Corrían los años finales de la década de los 80 del siglo
XIX, y H.P. Blavatsky decidió comunicar a sus discípulos más directos ciertas
enseñanzas y tradiciones recogidas en sus viajes, especialmente por India,
Budan, Nepal, Tibet y China Himaláyica. Para ello, tanto en Adyar como
principalmente en Londres, aportó oralmente muchos elementos que no figuran en
su gran obra, de varios tomos, La Doctrina Secreta. Obra inacabada, como su
Glosario Teosófico.
Hoy, a través de esta revista, sale por primera vez a la luz
pública una de estas enseñanzas. Por razones de espacio y de mejor comprensión
de los actuales lectores, hemos omitido voluntariamente muchas de sus partes.
Deseamos que los amables lectores tengan a bien tomarlo como
una hipótesis más sobre la estructura global de nuestro planeta. No podemos
ofrecer una bibliografía, de la cual es tan gustoso el estudiante actual aunque
sea insegura o repetitiva. Tampoco queremos que se tome como un «dogma de fe»,
pues no responde a ninguna Fe, que si es cierta o no, obviamente no nos corresponde
señalarlo.
Desde la más remota antigüedad, los Sabios conocieron la
forma general de la Tierra y, según cuándo y dónde, su naturaleza estructural.
Todos la consideraron como un Ser vivo, balanceado por ecosistemas vitales y
capaz de enfermar y recobrar la salud por sus propios mecanismos programados
por su Creador. Este Ser Vivo o Macrobios como lo llamaba el neoplatónico
Marción era a la vez una célula en el tejido que conformaba sistemas y órganos
cósmicos de miríadas de mundos, visibles e invisibles. Por poseer este último
conocimiento y publicarlo, Giordano Bruno fue quemado vivo a instancias de la
Inquisición, el 17 de febrero de 1600, en Roma.
El que la Tierra sea un Ser Vivo, como nosotros, no
significa que su cuerpo sea y se comporte igual que el nuestro. También un
coral, un pino o una gaviota son seres vivos y no se comportan, formalmente,
como el hombre. No hay que confundir la Vida Una con sus transitorios envases.
El Gran Aguador escancia su Agua Celeste en diferentes recipientes, de barro o
de cristal. Si éstos, al usarse, se rompen y se derrama el Agua, no hacen que
el Agua desaparezca, sino que, tras su ciclo de evaporación y condensación,
vendrá otra vez a la manifestación concreta y llenará nuevos contenedores...
los que a su vez tienen una vida limitada que será igual, aunque no idéntica, a
la de sus predecesores.
Según las antiguas enseñanzas, la Tierra es más joven que la
Luna. La Tierra se fue plasmando y condensando a medida que la Luna se
convertía en un cadáver espacial donde la vida perdura en su propia
desintegración, hasta su extinción por involución. En la Tierra, la vida se va
expresando cada vez con más riqueza, pues está en evolución. Ese proceso, en
líneas generales, ha cesado en el presente, y su ciclo actual, basado en la
mecánica estructural del Carbono, empieza a marchar hacia su fin, si bien ello
no ocurrirá hasta dentro de cientos de millones de años.
Desgraciadamente, los factores contaminantes, provocados
especialmente por la superpoblación humana y la extinción de cientos de
especies de los reinos vegetal y animal, pueden acelerar el proceso de
degradación, y forzar al Planeta a tomar medidas que le salven de esta
"enfermedad" en que se ha convertido el Hombre.
La estructura anatómica de la Tierra, según las antiguas
enseñanzas, está basada en los esquemas del Triple Logos, como lo llamó Platón.
El Logos es la forma en que los humanos podemos entender al Dios que nos rige.
Nuestra mente es dual, tiene un programa binario y sólo puede entender lo dual
y su producto. Especialmente su producto, el tres, que en lo geométrico se
expresa como el triángulo. La única figura cerrada que podemos pensar de manera
dual es el círculo, relacionando la circunferencia y el punto central. El punto
central no tiene dimensión; la circunferencia no tiene principio ni fin en sí.
Sólo el triángulo, lo trino o trinidad, facultad dialéctica de lo trino, nos es
comprensible e inteligible normalmente.
La estructura interna de la Tierra puede expresarse
pedagógicamente bajo este aspecto. Y así fue enseñado:
1) Un núcleo metálico
en el que predomina el hierro, pero con una estructura íntima más densa que el
hierro superficial que todos conocemos. Un hierro de mucho mayor peso y una
enorme capacidad magnética; sus átomos están "comprimidos" sobre sí
mismos, es más sólido y, por lo tanto, tiene un grado de dureza de tipo
cristalino. En la vieja terminología de Oriente, se le llamó el "Huevo de
Hierro" porque su forma general no es totalmente esférica. Su tamaño es,
apróximadamente, de una cuarta parte del esferoide de la Tierra. Es altamente
radiactivo, aunque este término moderno no concuerde exactamente con su
naturaleza real, pues por "radiactivo" entendemos hoy una amplia gama
de "atractores" que, por serlo, emiten energía.
2) Los rodea una masa
equivalente a dos tercios del tamaño del Planeta. La estructura de esta masa es
muy compleja, con arborizaciones en forma radial, metálicas, por lo que los
antiguos la llamaron zona de "Los Arboles Grises" que, como tales,
tendrían sus raíces en contacto con el núcleo y se irían expandiendo hacia la
superficie.
3) La corteza, con un
espesor apróximado de un cuarto del tamaño global del Planeta. En ella ocurren
fenómenos potentísimos de calor y electricidad y es como un escudo envolvente, protector,
fértil, muy capacitado para absorber y trasmutar los rayos cósmicos que la
penetran, algunos muy profundamente. Su superficie fue comparada por los Sabios
de Egipto con la piel de un cocodrilo, pues tiene placas que le otorgan
flexibilidad; son los hoy llamados "Escudos Continentales".
En lo etérico, la Tierra se consideraba como un gran imán.
Las corrientes van de polo a polo, como curvas, desde el polo Norte magnético
hasta el polo Sur magnético, cual una fuente que bañase la superfice de la Tierra;
por el Sur se internan, y envolviendo el Huevo Negro, llegan otra vez al Norte.
Se cita además un aura de la Tierra que abarca, desde su
superficie, una distancia equivalente a unos tres radios terrestres. También se
menciona un grueso anillo etérico-magnético que oscila ligeramente sobre la
perpendicular del eje magnético, y que los últimos lniciados de Roma llamaron
"EI Cinturón de Venus", el lugar donde habitan, dormidas, las almas
próximas a encarnar. Desde allí, y esto lo recoge claramente Platón, sus
inconscientes deseos de volver a tener un cuerpo de carne, empujan formas
mentales que son el fundamento del sexo, el deseo de procrear. Por eso la
Escuela de Platón sostenía que el amor es generado por los muertos, afirmación
muchas veces mal interpretada. Según el karma o el Destino, las almas van a
habitar los fetos de unas u otras familias, en uno u otro lugar de la Tierra.
La ciencia actual (y más, la futura inmediata) ya está
constatando algunos de estos aciertos, por lo que, de manera formal, dejan de
ser"secretos" a criterio del autor de estos renglones.
Es de esperar que cuanto más conozcamos sobre nuestro bello
Planeta y las criaturas que lo poblamos, se acentúe la tendencia hacia un
respeto saludable por su naturaleza que nos permita proseguir nuestra vida en
la Tierra, según lo planeado, y sin traumas siempre dolorosos.
Sin embargo, es triste comprobar que los hombres, o mejor,
los ineptos políticos y religiosos que los rigen, se precipitan en concepciones
medievales, alimentadas por fanatismos, racismos, venganzas cíclicas e
interminables. Es fundamental no seguirles el juego y trabajar para un Mundo
nuevo y mejor.
Jorge Angel Livraga Rizzi
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