llegando al último grado de Iniciación,
de pronto verá presentarse a su vista
una Belleza admirabilísima;ésta es, Sócrates,
aquella por la que han sido todas nuestras precedentes fatigas;
Belleza eterna, increada, imperecedera,
que ni nace ni perece, ni crece ni decrece;
belleza que no es en parte bella y en parte fea;
ni bella en un tiempo y fea en otro;
ni bella con relación a una cosa, y fea en relación a otra;
ni bella aquí y allí fea;
ni bella para unos y fea para otros.
eternamente idéntica consigo;
Belleza de la que participan todas las demás bellezas,
de una manera tal,
que ya nazcan o perezcan todas ellas,
no por eso la belleza es, en sí mayor o menor,
ni sufre variación alguna"
Platón
"Si admitimos que todos los arquetipos son incorporaciones de la Naturaleza Divina que es Absoluta Belleza, de ello se sigue que en cada objeto existe la belleza en alguna forma, porque posee algún atributo de su idea madre o arquetipo. Por consiguiente, lo que nos permite reconocer la belleza en un objeto es un vislumbre lejano de su arquetipo. De ahí se derivó la famosa doctrina platónica de la "reminiscencia". Todas las almas descendemos del reino de la belleza en donde eternamente contemplamos los arquetipos. Como dice Wordsworth: "Nuestro nacimiento es sólo un sueño y un olvido"; pero cuando reconocemos lo bello, "recordamos" nuestra patria eterna. Percibir lo bello, es sentirse peregrino en la Tierra, y no sosiegan el corazón ni la mente hasta que volvemos a nuestra "patria".
¿Cómo es posible que el Todo, que es Belleza y Fuerza y Esplendor, que es la suma de toda vida en todas las manifestaciones del Cosmos, descienda y quede oculto en algo tan intimo como un hombre o una mujer? Y, sin embargo, tal es el milagro increíble. Así descendió el Todo en Cristo, así mismo puede descender en todos nosotros.
Aún más, así ha descendido ya. Pero nuestros ojos no son capaces de ver tal maravilla, ni nuestra imaginación es capaz de comprender su alcance. Pero el amor, una vez transformado en aquel amor "que se elevó sobre la tierra para perderse en el cielo", nos presta nuevos ojos, y entonces, a través de nuestro amado o de nuestra amada, en su misma forma, vemos brillar la esplendente luz de Brahman.
Pocos hasta ahora han contemplado esta visión, en la que el amado hombre, doncella, maestro, hijo, se convirtieron en la puerta por donde penetró la deslumbradora luz del Todo y de hinojos cayeron en adoración ante el amado, exclamando "Mi Señor y mi Dios".
Pero este séptimo Cielo, al que sólo pocos llegaron, es el Cielo que algún día nos espera a todos.
fragmentos de C. Jinarajadasa
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