¿Cómo se plasman? Se plasman realizándolos poco a poco. Primero se tiene el acto de volición, luego se intuye que nuestro arquetipo está descendiendo, está encarnando. Luego viene la etapa de comprender el sueño, y son entonces la razón y el deseo los que entran en juego. Cuando ya se ha razonado el sueño, entonces psíquicamente se lo empieza a desear. Al desearlo psíquicamente a través de la repetición de la atención, se le presta al sueño una vida, una vitalidad que va aumentando poco a poco. Más tarde, vemos que hace falta un medio fáctico, dinero por ejemplo, para ultimar la plasmación del sueño.
Es posible que pensemos que hay otros sueños que no son tan fáciles de realizar, y éste es un tema que podría llevarnos mucho tiempo; generalmente por intereses creados, a veces hay elementos que limitan nuestros propios sueños; otras veces son los sueños de los demás, incluso, los que limitan nuestros propios sueños; a veces hay una serie de pesos históricos que arrastramos, y hay ciertas fantasías que hacen que nuestros sueños no se puedan plasmar como nosotros queremos que se plasmen. Pero para eso hace falta ejercitar la voluntad, ejercitar el dominio sobre sí mismo y hace falta también saber desear las cosas. No basta con que las pensemos, hay que saber quererlas.
Hace falta conectarse con ese mundo espiritual, esa gran reserva espiritual que existe allá arriba donde está la voluntad, la intuición, el intelecto. Allí viven nuestros sueños, nuestros arquetipos, y los realizaremos ahora o en algún otro momento.
Allí vive lo que alumbraba a aquel imaginario Quijote, que según dicen vivió loco y murió cuerdo. Pero, ¿quién sabe?, a lo mejor fue al revés, vivió cuerdo y murió loco. Porque no hay mayor locura que dar tanta importancia a las cosas de la carne y a las cosas aparentemente razonables. Tal vez no haya mayor cordura ni mayor acercamiento a la verdad que saber soñar las cosas con profundidad y con fuerza, saber unir nuestros corazones, saber cantar juntos, saber hablar juntos, saber estar juntos, poder soñar profunda y poderosamente.
Hay que soñar. Pero no hay que soñar a la manera de un potay japonés o chino, con una gran panza, sentado y mirando hacia arriba. Hay que soñar poderosamente, hay que soñar hasta que se salten las lágrimas de los ojos. Hay que soñar hasta tener apretados los dientes y sentir sabor a sangre dentro de la boca. Hay que soñar tensando los músculos y cerrando los ojos. Hay que ser toda una voluntad en marcha hacia ese sueño que perseguimos… Debemos tener esa fuerza interior que es lo que realmente nos diferencia de las bestias, de los animales; esa fuerza interior para soñar, para proyectar, para crear.
Si hoy el mundo entero se viniese abajo, si hoy perdiésemos todo nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestras ciudades, nuestros caminos, nuestros embalses; aunque todo se derrumbase, con que quedase una sola pareja sobre la Tierra volvería a repoblarse el mundo. Volvería a haber bibliotecas, poemas, niños; volvería a haber cuadros pintados, monumentos y pirámides, porque el hombre lleva dentro de sí mismo los arquetipos de la totalidad de la humanidad. Cada uno de nosotros refleja de alguna manera todos los hombres que existen en la Tierra. Cada uno de nosotros tiene dentro de sí todos los sueños de los hombres que vivieron sobre la Tierra y también de los que van a venir. Cada uno de nosotros tiene un potencial verdaderamente insospechado, mas hace falta tener tenacidad. No es fácil plasmar los sueños. Es muy difícil; pero hemos de aprender a tener tenacidad. Tenemos que poder hacer el esfuerzo de plasmar nuestros sueños, año a año, mes a mes, día a día, hora a hora, minuto a minuto.
No tenemos que decaer en nuestros sueños si realmente los tenemos. Y si no los tenemos, pues sigamos el sueño de otro, pero no nos quedemos sin sueños. Tampoco tenemos estrellas en las manos y, sin embargo, hemos aprendido a dirigir nuestras naves según las estrellas que están en el cielo. Tampoco tenemos manantiales de agua en nuestro pecho y, sin embargo, hemos aprendido a beber de los manantiales de las montañas. Así, si no tenemos un sueño propio, sepamos seguir algún ideal, alguna forma que nos verticalice, que nos haga ponernos erguidos. Que no solamente seamos humanos por fuera, sino que también lo seamos por dentro; porque si por fuera estamos de pie, pero por dentro tenemos los apetitos de la bestia, tenemos odios, angustias, celos, maldad, entonces no somos más que animales vestidos de hombre, o humanoides. Pero si realmente somos hombres, como lo quiere la filosofía, como lo quiere la naturaleza que está dentro de cada hombre, entonces nos erguimos. Y en nuestra humildad, de rodillas tal vez ante Dios, podemos decir: «Yo soy un hombre, tengo sueños, pasan por dentro mío voces extrañas; siento en mis noches palabras que no comprendo; hay poemas, hay deseos inconclusos. No soy una máquina, no soy un robot, estoy mucho más allá; porque soy un ser humano puedo reparar lo que hago, puedo corregirme a mí mismo, mejorarme. Puedo soñar con algo que esté por encima de mí. No soy un ente simplemente programado, soy un poco de creación».
Otra vez podremos reunirnos diferentes razas, diferentes formas de hablar, diferentes nacionalidades en una gran concordia, semejante a la que pregonó Augusto cuando decía: «Que se unan todas las naciones, que se unan todos los pueblos, que formen una unión tan grande que ni siquiera el milano llegue a atacar a la paloma, y que ninguna flecha dé muerte a nadie».
Cada uno de nosotros somos un sueño. De alguna manera, vosotros me habéis soñado y yo os he soñado a vosotros, es decir, que nos hemos soñado mutuamente y nos hemos encontrado en este mundo de sueños e ilusiones.
Fragmentos de la Conferencia:
"Como se plasman los Sueños" Prof. Jorge Angel Livraga
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