El rabino Simeón–ben–Iochai compuso el Zohar (rhK), el más importante tratado cabalístico de los hebreos, un siglo antes de la era cristiana, según unos críticos, y después de la destrucción del templo, según otros. Completó la obra el rabino Eleazar, hijo de Simeón, ayudado de su secretario el rabino Abba, cuyo concurso era necesario, porque toda la vida de Eleazar no hubiera bastado a dar cima a una obra tanextensa y de materia tan abstrusa como el Zohar. Pero como los judíos ortodoxos sabían que el autor estaba en posesión de conocimientos ocultos y era dueño de la Mercaba que le aseguraba la recepción de la Palabra, atentaron contra su vida y se vió precisado a huir al desierto, donde estuvo doce años oculto en una cueva en compañía de sus fieles discípulos hasta su muerte, señalada por muchos portentos y maravillas1. Pero no obstante lo extenso de la obra y de tratarse en ella de muchos puntos de la secreta tradición oral, no los abarca todos, pues el venerable cabalista no confió nunca al escrito los puntos principales de la doctrina, sino que los comunicó oralmente a contados discípulos, entre los que se hallaba su hijo único. Por lo tanto, sin la iniciación en la Mercaba quedará incompleto el estudio de la Kábala, y la Mercaba sólo puede aprenderse en la “obscuridad”, en lugares apartados del mundo y después de pasar el estudiante por muchas y muy tremendas pruebas, para escuchar la enseñanza oralmente cara a cara y labio en oído. Desde la muerte de Simeón–ben–Iochai, la doctrina oculta ha sido un secreto inviolable para el mundo externo. El precepto masónico de labio en oído, o sea la comunicación en voz baja, deriva de los tanaímes, quienes a su vez la tomaron de los Misterios paganos. La práctica moderna de esta costumbre preceptiva debe atribuirse seguramente a la indiscreción de algún cabalista renegado, aunque la palabra transmitida es una moderna substitución convencional de la “palabra perdida”, según veremos más adelante. La verdadera palabra ha estado siempre en posesión privativa de algunos adeptos, de modo que tan sólo unos cuantos maestres de los templarios y otros tantos rosacruces del siglo XVII, íntimamente relacionados con los iniciados y alquimistas árabes, pudieron envanecerse de haberla poseído. Desde el siglo VII al XV nadie la poseyó en Europa, pues Paracelso fué el primer alquimista que recibió la iniciación, cuya última ceremonia confería al iniciado el poder de acercarse a la “zarza ardiente” y de fundir el becerro de oro y disolver su polvo en agua.
El primer masón activo de alguna importancia fué Elías Ashmole, a quien puede considerársele como el postrer alquimista y rosacruz. Fué recibido en la Compañía de masones activos de Londres el año 1646, cuando la masonería era una sociedad rigurosamente secreta sin color político ni religioso, que admitía en su seno a todo amante de la libertad de conciencia, deseoso de substraerse a la persecución de los clericales. Hasta unos treinta años de la muerte de Ashmole, ocurrida en 1692, no apareció la moderna francmasonería, instituida el 24 de Junio de 1717 en la “Taberna del Manzano”, sita en la calle de Carlos del Covent–Garden de Londres. Según nos dicen las Constituciones de Anderson, las cuatro logias del Sur de Inglaterra eligieron a Antonio Sayer gran maestre de la masonería, y no obstante su relativamente moderna institución, estas logias se han arrogado la supremacía sobre todas las del mundo, como así se infiere de una inscripción colocada en la de Londres. Dice Frank al comentar los exotéricos delirios cabalistas, como él los llama, que Simeón–ben–Iochai menciona repetidamente lo que los “compañeros” enseñaron en obras antiguas. Entre estos compañeros cita a los ancianos Ieba y Hamnuna, pero nada refiere de lo que estos dos hicieron, porque tampoco él lo sabe.
A la venerable escuela de los tanaímes, o con mayor propiedad, de los tananimes u hombres sabios, pertenecían los instructores de la doctrina secreta que iniciaron a unos cuantos discípulos en el misterio final, pues según dice el Mishna Hagiga, el contenidode la Mercaba sólo puede comunicarse a los sabios ancianos. La Gemara es todavía más explícita sobre el particular al decir: “Los principales secretos de los Misterios no se han de comunicar a todos los sacerdotes, sino tan sólo a los iniciados”. El mismo sigilo prevalecía en todas las religiones de la antigüedad.
Pero vemos que ni el Zohar ni ningún otro tratado cabalístico contienen doctrina puramente judía, sino que, como resultado de milenios de estudio, es común patrimonio de todos los adeptos del mundo.
Pero vemos que ni el Zohar ni ningún otro tratado cabalístico contienen doctrina puramente judía, sino que, como resultado de milenios de estudio, es común patrimonio de todos los adeptos del mundo.
Sin embargo, el Zohar en su texto original y con los signos secretos del margen, no según traducción y comentario de los críticos modernos, es la obra que enseña mayor suma de ocultismo práctico. Las enseñanzas de magia práctica que dan el Zohar y otros tratados cabalísticos, sólo aprovecharían a quienes acertaran a leerlas interiormente. Los apóstoles cristianos, por lo menos los que obraban milagros a voluntad, debieron estar enterados de esta ciencia, y así no es bien que los cristianos tachen de superstición los talismanes, amuletos y piedras mágicas con que su poseedor logra ejercer en otra persona aquella misteriosa influencia llamada vulgarmente “mal de ojo”. En las colecciones arqueológicas, así públicas como particulares, pueden verse todavía piedras convexas con enigmáticas inscripciones rebeldes a toda hermenéutica, como por ejemplo, la cornerina blanca descrita por King, cuyos reverso y anverso están cubiertos de inscripciones que sólo pueden interpretar los adeptos. De los talismanes que en su citada obra nos da King a conocer, se infiere que el evangelista San Juan, el iluminado de Patmos, estaba muy instruido en la ciencia cabalística, pues alude claramente a la cornerina blanca y la llama alba petra o piedra de iniciación, que por lo general lleva grabada la palabra premio y se le entregaba al neófito luego de vencidas felizmente las pruebas del primer grado de iniciación. El Apocalipsis, como el Libro de Job, es un alegórico relato de los Misterios y de la iniciación en ellos de un candidato, personificado en el mismo San Juan. Así lo comprenderán necesariamente los masones de grado superior, pues los números siete, doce y otros, tan cabalísticos como éstos, bastan para esclarecer las tenebrosidades de dicho libro. Tal era también la opinión de Paracelso.
Los amuletos católicos y las reliquias bendecidas por los pontífices romanos tienen el mismo origen que las piedras y pergaminos mágicos de Efeso, las filacterias y las hebreas con versículos de la Escritura y los amuletos mahometanos con versículos del Corán. Todos sirven igualmente para proteger a quien cree en su eficacia y encima los lleva. Así es que cuando Epifanio reconviene a los maniqueos por el uso de amuletos (periapta), que califica de supersticiones y fraudes, debe incluir en la reconvención los amuletos de la Iglesia romana. Pero la consecuencia es una virtud que la influencia jesuítica va debilitando más y más entre los clericales. El astuto, solapado, sagaz y terrible jesuitismo es como el alma de la Iglesia romana, de cuyo poder espiritual se apoderó por entero. Conviene, pues, comparar la moral jesuítica con la de los antiguos tanaímes y teurgos, para descubrir la íntima relación que con las sociedades secretas tienen los arteros enemigos de toda reforma. No hay en la antigüedad escuela ni asociación ni secta alguna que se parezca siquiera a la Compañía de Jesús, contra cuyas tendencias se levantaron generales protestas apenas nacida, pues a los quince años de su constitución se deshicieron de ella los gobiernos de Europa. Portugal y los Países Bajos expulsaron a los jesuítas en 1578; Francia en 1594;la república de Venecia en 1606; Nápoles en 1622; Rusia en1820.
Desde su adolescencia mostró la Compañía de Jesús las mañas que todo el mundo le reconoce, y que han causado más daños morales que las infernales huestes del mítico Satán. No le parecerá exagerada esta afirmación al lector cuando se entere de los principios, máximas y reglas de los jesuítas, entresacados de sus propios autores y de la obra mandada publicar por decreto del Parlamento francés (5 de Marzo de 1762) y revisada por la comisión que se nombró al efecto14. Esta obra fué presentada al monarca para que, como hijo primogénito de la Iglesia, advirtiese la perversidad de (como dice textualmente el decreto del Parlamento) “una doctrina que permite el robo,el asesinato, el perjurio, la fornicación, el parricidio y el regicidio, y sobre las ruinas de la religión quiere erigir la superstición, la hechicería, la impiedad y la idolatría”.
A pesar de las afirmaciones contrarias, ha resultado que la Compañía de Jesús pertenece en uno de sus aspectos al linaje de las sociedades secretas.
Sus constituciones, traducidas al latín en 1558 por el P. Polanco e impresas en Roma, se mantuvieron en riguroso secreto, hasta que en 1761 mandó publicarlas el Parlamento francés cuando el famoso proceso del P. Lavalette. Los grados de la orden son seis, a saber: novicios, hermanos, sacerdotes, coadjutores, profesos de tres votos y profesos de cinco votos. Además, hay un séptimo grado secreto, tan sólo conocido del general de la orden y de unos cuantos dignatarios, en que consiste el terrible y misterioso poder de la Compañía, uno de cuyos mayores timbres de gloria es para ellos la reorganización del sanguinario tribunal del Santo Oficio, a instancias de Loyola.
Nunca nos precaveremos suficientemente contra su influjo, pues como la Orden se funda en la absoluta y ciega obediencia, puede convertir toda su fuerza hacia determinado punto. Por su parte, sostienen los jesuítas que “la Orden no es de institución humana sino que la fundó el mismo Jesús al trazarle la regla de conducta, primero con su ejemplo y después con su palabra”. Veamos, pues, esta regla de conducta, y entérense de ella los cristianos piadosos. Al efecto, entresacaremos los siguientes pasajes de obras de los mismos jesuítas: "Si lo manda Dios es lícito matar a un inocente, robar y fornicar; porque Dios es Señor de vida y muerte y de todas las cosas, y debemos por lo tanto cumplir sus órdenes. El religioso que temporáneamente se despoja del hábito con algún propósito criminal, no comete pecado abominable ni tampoco incurre en pena de excomunión 23"
23 Antonio Escobar: Teología moral, tomo I, libro III, sec 2, probl. 44, núms. 212 y 213. Lugduni, 1652 (Ed.Bibl. Acad. Cant).
No sigamos adelante, porque tan repugnantes por lo hipócritas, licenciosos y desmoralizadores son estos preceptos, que no es prudente traducir del latín muchos de ellos, y así tan sólo citaremos más adelante los menos espinosos. Pero ¿qué porvenir aguarda al mundo católico si ha de continuar dominado por esta nefanda sociedad?
Cuando en 1606 fueron expulsados de Venecia los jesuítas, se sublevó contra ellos violentamente el sentimiento popular. La multitud siguió tras los expulsados hasta el embarcadero, despidiéndoles con gritos de: ¡id enhoramala! Según comenta Michelet, de quien tomamos estos datos, aquel grito no cesó de resonar en los dos siglos siguientes: en Bohemia el año 1618; en la India el de 1623, y en toda la cristiandad en 1773.
Los traductores de la Biblia han tergiversado de tal modo los conceptos, que únicamente los cabalistas pueden restablecer el significado original. La doctrina de la naturaleza trina del hombre está explícitamente expuesta en los libros herméticos, en la filosofía de Platón y en las doctrinas indoísta y budista. Sin embargo, es una de las enseñanzas más importantes y menos comprendidas de la ciencia hermética. Los Misterios egipcios, de los que tan sólo conoce el mundo lo poco que de ellos nos dicen las Metamorfosis de Apuleyo, ejercitaban a los iniciados en las más heroicas virtudes y le transmitían conocimientos que en vano buscan en los libroscabalísticos los modernos investigadores, y que las enigmáticas enseñanzas de la Iglesia romana, inspirada por los jesuitas, serán incapaces de descubrir. Resulta, por lo tanto, un agravio para las antiguas confraternidades secretas de iniciados comparar sus doctrinas con las alucinaciones de los discípulos de Loyola, por sinceros que fuesen en los primeros tiempos de la Orden. Uno de los más poderosos obstáculos para la iniciación, así entre los egipcios como entre los griegos, era el haber derramado sangre humana en cualquiera de las modalidades del homicidio. En cambio, una de las mayores recomendaciones para el ingreso en la Compañía de Jesús es el haber cometido o estar dispuesto a perpetrar un asesinato en defensa del jesuitismo, según se colige del siguiente pasaje: "Los hijos que profesen la religión católica pueden acusar a sus padres del crimen de herejía si tratan de apartarlos de la fe; y esto aunque sepan de antemano que han de ser condenados a muerte en hoguera, como Tolet enseña...Y no sólo pueden negarles el alimento, sino también matarlos con justicia."
Los traductores de la Biblia han tergiversado de tal modo los conceptos, que únicamente los cabalistas pueden restablecer el significado original. La doctrina de la naturaleza trina del hombre está explícitamente expuesta en los libros herméticos, en la filosofía de Platón y en las doctrinas indoísta y budista. Sin embargo, es una de las enseñanzas más importantes y menos comprendidas de la ciencia hermética. Los Misterios egipcios, de los que tan sólo conoce el mundo lo poco que de ellos nos dicen las Metamorfosis de Apuleyo, ejercitaban a los iniciados en las más heroicas virtudes y le transmitían conocimientos que en vano buscan en los libroscabalísticos los modernos investigadores, y que las enigmáticas enseñanzas de la Iglesia romana, inspirada por los jesuitas, serán incapaces de descubrir. Resulta, por lo tanto, un agravio para las antiguas confraternidades secretas de iniciados comparar sus doctrinas con las alucinaciones de los discípulos de Loyola, por sinceros que fuesen en los primeros tiempos de la Orden. Uno de los más poderosos obstáculos para la iniciación, así entre los egipcios como entre los griegos, era el haber derramado sangre humana en cualquiera de las modalidades del homicidio. En cambio, una de las mayores recomendaciones para el ingreso en la Compañía de Jesús es el haber cometido o estar dispuesto a perpetrar un asesinato en defensa del jesuitismo, según se colige del siguiente pasaje: "Los hijos que profesen la religión católica pueden acusar a sus padres del crimen de herejía si tratan de apartarlos de la fe; y esto aunque sepan de antemano que han de ser condenados a muerte en hoguera, como Tolet enseña...Y no sólo pueden negarles el alimento, sino también matarlos con justicia."
Plinio menciona tres escuelas de magia: una de origen desconocido por lo antigua; la segunda fundada por Osthanes y Zoroastro; la tercera establecida por Moisés y Jambres. Sin embargo, estas mismas escuelas derivaron sus enseñanzas de la India, de las comarcas que se extienden a uno y otro lado de los Himalayas. Las arenas del desierto de Gobi, en el Turquestán oriental, encubren más de un secreto y los sabios del Khotan han perpetuado curiosas tradiciones y raros conocimientos alquímicos. Dice Bunsen que las oraciones e himnos del Libro de los muertos datan de la dinastía premenista de Abydos, por los años 4500 a 3100 antes de J. C. El sabio egiptólogo remonta al año 3059 el reinado de Menes o establecimiento del imperio nacional, antes de cuya época se conocía ya el culto de Osiris y demás divinidades de la mitología egipcia. Por otra parte, Bunsen nos lleva mucho más atrás de los cuatro mil años computados por la Biblia a la actual edad del mundo, y en los himnos correspondientes a esta preadámica era encontramos preceptos morales idénticos en el fondo y muy parecidos en la forma a la doctrina expuesta por Jesús en el sermón de la montaña. Así se infiere de las investigaciones llevadas a efecto por los más eminentes egiptólogos y hierólogos. Dice Bunsen sobre el particular: Las inscripciones de la duodécima dinastía abundan en fórmulas ritualísticas correspondientes a muy primitivos tiempos, así como se ven extractos de los libros herméticos en los monumentos de las primeras dinastías...De estas inscripciones se infiere que para los egipcios el primer fundamento de piedad consistía en dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo y enterrar a los muertos. En aquella época se conocía ya la doctrina de la inmortalidad del alma, según demuestra la tablilla n.º 562 del Museo británico. Y acaso sea mucho más antigua, porque se remonta, en efecto, a la edad en que el alma era un ser objetivo, y por lo tanto no podía negarse a sí misma, cuando la espiritualidad de la raza humana no conocía la muerte. Hacia la declinación del ciclo de vida, el etéreo hombre espiritual cayó en dulce sueño de transitoria inconsciencia para despertar en todavía más alta y luminosa esfera; pero así como el hombre espiritual se esfuerza continuamente en ascender a su fuente originaria, pasando por los cielos y esferas de la vida individual, el hombre físico había de incorporarse al ciclo máximo de la creación universal hasta revestirse de carne. Entonces quedó el alma demasiado abrumada por el peso de las terrestres vestiduras para reconocerse a sí misma, excepto en aquellas naturalezas delicadas, que escasean más y más en cada ciclo. Sin embargo, ningún pueblo prehistórico negó jamás la existencia del verdadero hombre, del Yo superior, pues la filosofía antigua enseñaba que sólo el espíritu es inmortal y que el alma no es por sí misma eterna ni divina, sino que, unida íntimamente a su envoltura terrestre, se convierte en la mente finita, en el principio de la vida animal o nephesh de las Escrituras hebreas, según se infiere de los siguientes pasajes: Y crió Dios las grandes ballenas y toda ánima (nephesh) que vive y se mueve.
Con esto se da a entender la creación de los animales....
Y fué hecho el hombre en ánima (nephesh) viviente41.
Aquí vemos que la palabra nephesh se aplica indistintamente al hombre inmortal y al bruto mortal. Porque la sangre de vuestras ánimas (nephesh) demandaré de mano de todas las bestias. Salva tu ánima (nephesh). No le quites la vida (nephesh). El que hiriere animal restituirá otro en su lugar, esto es, alma por alma (nephesh pornephesh)
Con esto se da a entender la creación de los animales....
Y fué hecho el hombre en ánima (nephesh) viviente41.
Aquí vemos que la palabra nephesh se aplica indistintamente al hombre inmortal y al bruto mortal. Porque la sangre de vuestras ánimas (nephesh) demandaré de mano de todas las bestias. Salva tu ánima (nephesh). No le quites la vida (nephesh). El que hiriere animal restituirá otro en su lugar, esto es, alma por alma (nephesh pornephesh)
Hay hermandades secretas que no se relacionan con los sedicentes países civilizados y mantienen oculta en su seno la secular sabiduría. Estos adeptos podrían si quisieran atestiguar su incalculable antigüedad de origen con documentos comprobatorios que esclarecerían muchos puntos obscuros de la historia, así sagrada como profana; pero si los Padres de la Iglesia hubiesen conocido las claves de los escritos hieráticos y el significado de los simbolismos egipcio e índico, seguramente que no escapara a la mutilación ningún monumento antiguo, aunque la casta sacerdotal tuvo buen cuidado de anotar en sus secretos anales jeroglíficos todo cuanto con ellos se relacionaba. Estos anales se conservan todavía, por más que no sean del dominio público, y contienen el historial de monumentos desaparecidos para siempre de la vista de los hombres.
H.P. Blavatsky- Isis sin Velo
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