Así los días se suceden uno tras otro. Mientras el Tiempo que transcurre con sus alas veloces apremia su vuelo, cada hora que pasa destruye algún hilo en el tejido de la vida y el Alma-Ego experimenta una transformación paulatina en sus visiones de las cosas y los seres humanos. La Forma, revoloteando entre dos eternidades, lejana de su lugar nativo, sola entre doctores y ayudantes, a cada día se acerca más a su Alma-Espíritu. Otra luz inalcanzada e inaccesible en los días jocosos, desciende suavemente sobre el prisionero exhausto. Ahora ve lo que jamás había percibido antes..
.¡Cuán grandiosas y misteriosas son las noches primaverales en la ribera, cuando los vientos se atenúan y los elementos se aplacan! Un silencio solemne reina en la naturaleza. Sólo el arrullo plateado y casi inaudible de las olas, mientras acarician suavemente la arena mojada, besando las piedras y las conchas en su alternarse, alcanza el oído como el respiro leve y regular de un pecho durmiente. Durante estas horas de quietud, cuán insignificante e inerme se siente el ser humano mientras se encuentra entre dos magnitudes gigantescas: el firmamento arriba y la tierra dormitando abajo. El cielo y la tierra se han sumido en el sueño, pero sus almas están despiertas y dialogan susurrándose misterios inefables. Entonces, el lado oculto de la Naturaleza levanta su velo oscuro para nosotros, revelando secretos que durante el día sería vano tratar de educir de ella. El firmamento, tan distante y remoto de la tierra, ahora parece avecinarse e inclinarse sobre ésta. Los campos siderales intercambian abrazos con sus hermanas más humildes de la tierra: los valles salpicados de margaritas y los dormitantes campos lozanos. La bóveda celestial ha caído exangüe en los brazos del gran mar tranquilo y sus millones de estrellas se reflejan y se bañan en todo espejo de agua. Para el alma adolorida, estas esferas centelleantes son los ojos de los ángeles. Dirigen su mirada llena de misericordia inefable hacia la humanidad doliente. No es el rocío nocturno que baña las flores durmientes; sino las lágrimas sensitivas que caen de estas estrellas al ver el Gran DOLOR HUMANO ...«Sí, dulce y hermosa es una noche meridional. Sin embargo: Cuán terrible es la noche, cuando a la luz de una vela centelleante miramos la cama en silencio,Cuando todo lo que amamos desaparece rápidamente...»
Otra jornada se añade a la sucesión de días sepultados. Las verdes colinas distantes y los capullos fragantes de los granados se han fundido en las tiernas sombras nocturnas. El dolor y la felicidad se han sumido en un letargo, el reposo que alivia el alma. En los jardines reales todo ruido ha desaparecido y en esta inmovilidad imperante no se percibe voz ni sonido.
Sueños con alas veloces descienden de las estrellas sonrientes en acopios coloreados y al tocar nuestro suelo se esparcen entre mortales e inmortales, animales y seres humanos. Aletean sobre los durmientes, los cuales lo atraen según las afinidades. Sueños de júbilo y esperanza, visiones balsámicas e inocentes, vislumbres terribles y apoteósicas, vistas con los ojos cerrados y percibidas por el alma. Algunos instilan felicidad y refrigerio, otros causan sollozos que agitan el pecho durmiente, lágrimas y tortura mental. Todos preparan, inconscientemente, al que duerme, sus pensamientos en el estado de vigilia del nuevo día. Aun durante el sueño, el Alma-Ego no encuentra reposo.Su cuerpo febricitante se agita angustiado, incesantemente. Para él, el tiempo de los sueños felices es una sombra que se ha desvanecido, un recuerdo muy remoto. A través de la agonía mental del alma, el hombre se ha transformado. La angustia física de la forma hace vibrar, en su interior, un Alma completamente despierta. El velo de la ilusión se ha descorrido de los ídolos insensitivos del mundo y su vista se abre clara sobre la vanidad y la insignificancia de la fama y la riqueza que, a menudo, le parecen horribles. Los pensamientos del Alma caen como sombras oscuras en las facultades pensantes del cuerpo en rápida desorganización, amagando al pensador durante el día, la noche y las horas...La vista de su caballo bufante no lo regocija más. Los recuerdos de los rifles y las banderas arrancadas a los enemigos; las ciudades devastadas, las trincheras, los cañones, las tiendas y una serie de trofeos conquistados, inciden poco sobre su orgullo nacional. Estos pensamientos han cesado de animarlo y la ambición no puede despertar en su corazón dolido el reconocimiento altanero de cualquier hazaña valiente y caballerosa. Son otras las visiones que pueblan sus días desolados y largas noches insomnes..
.¡Cuán grandiosas y misteriosas son las noches primaverales en la ribera, cuando los vientos se atenúan y los elementos se aplacan! Un silencio solemne reina en la naturaleza. Sólo el arrullo plateado y casi inaudible de las olas, mientras acarician suavemente la arena mojada, besando las piedras y las conchas en su alternarse, alcanza el oído como el respiro leve y regular de un pecho durmiente. Durante estas horas de quietud, cuán insignificante e inerme se siente el ser humano mientras se encuentra entre dos magnitudes gigantescas: el firmamento arriba y la tierra dormitando abajo. El cielo y la tierra se han sumido en el sueño, pero sus almas están despiertas y dialogan susurrándose misterios inefables. Entonces, el lado oculto de la Naturaleza levanta su velo oscuro para nosotros, revelando secretos que durante el día sería vano tratar de educir de ella. El firmamento, tan distante y remoto de la tierra, ahora parece avecinarse e inclinarse sobre ésta. Los campos siderales intercambian abrazos con sus hermanas más humildes de la tierra: los valles salpicados de margaritas y los dormitantes campos lozanos. La bóveda celestial ha caído exangüe en los brazos del gran mar tranquilo y sus millones de estrellas se reflejan y se bañan en todo espejo de agua. Para el alma adolorida, estas esferas centelleantes son los ojos de los ángeles. Dirigen su mirada llena de misericordia inefable hacia la humanidad doliente. No es el rocío nocturno que baña las flores durmientes; sino las lágrimas sensitivas que caen de estas estrellas al ver el Gran DOLOR HUMANO ...«Sí, dulce y hermosa es una noche meridional. Sin embargo: Cuán terrible es la noche, cuando a la luz de una vela centelleante miramos la cama en silencio,Cuando todo lo que amamos desaparece rápidamente...»
Otra jornada se añade a la sucesión de días sepultados. Las verdes colinas distantes y los capullos fragantes de los granados se han fundido en las tiernas sombras nocturnas. El dolor y la felicidad se han sumido en un letargo, el reposo que alivia el alma. En los jardines reales todo ruido ha desaparecido y en esta inmovilidad imperante no se percibe voz ni sonido.
Sueños con alas veloces descienden de las estrellas sonrientes en acopios coloreados y al tocar nuestro suelo se esparcen entre mortales e inmortales, animales y seres humanos. Aletean sobre los durmientes, los cuales lo atraen según las afinidades. Sueños de júbilo y esperanza, visiones balsámicas e inocentes, vislumbres terribles y apoteósicas, vistas con los ojos cerrados y percibidas por el alma. Algunos instilan felicidad y refrigerio, otros causan sollozos que agitan el pecho durmiente, lágrimas y tortura mental. Todos preparan, inconscientemente, al que duerme, sus pensamientos en el estado de vigilia del nuevo día. Aun durante el sueño, el Alma-Ego no encuentra reposo.Su cuerpo febricitante se agita angustiado, incesantemente. Para él, el tiempo de los sueños felices es una sombra que se ha desvanecido, un recuerdo muy remoto. A través de la agonía mental del alma, el hombre se ha transformado. La angustia física de la forma hace vibrar, en su interior, un Alma completamente despierta. El velo de la ilusión se ha descorrido de los ídolos insensitivos del mundo y su vista se abre clara sobre la vanidad y la insignificancia de la fama y la riqueza que, a menudo, le parecen horribles. Los pensamientos del Alma caen como sombras oscuras en las facultades pensantes del cuerpo en rápida desorganización, amagando al pensador durante el día, la noche y las horas...La vista de su caballo bufante no lo regocija más. Los recuerdos de los rifles y las banderas arrancadas a los enemigos; las ciudades devastadas, las trincheras, los cañones, las tiendas y una serie de trofeos conquistados, inciden poco sobre su orgullo nacional. Estos pensamientos han cesado de animarlo y la ambición no puede despertar en su corazón dolido el reconocimiento altanero de cualquier hazaña valiente y caballerosa. Son otras las visiones que pueblan sus días desolados y largas noches insomnes..
Lo que ve es una multitud de bayonetas en un combate mutuo, que levanta una neblina de humo y sangre. Millares de cuerpos mutilados cubren el terreno. Han sido lisiados por las armas asesinas que la ciencia y la civilización han inventado y que los servidores de su Dios han bendecido para que tengan éxito. Sus sueños pululan con seres heridos, sangrientos, moribundos, mutilados, con mechones despeinados y empapados de sangre
Un sueño horrible se desprende de un grupo de visiones fugaces, abatiéndose gravemente en su pecho adolorido. La pesadilla le muestra hombres moribundos en el campo de batalla, mientras maldicen a los artífices de su destrucción. Cada dolor de agonía en su cuerpo asténico le instila en el sueño la reminiscencia de angustias aun peores, agonías infligidas a causa de él y para él. Ve y siente la tortura de los millones que murieron después de largas horas de terrible agonía mental y física, exhalando el último respiro en los bosques, en las planicies y en los canales con agua estancada en el margen de la calle, cubiertos de sangre bajo un cielo que el humo había oscurecido. Nuevamente, sus ojos se fijan en los ríos de sangre, cada gota de los cuales representa una lágrima de desesperación, un grito angustiante y el dolor de una vida. Vuelve a oír los penetrantes suspiros de la desolación y los llantos agonizantes, cuyo eco resuena en las montañas, los bosques y los valles. Ve las madres ancianas que han perdido la luz de sus almas, mientras las familias han sido despojadas de la mano que las alimentaba. Observa a las jóvenes viudas a merced del mundo frío e insensible ya millares de huérfanos que mendigan sollozando. Se percata de que las jóvenes hijas de sus soldados más valientes se desembarazan de sus atuendos de luto para ataviarse con los vestidos despampanantes de la prostitución. El Alma-Ego tiembla horrorizada en la Forma durmiente... Los gritos desesperados de los hambrientos le parten el corazón, el humo de las aldeas que arden, de los hogares arrasados y de las ciudades devastadas, lo obceca...En su sueño terrible recuerda aquel momento de insensatez durante su vida de soldado, cuando, irguiéndose sobre un cúmulo de fallecidos y moribundos, blandió con la mano derecha una espada cubierta de sangre humeante, mientras en la izquierda tenía el estandarte arrancado de la mano del soldado que estaba expirando a sus pies y, con voz estentórea, encumbró el trono del Omnipoderoso, agradeciéndole por su reciente victoria.
Se sobresalta en su sueño y se despierta aterrado. Un gran escalofrío sacude su cuerpo como una hoja de álamo y, hundiéndose en su almohada, en congoja por tal reminiscencia, oye una voz, la voz del Alma-Ego que le dice:«La fama y la victoria son palabras vanas... Tributar agradecimiento y oraciones por las vidas destruidas ¡son mentiras maléficas y blasfemia!». El Alma le susurra: «¿Qué han otorgado estas victorias sangrientas a ti y a tu país? Un pueblo ataviado en una armadura de hierro«, le contesta. «Cuarenta millones de hombres muertos a toda aspiración espiritual ya la vida del Alma. Una población sorda a la voz apacible del deber del ciudadano honrado, contraria a una vida de paz, ciega a las artes ya la literatura, indiferente a todo, excepto al lucro y la ambición. ¿Qué es tu Reino futuro ahora? Una legión de títeres aguerridos, singularmente; una gran bestia salvaje, colectivamente. Una bestia que, como este océano, ahora dormita sombríamente, mas está siempre lista a precipitarse con gran furia sobre el primer enemigo que se le indique. ¿Quién se lo indica? Es como si un Demonio despiadado y orgulloso, invistiéndose repentinamente de autoridad y encarnando la Ambición y el Poder, hubiera atenazado con presa férrea las mentes de todo el país. ¿Por medio de qué maléfico encanto ha hecho retroceder a la gente a los días primordiales de la nación, cuando sus antepasados, los suevos rubios y los aleves francos, vagaban con índole beligerante, deseosos de matar, diezmar y subyugar el uno al otro
. El Alma-Ego vuela hacia la tierra de los sueños... Viaja a lo largo de eones de tiempo, viviendo, sintiendo y respirando bajo las formas y los personajes más heterogéneos. Ahora es un gigante, un Yotun, que se precipita a Muspelheim donde Surtur reina con su espada flamante.Lucha intrépidamente contra una hueste de animales monstruosos, ahuyentándolos con un sólo gesto de su poderosa mano. Luego se ve en el mundo del norte sumergido en la neblina. Con disfraz de arquero denodado, penetra en Helheim, el Reino de los Muertos, donde un Elfo Negro le revela una serie de sus vidas y las respectivas misteriosas concatenaciones. El Alma-Ego pregunta: «¿Por qué el ser humano sufre?». «Porque quiso ser un hombre», es la respuesta escarnecedora. Enseguida, el Alma-Ego se encuentra en la presencia de Saga, la diosa sagrada. Le canta las hazañas valientes de los héroes teutónicos, sus virtudes y vicios. Muestra al alma los guerreros poderosos que cayeron en el campo de batalla y también en la seguridad sagrada del hogar por mano de muchas de sus Formas pasadas. Se ve con facción de doncellas, mujeres, hombres jóvenes, ancianos y niños... Siente que ha muerto más de una vez en esas formas. Fallece como Espíritu heroico y las Valquirias misericordiosas lo trasladan del campo de batalla sangriento a la morada de la Dicha, bajo las hojas rutilantes de Walhalla. Emite su último respiro en otra forma y es catapultado en el plano frío y sin esperanza del remordimiento. Cierra sus ojos inocentes en su último sueño de bebé y los Elfos dichosos de la Luz, lo transfieren a otro cuerpo, la fuente maldita del Dolor y del Sufrimiento.
¿Cuál es mi Futuro?», pregunta desesperada el Alma-Ego a Skuld, la tercera hermana Norna. «¿Se me depara un futuro siempre lleno de lágrimas y sin esperanza?»...Ninguna respuesta se enunció. El Soñador siente que revolotea a través del espacio y repentinamente la escena cambia. El Alma-Ego se encuentra en un lugar que le es muy familiar, el bosque real y el asiento delante de la palma rota. Su vista se extiende nuevamente hacia el vasto espejo de agua que irisa las piedras y los farallones. Ahí se eleva la palma solitaria destinada a una rápida desaparición. El suave arrullo incesante de las olas livianas ahora asume un carácter de habla humana y recuerda al Alma-Ego las promesas formuladas más de una vez en el mismo lugar. El Soñador repite con entusiasmo las palabras pronunciadas previamente.«De ahora en adelante, ¡jamás sacrificaré para la fama y la vana ambición un sólo hijo de mi tierra natal! Nuestro mundo está tan lleno de dolores inevitables y tan escaso de felicidad y dicha para que yo le agregue a su copa de amargura, el océano insondeable de desesperación y sangre, llamado Guerra. ¡Lejos de mí un pensamiento de este tipo! ... Nunca más.
Todo el acervo parece haber experimentado un cambio extraño. Ya han desaparecido la ambición, la codicia y la envidia famélicas, erróneamente llamadas Patriotismo. El egoísmo cruel ha cedido el espacio al altruismo justo, mientras la fría indiferencia hacia las necesidades de las multitudes, ya no encuentra un terreno fértil en el corazón de los pocos favorecidos. El lujo inútil, las falsas pretensiones sociales o religiosas, han desaparecido. Librar una guerra ya no es posible porque se han abolido los ejércitos. Los soldados se han convertido en labradores diligentes y trabajadores y todo el universo hace eco a su canción en un éxtasis de felicidad. Alrededor del Alma-Ego los reinos y los países viven hermanados. ¡Finalmente ha llegado la gran hora gloriosa! Lo que casi no osaba esperar ni pensar en la inmovilidad de sus largas noches de dolor, ahora se ha convertido en realidad. La gran maldición ha sido conjurada y ¡el mundo se encuentra absuelto y redimido en su regeneración!
Algo oscuro se interpone entre él y una gran luz radiante y ve la sombra de la cara de un gigantesco reloj en las olas etéreas. En su superficie ominosa lee:
«LA NUEVA ERA: 970.995 AÑOS DESDE LA DESTRUCCIÓN INSTANTÁNEA POR EL PNEUMO-DYNO-VRIL DE LOS ÚLTIMOS DOS MILLONES DE SOLDADOS EN EL CAMPO DE BATALLA EN LA PORCIÓN OCCIDENTAL DEL GLOBO. 971.000 AÑOS DESDE LA SUMERSIÓN DE LOS CONTINENTES Y LAS ISLAS EUROPEAS. ESTE ES EL DECRETO DE ORLOG Y LA RESPUESTA DE SKULD...».
Con un gran esfuerzo vuelve a ser el mismo. Inducido por el Alma-Ego a recordar y a actuar en conformidad, alza sus brazos al cielo y jura, ante toda la naturaleza, que conservará la paz hasta el fin de sus días, al menos en su país.
Un distante sonido de tambor y largos gritos de lo que, en su sueño, imagina ser los agradecimientos enfáticos por la promesa contraida. Una sacudida abrupta, un fragor violento y mientras sus ojos se abren, el Alma-Ego observa atónita. Su mirada fatigada se encuentra con la cara solemne del médico que le suministra la poción usual. El tren se detiene. El se levanta de su sofá más débil y cansado que nunca ya su alrededor ve prepararse, en el campo de batalla, unas líneas interminables de soldados con un arma destructiva, aun más letal.
fragmentos
Blavatsky, Helena Petrovna - Collected Writings, Vol. IX
1888
1888
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