El jardín del Edén no ha sido nunca propiedad de los judíos; pues China, que no puede sospecharse que conociese nada acerca de los judíos 2.000 años antes de Cristo, tenía un jardín primitivo semejante en el Asia Central, habitado por los “Dragones de la Sabiduría”, los Iniciados. Y según Klaproth, la carta jeroglífica copiada de una Enciclopedia japonesa en el libro de Foe–koue–ki 472, coloca su “jardín de la Sabiduría
En la Meseta de Pamir, entre los picos más altos de la cordillera de los Himalayas; y describiéndolo como el punto culminante del Asia Central, muestra a los cuatro ríos, Oxus, Indus, Ganges y Silo, fluyendo de un origen común, el “Lago de los Dragones”.
Pero éste no es el Edén del Génesis; ni es el jardín del Edén Kabalístico. Pues el primero –el Edén Illaah– significa en un sentido la Sabiduría, un estado semejante al del Nirvâna, un Paraíso de Dicha; mientras que en otro sentido se refiere al Hombre Intelectual, el que contiene el Edén, en donde crece el Árbol del Conocimiento del bien y del mal, siendo el hombre el Conocedor.
Esa “humanidad primitiva” se hallaba en su Quinta Raza, cuando el “Dragón de Cuatro bocas”, el lago del cual quedan muy pocas señales, era la morada de los “Hijos de la Sabiduría” los primeros Hijos nacidos de la Mente de la Tercera Raza. Sin embargo, no era la única cuna ni la cuna primitiva de la humanidad, aunque, verdaderamente, era la copia de la cuna del primer Hombre pensador divino. Era el Paradesha, la tierra montañosa de la primera gente que habló el sánscrito, el Hedone, el país de las delicias de los griegos, pero no era la “Glorieta de la Voluptuosidad” de los caldeos, pues esta última sólo fue su reminiscencia; ni fue allí donde ocurrió la Caída del Hombre después de la “separación”. El Edén de los judíos fue copiado de la copia caldea.
El lector preguntará que por qué nos ocupamos de los dragones. Contestamos: primero, porque el conocimiento de tales animales es una prueba de la antigüedad enorme de la especie humana; y segundo, para mostrar la diferencia entre el significado zoológico verdadero de las palabras “Dragón”, “Nâga” y “Serpiente” y el sentido metafórico, cuando se usan simbólicamente. El lector profano, que nada sabe acerca de la lengua del misterio, es probable que, siempre que vea mencionada una de estas palabras, las tome literalmente. De aquí los quid pro quos y las acusaciones injustas. Un par de ejemplos bastarán: “Sed et Serpens?” Bueno: Pero ¿cuál era la naturaleza de la serpiente” Los místicos ven intuitivamente en la serpiente del Génesis un emblema animal y una esencia elevada espiritual: una fuerza cósmica, supra inteligente, “una gran luz caída”, un espíritu sideral, aéreo y telúrico a la vez, “cuya influencia circunvala el globo” (quicircumambulat terrant), según De Mirville–482, cristiano fanático de la letra muerta, lo expresa; y que sólo “se manifiesta bajo el emblema físico que concuerda mejor con sus anillos intelectuales y morales”; esto es, bajo la forma de ofidio.
Pues si a los partidarios de la Iglesia Romana se les enseña que Mercurio, y Esculapio, o Asclepio, que son en realidad uno, son “demonios e hijos de demonios” y la varita y la serpiente del último, la “varita del Diablo”, ¿qué es entonces la Serpiente de Bronce de Moisés? Todos los versados en la materia saben que tanto la vara pagana como la serpiente judía son una misma cosa, a saber: el Caduceo de Mercurio, hijo de Apolo–Pitón.
Los Ocultistas saben que la Serpiente, el Nâga y el Dragón tienen cada uno un significado septenario; que el Sol, por ejemplo, era el emblema astronómico y cósmico de las dos Luces en contraste, y las dos Serpientes de los gnósticos, el bien y el mal. Saben también que, cuando las conclusiones, tanto de la Ciencia como de la Teología, se generalizan, presentan dos extremos excesivamente ridículos. Porque cuando la primera nos dice que basta seguirlas leyendas sobre las serpientes hasta su origen primordial, la leyenda astronómica, y meditar seriamente en el Sol, el conquistador de Pitón, y en la Virgen celestial del Zodíaco rechazando al Dragón devorador, para tener la clave de todos los dogmas de las religiones subsiguientes, es fácil percibir que el autor, en vez de generalizar, tiene su vista simplemente fija en la religión cristiana y en el Apocalipsis. A esto lo llamamos un extremo. El otro lo vemos cuando la Teología, repitiendo la famosa decisión del Concilio de Trento, trata de convencer a las masas de que: Desde la caída del hombre hasta el momento de su bautismo, el Demonio tiene pleno poder sobre él, y lo posee por derecho –diabolum dominum et potestatem super homines habere et JURE eos possidere 483.
A esto contesta la Filosofía Oculta: Probad primero la existencia del Demonio como entidad, y entonces podremos creer en semejante congénita posesión. Un poco de observación y conocimiento de la naturaleza humana es suficiente para demostrar la falsedad de este dogma teológico. Si Satán tuviese alguna realidad en el mundo objetivo, o aun siquiera en el subjetivo, (en el sentido eclesiástico), sería el pobre Diablo el que se encontraría obseso crónicamente, y hasta poseído por los perversos, y por lo tanto, por la gran masa de la humanidad. La humanidad misma, y especialmente el sacerdocio y a su cabeza la altiva, poco escrupulosa e intolerante Iglesia Romana, es quien ha engendrado, dado nacimiento y criado con amor, al Demonio. Pero esto es una digresión.
En todo lenguaje antiguo, la palabra dragón significaba lo que ahora en China long, o “el ser que sobresale en inteligencia”; y en Griego drácwnn, o “el que ve y vigila”. ¿Pueden aplicarse estos epítetos al animal de este nombre? ¿No es evidente, cualquiera que sea la interpretación que por la superstición y el olvido del significado primitivo le den ahora los salvajes, que tales calificaciones estaban aplicadas a los originales humanos simbolizados por las Serpientes y los Dragones? Estos originales, llamados hasta hoy día en China los “Dragones de la Sabiduría”, fueron los primeros discípulos de los Dhyânis, que fueron sus instructores; en una palabra, los Adeptos primitivos, de la Tercera Raza, y, más tarde, de la Cuarta y Quinta. El nombre se hizo universal, y antes de la Era cristiana ningún hombre en su cabal juicio hubiera confundido al hombre con el símbolo.
Thot Hermes es un nombre genérico, como lo es Enoch –Enoichion, el “ojo espiritual, interno”– y Nebo, el profeta y vidente, etc. No es el nombre propio de ningún hombre vivo, sino el título genérico de muchos Adeptos. Su relación con la serpiente en las alegorías simbólicas, es debida a su iluminación por los Dioses Solares y Planetarios durante la primera Raza intelectual, la tercera. Todos ellos son patrones representantes de la Sabiduría Secreta. Asclepios es el hijo del Dios–Solar Apolo, y es Mercurio; Nebo es el hijo de Bel–Merodach; el Manu Vaivasvata, el gran Rishi, es el hijo de Vivasvat, el Sol o Sûrya,
La Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis, no es sino una serie de anales históricos de la gran lucha entre la Magia Blanca y la Negra, entre los Adeptos del Sendero de la Derecha, los Profetas, y los de la Izquierda, los Levitas, el clero de las masas brutales. Hasta los estudiantes de Ocultismo, aun cuando algunos de ellos tienen más manuscritos arcaicos y enseñanzas directas en qué fundarse, encuentran, sin embargo, difícil trazar una línea de separación entre los Sodales del Sendero de la Derecha y los del de la Izquierda. El gran cisma que tuvo lugar entre los hijos de la Cuarta Raza cuando se erigieron los primeros Templos y Salas de Iniciación bajo la dirección de los “Hijos de Dios” se halla alegorizado en los Hijos de Jacob. Que había dos Escuelas de Magia, y que los Levitas ortodoxos no pertenecían a la buena, se muestra en las palabras pronunciadas por el moribundo Jacob. Y aquí conviene citar unas cuantas sentencias de Isis sin Velo:
El moribundo Jacob describe así a sus hijos: “Dan –dice– será una serpiente en el camino, una culebra en el sendero, que morderá las patas de los caballos de modo que el jinete caiga hacia atrás [esto es, enseñará a los Candidatos Magia Negra]. He esperado tu salvación ¡oh Señor!” De Simeón y Levi, dice el patriarca que “son hermanos; en sus moradas hay instrumentos de crueldad. ¡Oh alma mía, no penetres tú en su secreto; en su asamblea”. Ahora bien; en el original, las palabras “su secreto” se leen “su Sod”. Y Sod era el nombre de los Grandes Misterios de Baal, Adonis y Baco, los cuales eran todos Dioses Solares, y tenían serpientes por símbolos. Los kabalistas explican la alegoría de las serpientes de fuego diciendo que éste fue el nombre dado a la tribu de Levi, en una palabra, todos los levitas, y que Moisés era el jefe de los Sodales.
Por otra parte, si Moisés era el jefe de los Misterios, se deduce también; por tanto, el Hierofante de los mismos; dedúcese además que había dos Escuelas, desde el momento en que al mismo tiempo vemos a los Profetas condenando las “abominaciones” del pueblo de Israel. “Serpientes de Fuego”, era, pues, sencillamente, el epíteto aplicado a los Levitas de la casta sacerdotal, después que abandonaron la Buena Ley, las enseñanzas tradicionales de Moisés, y a todos los que seguían la Magia Negra. Isaías, al referirse a los “hijos rebeldes” que tendrán que llevar sus riquezas a las tierras de donde vienen “la víbora y la serpiente voladora de fuego, o sea la Caldea y Egipto, cuyos Iniciados habían ya degenerado mucho en su tiempo (700 años antes de Cristo), se refería a los hechiceros de aquellos países. Pero hay que tener mucho cuidado en distinguir éstos de los “Dragones de Fuego de la Sabiduría”, y de los “Hijos de la Niebla de Fuego”.
En el Gran Libro de los Misterios, se nos dice que: Siete Señores crearon siete Hombres; tres Señores [Dhyân Chohans o Pitris], eran santos y buenos; cuatro eran menos celestes y llenos de pasión. Los Chhâyâs [fantasmas] de los Padres eran como ellos. Esto explica las diferencias en la naturaleza humana, que está dividida en siete gradaciones del bien y del mal. Había siete tabernáculos, dispuestos para ser habitados por mónadas bajo siete diferentes condiciones Kármicas. Sobre esta, base explican los Comentarios la fácil extensión del mal tan pronto como las formas humanas se convirtieron en hombres verdaderos.
Y ahora es de esperar se haya probado todo el significado del emblema de la serpiente. No es el mal y mucho menos el demonio; pero es ciertamente el SEMSEEILAM ABRLSAX [Semes Eilam Abrasax] el “Sol Eterno Abrasax” el Sol Central Espiritual de todos los kabalistas, representado en algunos diagramas por el círculo de Tiphereth.
H.P. Blavatsky
Doctrina Secreta-fragmentos
Continuará
del
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