HABITOS MENTALES NEGATIVOS
La exploración
interior abre el camino para vivir la vida
con más autenticidad, en lugar de cómo la presentan las lentes
distorsionadas de nuestro hábito emocional.
ABANDONO
“Cuando las
personas hacen algo que indica el menor signo de abandono, experimento la
inmediata sensación de ser herida, y mucha tristeza. A veces me descubro a mí misma deseando
abandonar la relación, aunque no haya nada realmente malo en ella”
El temor progresivo
a que “la gente vaya a dejarme sola” se encuentra en el núcleo del
abandono. El patrón puede tener sus
raíces en experiencias infantiles reales de abandono; por ejemplo, un padre que
muere, o un divorcio.
Pero no es
necesario que el abandono haya sido real; uno simbólico, un padre poco fiable,
inestable, emocionalmente distante, puede tener su impacto emocional. O que no
puede contar con que uno de sus padres esté “ahí”.
A las personas que
tienen este esquema, la perspectiva de
quedarse solas les suscita una profunda tristeza y un sentimiento de
aislamiento; el temor resultante y el pánico son emociones propias del patrón
de abandono.
La respuesta
automática al miedo a ser abandonado, es aferrarse más, esta urgencia es
natural en la infancia. Insistir en la persecución de una vida de cariño, o
buscar constantemente la seguridad de que alguien va a estar, o ser
dependiente, ofrece un antídoto imaginado al temido abandono. Tal hábito se
forma muy temprano; de manera típica, esa costumbre comienza como una
adaptación positiva, una manera para calmar sus temores mediante la búsqueda de
una consoladora seguridad de permanencia.
Pero ese aferrarse
a los demás estará fuera de lugar cuando, ya siendo adulto, el mismo temor
salga a la superficie una y otra vez en sus relaciones más íntimas. La
estrategia de sobrecompensación al abandono puede conducir a un “apego
angustioso”, en el que la persona precise constante seguridad de que la
relación es estable y firme. Pero la búsqueda de seguridad constante a veces
puede conducir a que se cumpla el pronóstico temido, ahuyentando a la pareja.
Una mujer con el
esquema de abandono puede convertir una relación en un motivo de preocupación,
por su temor a que, si agita mínimamente las aguas, su amante la abandonará por
otra persona. Una estrategia elusiva puede llevarla a comprometerse en una mala
relación, evadiendo el temor a que la dejen si agita las aguas. De manera alternativa,
puede adaptarse escapándose de la relación antes de que su compañero la
abandone, lo cual es otro modo de eludir el abandono temido.
Para escapar a los
sentimientos nacidos de la soledad, la persona con el esquema de abandono puede
estar explorando continuamente en busca de la próxima persona a la cual
aferrarse, tratando siempre de protegerse del miedo a quedarse sola. Esa
desesperación la conduce a ser demasiado exigente demasiado pronto en sus
relaciones románticas, buscando frenéticamente pasar cada momento con el hombre
o irse a vivir con él antes de que esté listo para tal compromiso. Al mismo
tiempo, se vuelve hipersensible a cualquier signo de que él esté por
abandonarla y está siempre dispuesta a acusarlo de que él tiene otro interés
amoroso.
Este esquema hace
que vea signos de que va a ser abandonada, distorsionándolos para que
signifiquen que la relación se acabará. Uno de estos signos es sentirse
exageradamente molesta aun por una breve separación. Dispara el temor a que el
amado nunca vuelva; un temor original tan fuerte como el de una niña pequeña.
Los sentimientos
que una separación temporal –o la pérdida real de una relación íntima- dispara
en alguien con el esquema de abandono son mucho más fuertes de los que sentiría
otra gente. La posibilidad misma de tal
abandono puede disparar un pánico tan agudo como los miedos de una criatura
cuando pierde a sus padres. (aunque sea en un parque)
Ayudará el advertir que se puede estar solo y contento,
en lugar de sentirse aislado y desesperado. Esta
verificación vendrá en la medida que usted desafíe los pensamientos que
alimentan sus temores de abandono: aquéllos
con temor al abandono necesitan saber que podrán arreglárselas bien estando
solos; que cuentan con los recursos interiores para satisfacer sus necesidades
y que, por lo tanto, no quedarán indefensos si alguien los abandona.
Estar especialmente
atento a los sentimientos que despierta ese abandono simbólico,- la
hipersensibilidad a la separación o a ser dejado, el aferrarse desesperadamente
a la gente, el miedo a quedar aislado- le ayudará a encauzar este esquema
apenas comience a posesionarse de usted.
Desafiar los temores que siente a ser abandonado y cambiar activamente
sus patrones en las relaciones permite la cura; del mismo modo, encontrar una
pareja que se comprometa con usted y aprender a confiar en que no será
abandonado son progresos a lo largo del camino.
CARENCIA
“Mis necesidades no
serán satisfechas”, resume el esquema de carencia. Se desarrolla en la infancia
cuando uno o ambos padres están tan ocupados, que sencillamente no nota o no
parece preocuparse por las necesidades emocionales de su hijo. En los adultos el esquema de carencia
vuelve a la gente hipersensible a los signos de que no se los considera o no se
les presta atención, particularmente en el seno de sus relaciones más
próximas.
Las emociones nucleares del esquema de carencia giran en
torno de una profunda tristeza y desesperanza que se originan en la convicción
de que nunca seremos comprendidos y de que nadie se preocupará por nosotros. Como en el caso de los niños olvidados, las personas adultas con este
esquema pueden sentirse irascibles cuando sus necesidades son ignoradas. Esa
ira, a su vez esconde una sensación subyacente de soledad y tristeza.
Las raíces
infantiles de este patrón de carencia pueden asumir muchas formas. Para
algunos, la carencia se origina en una falta de cuidado, calidez, o afecto.
Para otros, la carencia puede tener que ver con la empatía; la ausencia de
alguien que realmente se conecte con los sentimientos del niño, que realmente
escuche sus inquietudes y preocupaciones o que simplemente le preste plena
atención. En otros casos, es la falta de guía y dirección que cada niño
necesita.
Las estrategias
pueden variar. Una paciente, se enfadaba y resentía mucho y atacaba a quien la
desvalorizaba. Otro paciente era muy
simpático, se tomaba molestias por otros, hacía favores especiales, pero
siempre se sentía herido porque nadie parecía preocuparse en ser tan
considerado o cariñoso con él. Cuando se sentía necesitado, se ponía muy triste
porque nadie parecía advertirlo o acudir en su ayuda. ( aún así, guardaba para
sí lo que le pasaba), mostrando una fachada de que todo andaba bien. Resultado:
decepción.
Al margen de cuánto den los demás a las personas con
carencias subyacentes, a éstas nunca les parece suficiente y, por lo tanto,
hacen que se aparten de ellas por sus constantes exigencias. A veces estas personas sienten que los demás deberían poder leerlas
la mente y conocer sus necesidades, sin que ellos mismos tengan que
expresarlas. O pueden perder toda moderación y gasta más de lo que pueden o
comer de más. Se trata de un intento de
darse a sí mismos la atención que anhelan de los demás. Sin embargo, nada de
eso compensa la necesidad real: el alimento emocional.
Otros niños crecen
con tal falta de cuidado por parte de sus padres, que aprenden a proveer a los
otros la atención que a ellos les faltó. Aprenden pronto que el cuidado
familiar, tendrán que conseguirlo por sí solos. A pesar de que esto les ayuda a
abrirse camino hacia la edad adulta, el hábito aprendido de ser siempre el que
se preocupa les crea problemas cuando son adultos. Por ejemplo, la persona que
toma en cuenta constantemente las necesidades de otra, raramente revela las
propias. Pero puede sentirse fácilmente culpable por no hacer lo suficiente,
por mucho que esté haciendo. Ellos
necesitan desesperadamente la atención que están brindando pero, temiendo no
obtenerla si dejan que sus necesidades se conozcan, exhiben una fachada de
constante buen humor y disponibilidad.
Esa persona puede
parecer tan “entera” a los otros que no necesita a nadie que cuide de ella.
Puede presionarse por hacer tanto por los demás, que, al final, se inmola.
En otros para protegerse y no ser heridos en sus
relaciones mantienen a los demás a distancia, aparece la evasión y la carencia.
Esta gente, al mantener una relación, será distante y nunca revelará sus
sentimientos o necesidades, por temor a que no sean satisfechos. Este patrón aprendido como protección, evita la decepción de sentir,
la herida de no ver sus necesidades satisfechas.
Quien sufre este
esquema (o trauma) de carencia, mira con lentes deformantes aquellos signos que
pueden ser interpretados como que está siendo ignorado. La distorsión lleva a
un reguero de decepciones crónicas en todas las relaciones.
Debe ser más
consciente de la manera en que sus necesidades de cuidado dieron forma a sus
relaciones. La atención consciente, ofrece una herramienta poderosa para que no
pueda seguir funcionando como un piloto invisible de la vida. Necesita darse
cuenta de su tendencia a distorsionar la manera en que interpreta las acciones
de los demás. Emocionalmente, puede necesitar sentir pena, sentir la tristeza
de no haber recibido suficiente cuidado o atención cuando era niño. Puede
realizar cambios de conducta también, empezar a comunicar sus propias necesidades
clara y apropiadamente a los demás o buscar a aquellas personas que estén
emocionalmente disponibles.
DESCONFIANZA
La creencia central
de este esquema (trauma): “No se puede confiar en la gente”. Con esa creencia
llega la marca emocional: ya no un rápido enfado, sino cólera. En sus
relaciones, las personas que sufren este patrón están constantemente alertas,
temiendo que la gente vaya a aprovecharse de ellas de algún modo o que las
traicionen. Dado que son tan cautas a propósito de las intenciones de la gente
y tan dadas a suponer lo peor, les cuesta mucho acercarse o abrirse a los
demás. Paradójicamente, la desconfianza les puede llevar a acercarse a
relaciones en las que sus peores miedos se confirmen, involucrándose con gente
que, de hecho, las trate mal.
El patrón de la desconfianza a menudo se origina por
haber sufrido abuso o por haber sido de algún modo maltratado en los primeros
años de vida. El maltrato puede ser físico, emocional
o sexual.
Cuando hay
violencia física, el distorsionado sentido de las cosas de los padres puede
llevarlos a pensar que sencillamente hacen lo que hacen “por el bien del niño”;
no ven nada malo en la dureza del castigo.
Si el abuso es
emocional, puede asumir la forma de observaciones hipercríticas, degradantes y
desagradables, o de conductas erráticas que alternen bondad seductora con
rechazos repentinos y extremos.
En el caso del
abuso sexual, es posible que, muy frecuentemente, el abusador sea un miembro de
la familia, o amigo cercano; alguien a quien la víctima conoce y en quien será
capaz de confiar. El impacto emocional es inmenso; produce sentimientos de
profunda traición, temor, vergüenza, rabia.
Cuando el abuso se mantiene en secreto o se lo niega, la sensación de
traición aumenta. Cuanto más temprano y persistente sea el abuso, tanto más
poderoso es el esquema de desconfianza resultante.
Dada una realidad
tan terrible en la vida de un niño, la desconfianza puede ser una respuesta
positiva a un miedo genuino; la gente significativa en la vida de uno no es fiable
y, para sobrevivir, es necesario desarrollar un cauto radar social. A medida
que la vida transcurre, aumentan los
problemas cuando, esa suspicacia corroe las conexiones benéficas con gente que
no merece ser vista a través de la lente de la desconfianza.
Existen varios
patrones a los que esto le puede conducir. El individuo puede ver a todo el
mundo con una suspicacia tal que se aparta de cualquier relación fiable. O, al
principio, idealiza a la otra persona como si fuera protectora o un amigo fiel,
pero luego reacciona ante la aparente traición y se vuelve contra esa persona.
A modo de variación, recrea la situación original de su infancia; se entrega a
una serie de relaciones, cada una de las cuales repite las situaciones de
abuso.
En el caso en que usted
vea la vida a través de la lente deformante del esquema de desconfianza, las relaciones pueden parecerle un terreno
peligroso, un lugar donde la gente alberga secretamente intenciones de herirlo
o de aprovecharse de usted. Aun cuando alguien pueda ser simpático con
usted, automáticamente usted sospechará de las intenciones ulteriores; por
ejemplo, de que estén tratando de manipularlo. Sus sospechas pueden llegar a
torcer lo que la gente dice o hace, para ver en ello lo que parece ser una
traición. Usted siente que tiene que estar siempre vigilante contra la
traición, que debe estar siempre atento para que la gente no vaya a volverse en
su contra. Aunque tales sospechas pueden
surgir en cualquier tipo de relación, son mucho más fuertes y persistentes en aquellas
más cercanas.
Esta persona
necesita crear relaciones cuando genuinamente puede confiar en la otra persona.
Quizá deba trabajar con un terapeuta que se especialice en pacientes que hayan
sufrido abuso; una vez que se sienta seguro con su terapeuta, la terapia deberá
revisar sus recuerdos del abuso original para que usted pueda expresar su rabia
al abusador; un paso emocional esencial. La atención consciente puede ayudarle
a alcanzar la conciencia de su tendencia a ser desconfiado o a aceptar la traición,
y así desafiar aquellos pensamientos para llegar a confiar más en sus
relaciones cercanas. Cuando ya no
propicie el abuso en sus relaciones o cuando resista la atracción que siente
por una pareja abusiva, se verá un signo de progreso.
Fragmentos de: “Alquimia
Emocional”
Tara
Bennett-Goleman
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