiritual. Puede también haber miembros que, como el poeta Shelley, han dejado que su imaginación se remonte de causa en causa hasta lo Infinito, pues cada causa se transmuta lógicamente en un efecto que necesita otra causa superior hasta que sutilizan lo Eternal en una mera neblina. Pero ni siquiera son ateos en el sentido especulativo, aunque identifiquen las fuerzas materiales del Universo con los atributos que los teístas reconocen en Dios, porque desde el momento en que no pueden desechar el concepto del abstracto ideal de energía, causa, necesidad y efecto, únicamente cabe considerarlos como ateos respecto a la no creencia en un Dios personal, pero no con respecto al Alma Universal de los panteístas. Por otra parte, el sectario fanático que está circunvalado por un credo a manera de valla en cada una de cuyas empalizadas se lee el aviso: Se prohíbe el paso, no podrá salir de su redil para ingresar en la Sociedad Teosófica; ni aunque saliera hay lugar en la Sociedad para quien profesa una religión que prohíbe el libre examen. La idea capital y básica de la Sociedad es la libre e impávida investigación.
Colectivamente sostiene la Sociedad Teosófica que son propiamente teósofos todos los sinceros y originales investigadores del aspecto oculto de la Naturaleza, ya sean materialistas que ven en la materia la promesa y potencialidad de toda vida terrestre o espiritualistas que consideran el Espíritu como la fuente de toda energía y también de toda materia. Porque para ser teósofo no es necesario reconocer la existencia de un Dios o Deidad especial. Basta adorar el Espíritu de la Naturaleza Viviente y procurar identificarse con El. Basta reverenciar aquella Presencia, aquella invisible Causa que sin embargo se está siempre manifestando en sus incesantes efectos; el intangible, omnipotente y omnipresente Proteo, indivisible en su esencia y que a pesar de no tener forma subyace en toda forma, que está aquí y allí, en todas partes y en ninguna, que es TODO y NADA, ubicuo y sin embargo, uno; la Esencia que llena, liga, relaciona y contiene cada cosa y está contenida en todas. Me parece que ahora podrá inferirse que quienes así opinan, llámense teístas, panteístas o ateos, están intelectualmente emparentados. Sea lo que sea un hombre, en cuanto abandona el viejo y trillado camino de la rutina y entra en el solitario sendero de independencia de pensamiento que a la Verdad conduce, es teósofo, un pensador que por cuenta propia y propia inspiración va en busca de la Eterna Verdad para resolver los problemas del Universo. La Teosofía está aliada con todos cuantos investigan por su cuenta el conocimiento del Principio Divino, de sus manifestaciones en la Naturaleza y la relación del hombre con El. También está la Teosofía aliada con la ciencia legítima y honrada, en distinción de la que se titula ciencia física1 exacta y no entra en el terreno de la psicología y metafísica. Asimismo es la Teosofía amiga y aliada de toda sincera religión, es decir, de toda religión que consienta en ser juzgada con el criterio que aplica a las demás. La Teosofía considera inspirados, pero no revelados, los libros escriturarios que contienen evidentísimas verdades; pero en cuanto al elemento humano de dichos libros, los considera inferiores al Libro de la Naturaleza, para cuya acertada lectura y exacta comprensión es preciso haber actualizado muy altamente las innatas potencias del Alma. La facultad intuitiva basta para percibir las leyes ideales que trascienden los dominios de la argumentación y la dialéctica, pues nadie puede comprenderlas ni apreciarlas bien por las explicaciones que de ellas da otra mente, aunque pretenda haber recibido revelación directa.Y como la Sociedad Teosófica, que concede la mayor amplitud de pensamiento en los reinos del puro Ideal, no es menos constante en la esfera de los hechos, se muestra inceramente respetuosa con la ciencia moderna y sus legítimos representantes. A pesar de su carencia de elevada intuición espiritual, es inmensa la deuda contraída por el mundo con los representantes de la moderna ciencia positivista.
Independiente de todo sistema y partido político, la Sociedad apenas se ocupa del externo y humano régimen del mundo material. Todas sus aspiraciones se dirigen hacia las Ocultas Verdades de los mundos visible e invisible. Si el hombre físico está bajo el gobierno de un imperio o de una república, es cosa que compete exclusivamente al hombre material. Podrá estar esclavizado su cuerpo; pero en cuanto a su Alma, tiene el derecho de dar a sus gobernantes la digna respuesta de Sócrates a sus jueces. Los gobernantes no tienen dominio alguno sobre el Hombre Interno."
Nuestro actual propósito no ha sido otro que demostrar al lector que la Teosofía no es una doctrina novelesca ni una cábala política ni tampoco una de aquellas agrupaciones de entusiastas que nacen hoy para morir mañana. Que no todos sus miembros piensan de la misma manera, está demostrado por la circunstancia de que la Sociedad se halla organizada en dos grandes divisiones: la oriental y la occidental, y que esta última se divide a su vez en numerosas secciones según las razas y las creencias religiosas. El pensamiento de un hombre no puede abarcarlo todo en la múltiple variedad de sus manifestaciones. Debe necesariamente especular al mismo tiempo en una sola dirección, pues no tiene el don de ubicuidad; y una vez transpuestos los límites del positivo conocimiento humano, ha de vagar erráticamente porque infinitas son las ramificaciones de la única, central y absoluta Verdad. De aquí que de cuando en cuando veamos que aun los más insignes filósofos se extravían en el laberinto de la especulación y con ello provocan las censuras de la posteridad. Pero como todo propende a un solo y mismo objeto, o sea la liberación del pensamiento humano, son convenientes el desvanecimiento de las supersticiones y el hallazgo de la Verdad. Y como todos han hollado la real calzada del Conocimiento, a todos los escuchamos y recibimos en nuestra compañía. Porque ningún sincero investigador vuelve con las manos vacías, y aun el que ha gozado del aura popular puede ofrecer su óbolo en el altar de la Verdad.
1Cuando la maestra Blavatsky habla de ciencias exactas no se refiere a las matemáticas, que académicamente tienen esa denominación, sino al sistema científico de la escuela positivista, que supone verdad definitiva e incontrovertible el resultado de la observación y experiencia por el único conducto delos sentidos físicos. N. del T.
H.P. Blavatsky
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