En nuestro ser más recóndito se estrella,
Elevándonos inconscientemente,
De todas las preocupaciones ordinarias.»
LONGFELLOW, Santa Filomena.
El gran cambio psíquico y espiritual que está verificándose en el campo del Alma humana es muy significativo. Comenzó casi al principio del último cuarto de nuestro siglo a punto de terminar y terminará –según dice una profecía mística– para bien o para mal de la humanidad civilizada, con el ciclo actual que terminará en 1897. Sin embargo, el gran cambio no se efectúa en solemne silencio ni son pocos los que pueden percibirlo. Al contrario, se presenta en medio de un bullicio estentóreo de lenguas escandalosas, en contraste con la opinión pública cuya comparación con el rugido incesante y ascendente de agitación política tumultuosa, se asemejará al revoloteo de las hojas de la joven floresta en un cálido día primaveral. En realidad, el Espíritu humano, que durante tanto tiempo fue ocultado de la vista pública y desterrado de la arena del aprendizaje moderno, finalmente ha despertado. Ahora se está afirmando y está exigiendo enfáticamente sus derechos no reconocidos, pero, sin embargo, legítimos. No acepta más ser el objeto del pisoteo del brutal pie del Materialismo, no quiere ser el tema de especulación de las Iglesias y la insondable fuente de entrada económica para aquellos que se han auto-constituido sus custodios universales. El materialismo negaría la Presencia Divina y todo derecho a existir; mientras los otros tratan de acentuarlo y probarlo mediante sus Emisarios y Custodios Eclesiásticos provistos de bolsas y cajas para recaudar fondos. Sin embargo, el Espíritu humano –el rayo y la directa, si bien ahora distorsionada emanación del Espíritu Universal–, finalmente se ha despertado. Hasta la fecha, aunque frecuentemente injuriado, perseguido y degradado a través de la ignorancia, ambición y codicia; mientras con frecuencia, un Orgullo desatinado lo ha convertido «en un ciego transeúnte, como un bufón al que otros bufones escarnecen». En el reino de la Ilusión se mantuvo inaudito e ignorado. Hoy, el Espíritu humano ha vuelto como el Rey Lear, de una demencia aparente a sus sentidos; y, alzando la voz, ahora habla con tono autoritario, que los seres de antaño solían escuchar en silencio reverencial a través de edades incalculables hasta que, ensordecidos por el fragor y el bullicio de la civilización y la cultura, no pudieron oírlo más...¡Mira a tu alrededor y observa! Piensa en lo que ves y oyes y saca conclusiones. La edad del burdo materialismo, de la insensatez y de la ceguera del Alma está rápidamente escurriéndose. Una lucha mortal entre el Misticismo y el Materialismo no es más inminente, sino que ya es intensa. Y el partido que ganará en la hora suprema se convertirá en el maestro de la situación y del futuro; es decir, se convertirá en déspota y triturador de las almas de los millones de hombres ya nacidos y por nacer, hasta la parte final del siglo XX. Si podemos confiar en los signos del tiempo, los Animalistas no seguirán siendo los conquistadores. A estos no los avalan los valientes y prolíficos autores y escritores que últimamente se han sublevado por defender los derechos del Espíritu para que reinen sobre la materia. Muchas son las Almas honestas y pletóricas de aspiraciones que se elevan como un dique contra el torrente de aguas fangosas del Materialismo. Encarando la, hasta ahora, inundación dominante que continúa imperturbablemente, arrastrando los fragmentos del naufragio del Espíritu Humano derrocado, precipitándolo en abismos ignotos, y ahora ordenando: «¡Hasta aquí has llegado, no irás más allá!».Entre toda esta aparente discordia y desorganización de la armonía social; entre la confusión y las vacilaciones anémicas y cobardes de las masas, vinculadas al yugo estrecho de la rutina, la propiedad y la hipocresía; entre la reciente calma muerta del pensamiento público que ha desterrado de la literatura toda referencia acerca del Alma, el Espíritu y su función divina durante el completo período intermedio de nuestro siglo –escuchamos surgir un sonido. Como una nota de promesa clara, definida, de mucho alcance, la voz de la grandiosa Alma humana declara, abandonando los tonos tímidos, el ascenso y la casi resurrección del Espíritu humano en las masas. Ahora está despertando en los representantes más eminentes en el campo del pensamiento y de la erudición; habla en el más humilde y en el más encomiado, estimulándolos a todos a la acción. El Espíritu humano renovado y dispensador de vida está, intrépidamente, liberándose de las cadenas oscuras de la existencia animal y de la materia que, hasta entonces, habían subyugado todo. Observadlo, dice el poeta, mientras se eleva con sus amplias alas prístinas, ascendiendo a las regiones de la verdadera vida y luz; donde, tranquilo y divino, contempla, con auténtica piedad, esos ídolos áureos del moderno culto material, con sus pies de arcilla, los cuales, hasta entonces, han eclipsado de la vista cegada de las masas, sus verdaderos dioses vivientes...Una vez un crítico escribió que la literatura es la confesión de la vida social, capaz de reflejar todos sus pecados y todos sus actos viles y heroicos. En este sentido, un libro es mucho más importante que cualquier ser humano. Los libros no representan a un hombre, sino son el espejo de un montón de hombres. Por lo tanto, el gran poeta-filósofo Inglés, hablando de los libros, dijo que era difícil matarlos, eran tan prolíficos como los dientes del dragón de la fábula; al sembrarlos aquí y allá, engendrarán luchadores armados. Matar un buen libro equivale a matar un ser humano. El «poeta-filósofo» tiene razón. Es cierto que la literatura está comenzando una nueva era. Nuevos pensamientos y nuevos intereses han creado necesidades intelectuales inéditas; por lo tanto, está surgiendo una incipiente raza de autores. Estas nuevas especies en cuestión, gradual e imperceptiblemente, excluirán a los antiguos, esos matusalenes de antaño quienes, aunque aún reinen nominalmente, se les consiente hacerlo por costumbre más que por predilección. No es aquel que repite como loro y de manera obstinada la antigua fórmula literaria, ateniéndose, desesperadamente, a las tradiciones del editor, ni satisfará las nuevas necesidades; ni el hombre que prefiere la estrecha disciplina de su grupo en lugar de la búsqueda del Espíritu humano desterrado desde hace mucho tiempo y las VERDADES ahora perdidas; ni aquellos que separándose de su amada «autoridad», izan intrépidamente la bandera del Hombre Futuro sustentándola impávidamente. Al final, son aquellos que, entre el actual dominio omnímodo de la adoración de la materia, los intereses materiales y el EGOÍSMO, habrán luchado con denuedo en favor de los derechos humanos y la naturaleza divina del ser, se convertirán, si vencen, en los maestros de las masas en el próximo siglo y también en sus benefactores. Sin embargo, desgraciado sea el siglo XX si prevalece la escuela de pensamiento vigente, ya que el Espíritu quedaría en cautiverio una vez más, enmudeciéndolo hasta el final de la edad entrante. No son los fanáticos de una hermenéutica literal, ni los iconoclastas y Vándalos los que pugnan contra el nuevo Espíritu de pensamiento, ni las Cabezas Huecas modernas, que apoyan a las antiguas tradiciones religiosas Puritanas y sociales, que jamás serán los protectores ni los Salvadores del pensamiento y del Espíritu humano en su fase actual de resurrección. No serán estos sustentadores del antiguo culto, ni las herejías medioevales de aquellos que guardan, como una reliquia, todo error de su secta o grupo y que vigilan celosamente su propio pensamiento, no sea que, saliendo de su adolescencia, asimilen alguna idea más fresca y benéfica, ni estos son los sabios del futuro. No es para ellos que la hora de la nueva edad histórica habrá sonado; sino para los que hayan aprendido a expresar y practicar las aspiraciones y las necesidades físicas de las generaciones emergentes y de las masas ahora pisoteadas. Para que uno comprenda plenamente la vida individual con sus misterios fisiológicos, psíquicos y espirituales, él debe dedicarse con todo el fervor de la filantropía altruista y el amor hacia sus hermanos, al estudio y al conocimiento de la vida colectiva o de la Humanidad. Sin preconceptos ni prejuicios, así como también sin el menor temor hacia los posibles resultados en una u otra dirección, él debe descifrar, entender y recordar los profundos y más recónditos sentimientos y aspiraciones del gran corazón doliente de los pobres. Para hacer esto, él debe primero: «afinar su alma con la de la Humanidad», como enseña la antigua filosofía; dominar cabalmente el correcto significado de cada línea y palabra en el Libro de la Vida de la HUMANIDAD cuyas páginas se vuelven rápidamente y saturarse por completo con la verdad de que esta última es una unidad inseparable de su propio SER. ¿Cuántas personas capaces de interpretar profundamente la vida podemos encontrar en nuestra época tan decantada de ciencia y cultura? Por supuesto, no nos estamos refiriendo sólo a los autores, sino a los filántropos y a los altruistas contemporáneos que actúan sin reconocimiento, si bien todos los conocen; los amigos de la gente, los amantes generosos del ser humano y los defensores del derecho humano para la emancipación del Espíritu. En realidad, estos son muy pocos; ya que constituyen las raras flores de la edad, y generalmente son los mártires de las masas inclinadas al prejuicio y los oportunistas. Como las maravillosas «Flores de la Nieve» de la Siberia nórdica, las cuales, con el fin de germinar el suelo glacial y congelado, deben penetrar un espeso estrato de nieve sólida y helada, así estos caracteres atípicos deben pugnar sus luchas toda la vida contra la indiferencia, la crueldad humana y el mundo egoísta y escarnecedor de los acaudalados. Aún, sólo ellos pueden cumplir la tarea de perseverancia. Sólo a ellos se les ha entregado la misión de hacer virar a los «Diez Superiores» de los círculos sociales de la clase más conspicua, de la ancha y simple vía de la riqueza, la vanidad y los placeres vacuos, para encauzarlos en el sendero arduo y espinoso de los problemas morales superiores y la percepción de deberes morales más elevados que aquellos a los cuales están dedicando su búsqueda. Estos son también los individuos que, estando ya despiertos a una actividad superior del Alma, se les dota, al mismo tiempo, de talento literario y cuyo deber consiste en desempeñar el rol de despertar a la Bella durmiente la Bestia en su Castillo encantado de Frivolidad, hacia la vida real y la luz. Aquellos que pueden, que procedan intrépidamente manteniendo esta idea axial en su mente y tendrán éxito. Se debe regenerar a los ricos si queremos beneficiar a los pobres; ya que la clase de los «desheredados» es la planta muy frondosa de la raíz del mal que reside en los acaudalados. A primera vista, esto puede parecer paradójico, sin embargo es verídico, como podría verse. En presencia de la degradación actual de todo ideal, y también de las aspiraciones más nobles del corazón humano, que cada día adquieren más prominencia en las clases altas, ¿qué podemos esperar de los «desamparados»? Toca a la cabeza guiar a los pies, a los cuales, no se les puede considerar responsables por sus acciones. Consecuentemente, hay que trabajar para el advenimiento de la regeneración moral de las clases cultas pero mucho más inmorales, antes de tratar de hacer lo mismo por nuestros jóvenes Hermanos ignorantes. La regeneración de estos últimos se emprendió años atrás y continúa estando vigente hoy, pero sin buenos resultados perceptibles. No es evidente que la razón de esto se remonta al hecho de que, (exceptuando a) unos pocos trabajadores diligentes, sinceros y dispuestos al sacrificio completo en ese campo, la gran mayoría de voluntarios vienen de estas mismas clases frívolas y super-egoístas que «juegan a la caridad» y cuyas ideas sobre el mejoramiento del estado físico y moral de los pobres están circunferidas a su concepto favorito según el cual sólo la Biblia y el dinero pueden efectuar. Afirmamos que nada de esto puede realizar ningún bien; ya que la predicación de la letra muerta y una lectura de la Biblia forzada, exacerban a la gente conduciéndolas, después, al ateísmo, mientras el dinero, como una ayuda temporaria, remunera las cajas de las cantinas en lugar de ser el medio con el cual comprar el pan. Por lo tanto, la raíz del mal yace en una causa moral y no física. Si se nos pregunta qué es lo que puede ayudar, les respondemos intrépidamente: –la literatura Teosófica; apresurándonos a especificar que con este término, no implicamos los libros concernientes a los adeptos y a los fenómenos, ni a las publicaciones de la Sociedad Teosófica.
Disfruten y saquen provecho de la «oleada» que ahora está penetrando felizmente sobre media Humanidad. Hablen del despertar del Espíritu de la Humanidad, al Espíritu humano y al Espíritu en el hombre, estos tres en Uno y el Uno en el Todo. Dickens y Tackery, ambos nacidos un siglo demasiado tarde o un siglo demasiado pronto –se intercalaron entre dos oleadas del pensamiento humano espiritual, y si bien han dado un buen servicio individual, induciendo ciertas reformas parciales, aún no lograron tocar a la Sociedad y a las masas en general. Lo que el mundo Europeo necesita actualmente, es una docena de escritores como el ruso Dostoyevsky, cuyas obras, aun siendo tierra ignota para la mayoría, son bien conocidas en el Continente, así como también en Inglaterra y Estados Unidos entre las clases cultas. La actitud del novelista Ruso es la siguiente: –ha hablado de manera denodada e intrépida sobre las verdades menos agradables, a las clases superiores y hasta a aquellas oficiales –las cuales constituyen un peligro más grande que las primeras. Sin embargo, vean que la mayoría de reformas administrativas de los últimos 20 años, se deben a la influencia silenciosa e inoportuna de su pluma. Según uno de sus críticos, las grandes verdades que el escritor expuso, tocaron a todas las clases de forma tan vívida y poderosa que las personas con concepciones diametralmente antitéticas, no podían más que sentir una simpatía más amable hacia este escritor impávido, e incluso se lo expresaron a él. A los ojos de todos, amigos o enemigos, se convirtió en el portavoz de la necesidad de la Sociedad, irreprimible e indemorable, de ver con absoluta sinceridad, las profundidades más íntimas de su propia alma y llegar a ser el juez imparcial de sus acciones y de sus aspiraciones. Toda nueva corriente de pensamiento, toda nueva tendencia de la edad tuvo y siempre tendrá sus contrincantes y sus enemigos, algunos acometiéndola con osadía pero sin éxito y otros con gran destreza. Sin embargo, podemos decir que están hechos de la misma pasta, común a todos. Alimentan su resistencia y objeciones con los mismos objetivos externos, egoístas y mundanos y los idénticos fines y cálculos materiales que aquellos que guiaban a sus contendientes, mientras apuntan otros problemas y abogan a otros métodos, en realidad, no cesan ni por un instante, de vivir con sus enemigos en un mundo poblado por los mismos intereses comunes, y continuando también en idénticas concepciones fundamentales de la vida. Entonces, lo que llegó a ser necesario era un hombre quien, ajeno a todo partidismo o lucha en favor de la supremacía, aportara su pasado como una garantía que avalara la sinceridad y honestidad de sus ideas y propósitos; una persona cuyo sufrimiento personal fuera un imprimatur para la firmeza de sus convicciones y por último, un escritor de innegable genio literario: –Sólo un hombre de tal género podía pronunciar palabras capaces de despertar el verdadero espíritu en una Sociedad que está navegando a la deriva en una dirección errónea. Dostoyevsky era un hombre de este calibre –el patriota-preso, el ganapán retornado de Siberia; el escritor famoso en Europa y en Rusia, el pobre inhumano gracias al aporte voluntario, el poeta que tocaba el alma de toda persona pobre, insultada, injuriada y humillada; aquel que presentó, con una crueldad imperturbable, las plagas y las llagas de su edad...Esta clase de escritores es la que hace falta en nuestros días de re-despertar; y no autores que escriben por la riqueza o la fama, como apóstoles impávidos de la viviente Palabra de la Verdad, los sanadores morales de las llagas pustulosas de nuestro siglo. Francia tiene a su Zola quien muestra, de manera suficientemente brutal, pero realista –la degradación y la lepra moral de su gente. Pero Zola, mientras castiga los vicios de las clases inferiores, nunca se ha atrevido, a fustigar un nivel más alto con su pluma, a la petite bourgeosie, haciendo entonces, caso omiso de la inmoralidad de las clases superiores. Resultado: los campesinos que no leen novelas no han sido afectados en lo más mínimo por sus escritos, mientras que a la bourgeoinsie que no le interesa casi nada la plebe, ha prestado una tal atención a su novela Pot Bouille como para hacer perder al realista Francés, todo deseo de meterse donde no lo llaman. Desde el principio, Zola ha seguido un camino que, aún conduciéndolo a la fama y a la fortuna, ha demostrado ser infructuoso en lo que concierne a los efectos benéficos.
Es dudoso que los teósofos actuales o futuros, realicen una aplicación de la sugerencia anterior. Escribir novelas con un sentido moral suficientemente profundo para imbuir en la Sociedad, ya que implica un gran calibre literario y un teósofo congénito como lo era Dostoyevsky –dejando a Zola fuera de cualquier comparación. Sin embargo, estos talentos son raros en todos los países. Aun cuando se carezca de tal versación, se puede hacer el bien de manera más reducida y humilde, anotando y exponiendo, en narrativas impersonales, los vicios y los males evidentes de nuestra época, valiéndose de la palabra, de la acción, de la prensa y del ejemplo práctico.
H. P. BLAVATSKY
COLLECTED WRITING OBRAS COMPLETAS
TOMO XII-1889 - 1890
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