La guerra que se menciona entre los hombres amarillos y negros se refiere a la lucha entre los “Hijos de Dios” y los “Hijos de los Gigantes” o pobladores y nigromantes de la Atlántida.
Hasta el tiempo en que la Sabiduría, en la forma de los Espíritus encarnantes, de MAHAT descendió de lo alto para animar y llamar a la Tercera Raza a la vida real consciente, la Humanidad, si así puede llamársele en su estado animal e inconsciente, estaba, por supuesto, condenada a la muerte, tanto moral como física. Los Ángeles caídos en la generación son mencionados metafóricamente como Serpientes y Dragones de Sabiduría. Por otra parte, considerados desde el punto de vista del LOGOS el Salvador Cristiano, lo mismo que Krishna, ya sea como hombre o como Logos, puede decirse que ha salvado, a los que han creído en las Enseñanzas Secretas, de la “muerte eterna”, y que ha vencido al Reino de las Tinieblas o Infierno, como hacen todos los Iniciados. Ésta es la forma humana terrestre de los Iniciados, y también –por razón de que el Logos es Cristos– el “principio” de nuestra naturaleza interna que desarrolla en nosotros el Ego Espiritual––el Ser Superior– formado de la unión indisoluble del Buddhi, el sexto “principio”, y la florescencia espiritual de Manas, el quinto.
El Logos es Sabiduría pasiva en el Cielo, y Sabiduría activa, por sí, en la Tierra”, según se nos enseña. Es el Matrimonio del “Hombre Celeste” con la “Virgen del Mundo” o la Naturaleza, según está descrito en el Pymander: cuyo resultado es su progenie – el hombre inmortal. Esto es lo que en el Apocalipsisde San Juan se llama el matrimonio del Cordero con su Prometida.
La lucha entre los dos principió el mismo día que probaron el fruto del Árbol de la Sabiduría; lucha por la vida entre lo espiritual y lo psíquico, lo psíquico y lo físico. Los que dominaron los “principios” inferiores, obteniendo la subyugación del cuerpo, se unieron a los “Hijos de la Luz”. Los que cayeron víctima de sus naturalezas inferiores, se convirtieron en esclavos de la Materia. De “Hijos de la Luz y de la Sabiduría”, concluyeron por ser “Hijos de las Tinieblas”. Cayeron en la batalla de la vida mortal con la Vida Inmortal, y todos los que cayeron así, fueron la semilla de las futuras generaciones de Atlantes.
Pues la evolución del Espíritu en la Materia no hubiera podido tener nunca lugar, ni hubiese recibido su primer impulso, si los brillantes Espíritus no hubiesen sacrificado sus esencias supra etéreas respectivas para animar al hombre de barro, dotando a cada uno de sus “principios” internos, con una parte, o más bien con un reflejo, de esta esencia. Los Dhyânis de los Siete Cielos –los siete Planos del Ser– son los Nóumenos de los Elementos actuales y futuros, lo mismo que los Ángeles de los Siete Poderes de la Naturaleza –cuyos efectos groseros percibimos en lo que la Ciencia ha tenido a bien llamar “modos de movimiento”, fuerzas imponderables, y qué sé yo qué más– son los Nóumenos aún más superiores de Jerarquías aún más elevadas. Aquellos remotísimos tiempos eran la “Edad de Oro”; la Edad en que los “Dioses andaban por la tierra, y se mezclaban libremente con los mortales”. Cuando concluyó, los Dioses se fueron, esto es, se hicieron invisibles, y las generaciones posteriores terminaron por adorar sus reinos: los Elementos. Los Atlantes, primera progenie del hombre semidivino después de su separación en sexos, y por tanto, los primeros engendrados y los mortales que primeramente nacieron al modo humano, fueron los primeros “sacrificadores” al Dios de la Materia. Son ellos, en el oscuro y remoto pasado, en edades más que prehistóricas, el prototipo sobre el cual se construyó el gran símbolo de Caín, los primeros antropomorfistas que adoraron la Forma y la Materia, culto que pronto degeneró en personal, y que luego condujo al falicismo que reina supremo hasta hoy día en el simbolismo de todas las religiones exotéricas de rituales, dogmas y formas. Adán y Eva se convirtieron en materia, o proporcionaron el terreno, o sea Caín y Abel: este último, como suelo portador de vida; el primero, como “agricultor de este terreno o campo”. De este modo fue cómo los primeros Atlantes, nacidos en el Continente Lemur, se separaron desde sus primeras tribus en buenos y en malos; en los que adoraban al Espíritu invisible de la Naturaleza, cuyo Rayo siente el hombre dentro de sí mismo, o Panteístas, y en los que rendían un culto fanático a los Espíritus de la Tierra, los Poderes antropomórficos, cósmicos y tenebrosos, con quienes se aliaron.
Tal fue el origen secreto y misterioso de todas las subsiguientes y modernas religiones especialmente del culto de los hebreos ulteriores a su Dios de tribu. Al mismo tiempo, esta religión sexual estaba estrechamente relacionada con los fenómenos astronómicos, sobre los cuales se basaba, y con los que, por decirlo así, se confundía. Los Lemures gravitaron hacia el Polo Norte o el Cielo de sus Progenitores: el Continente Hiperbóreo; los Atlantes hacia el Polo Sur, el “Abismo”, cósmica y terrestremente considerado, de donde soplan las pasiones ardientes convertidas en huracanes por los Elementales cósmicos que en él moran. Los dos Polos eran denominados por los antiguos, Dragones y Serpientes, proviniendo de aquí los Dragones y Serpientes buenos y malos, y también los nombres dados a los “Hijos de Dios” –Hijos del Espíritu y de la Materia–, los Magos buenos y malos. Éste es el origen de la naturaleza doble y triple del hombre. La leyenda de los “Ángeles Caídos”, en su significado esotérico, contiene la clave de las múltiples contradicciones del carácter humano; señala ella el secreto de la conciencia de sí en el hombre; es el eje en que gira todo un Ciclo de vida: la historia de su evolución y desarrollo.
Los llamados “Ángeles Caídos” son la Humanidad misma. El Demonio del Orgullo, de la Lujuria, de la Rebelión y del Odio no existía antes de la aparición del hombre físico consciente. El hombre es quien ha engendrado y criado al demonio, y le ha permitido desarrollarse en su corazón; él es también quien ha contagiado al Dios que mora en él mismo, enlazando al Espíritu puro con el Demonio impuro de la Materia. Debe haberse hecho ya evidente que nuestras enseñanzas tienen muy pocas probabilidades de ser imparcialmente oídas, al presuponer, como lo hacemos: a) la aparición del Hombre primero que la de los otros mamíferos, y aun antes de los períodos de los grandes reptiles; b) que los Diluvios Periódicos y los Períodos Glaciales se deben a la perturbación kármica del eje; y principalmente, c) el nacimiento del hombre de un Ser Superior, o lo que el Materialismo llamaría un Ser sobrenatural, aunque sólo es super–humano.
Doctrina Secreta-fragmentos
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