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miércoles, 30 de julio de 2014

LIBERACION Y PROGRESO- Helena P. Blavatsky



Se ha dicho que el primer paso que debe dar un estudiante (de Filosofía Práctica) es renunciar a las “vanidades del mundo”.

Esto no significa, necesariamente, que deba romper sus lazos familiares, desatender sus medios de subsistencia, evitar la sociedad de los demás, convertirse en un misántropo y retirarse a una cueva en la selva para entretenerse allí con las morbosas fantasías de su imaginación y estar de continuo codiciando internamente los mismos objetos a los que ha pretendido renunciar y abandonar externamente.

El aspirante puede vivir en el mundo y, sin embargo, no ha de ser del mundo. Su cuerpo y su mente pueden estar más o menos ocupados en los asuntos de la vida cotidiana y él puede, al mismo tiempo, estar ejercitando sus facultades espirituales. Puede estar personalmente en el mundo y, no obstante, remontarse espiritualmente por encima de él.

Todo ser humano posee, además de su cuerpo físico, dos juegos de facultades: intelectuales y espirituales. Los poderes de estas facultades están correlacionados y entretejidos. Si se usan solamente los poderes intelectuales en el plano físico para fines materiales, uno se vuelve más egoísta y materialista; está concentrando sus poderes en un pequeño foco que representa su “personalidad” y, cuanto más los concentra, más reducido será ese foco. Como consecuencia, esa persona se volverá mezquina y egoísta y perderá la visión de la Unidad, de la cual será apenas una parte infinitesimal e insignificante.

Por otra parte, si intenta enviar prematuramente su espíritu a las regiones de lo desconocido, sin haber desarrollado y ensanchado suficientemente su intelecto para que actúe como una base firme sobre la cual apoyar su espiritualidad, vagará como una sombra a través de los campos de lo infinito. Quizás contemple cosas espirituales, pero no será capaz de entenderlas. Se convertirá en una persona nada práctica, en un fanático supersticioso y en un soñador.

El crecimiento demasiado rápido en una sola dirección, con exclusión del crecimiento correspondiente en la otra, va en detrimento del verdadero progreso. Por tanto es necesario discernir adecuadamente los poderes, tanto intelectuales como espirituales, y desarrollarlos en la correcta proporción.


“Renunciar al mundo” no significa mirar con desdén los adelantos de la ciencia, ignorar las matemáticas o la filosofía, dejar de interesarse por el progreso humano, evitar los deberes correspondientes a la esfera en que hemos nacido, o descuidar nuestro ambiente. Renunciar al mundo” es renunciar al egoísmo, a la egolatría, a lo que Edwin Arnold, en su libro “La Luz de Asia”, llama “el pecado del yo”: “El pecado del yo es el de aquel que ve su preciado rostro reflejado en el universo como en un espejo y exclama: ¡Que el mundo entero se exalte y que todo perezca, para que sólo yo sea eterno!”.

La renuncia al egoísmo va necesariamente acompañada del crecimiento espiritual. Por tanto, uno de los primeros deberes que tiene que cumplir el estudiante de Filosofía  Práctica es despojar su mente de la idea de un yo personal, empezar a darle menos importancia a las cosas y a los sentimientos personales. Debe olvidarse de sí mismo. No debe ver su existencia como la de una entidad permanente que ni cambia ni puede cambiar, solitaria en medio de otras entidades también aisladas y que vive separada de ellas por una concha impermeable. Él mismo debe considerarse como una parte integral de un poder infinito que abarca el universo y cuyas fuerzas están concentradas en el cuerpo que él está habitando temporalmente. En ese cuerpo confluyen continuamente, y también de él irradian incesantemente, los rayos de la esfera infinita de Luz, cuya circunferencia no está en ninguna parte y cuyo centro está por doquier.


(…) Si el modo de ver al hombre en sus tres aspectos –físico, intelectual y espiritual– es correcto, entonces vemos que la existencia y la actividad del ser humano no están en absoluto limitadas a los confines de su cuerpo material, sino que deben extenderse a través de todo el espacio. Al terminar su evolución cíclica, el hombre iluminará todo el espacio, tal como ahora él es iluminado por los rayos espirituales del universo, hasta una extensión proporcional a su capacidad para atraer y recibir esa Luz.

El hombre es un centro de fuerzas en el cual convergen los rayos del universo. En ese centro comienza la labor de la ilusión, y a ese centro queda confinada. Los efectos se toman equivocadamente por las causas y las apariencias se toman por realidades. La mente se goza en deleites que son provocados por ciertas causas que producen alucinaciones, y alimentan deseos por cosas para las cuales no existe necesidad real. Tal como los rayos solares son reflejados desde la pulida superficie de un insignificante pedrusco, o desde la concha de una ostra, produciendo los múltiples tintes del arco iris que danzan y brillan en diversas tonalidades mientras están expuestos al sol, de la misma manera los rayos procedentes del mundo objetivo fluyen a través de nuestros sentidos, reflejan sus imágenes sobre el espejo de nuestra mente creando en ella fantasías y quimeras, ilusiones y deseos, y llenando la mente con los productos de su propia imaginación.


El primer deber de un verdadero filósofo es discernir entre lo que es real y lo que es irreal; distinguir entre lo verdadero y lo falso por medio de la Luz divina del espíritu. Así, cumpliendo este deber, descubrirá que el amor a sí mismo es ilusorio; que no existe un yo real y permanente, ni existencia individual alguna excepto aquella que abarca en sí a toda la humanidad, y cuando el filósofo entienda plenamente esta idea de la Unidad y esté dispuesto a dejar que muera y desaparezca su “personalidad”, entonces la Luz eterna de la conciencia espiritual habrá empezado a alborear en él y habrá comenzado su inmortalidad como forma integral e individual del espíritu universal.


(…) El espíritu es el mismo en el arco descendente que en el ascendente y es siempre el mismo en cada “individuo”. Pero al ir ascendiendo, cada rayo suyo queda dotado con un tono diferente que le imparte la “personalidad” de cada “individuo” con las partes superiores del quinto principio, Manas. Cuanto más intelecto se haya desarrollado, más intelecto habrá para acompañar al espíritu en su vuelo ascendente, y para impartirle un tono o carácter más distintivo. Pero si el desenvolvimiento del intelecto se ha retardado, o bien si el intelecto que se ha desarrollado se ha aplicado a propósitos materiales o “personales”, menos intelecto habrá para combinarlo con el rayo espiritual, y el espíritu puro seguirá proporcionalmente carente de Inteligencia y desprovisto de poder activo. Entonces se verá compelido a volver a la tierra para atraer hacia él una nueva combinación de Manas, pues debe regresar a su estado original.

Cuanto más se desarrolla y se expande el intelecto, más queda establecido sobre una base firme el estado espiritual, la conciencia espiritual, hasta que el espíritu, investido con los atributos divinos de Sabiduría y Amor, penetra en el océano infinito del universo y abarca en su potencialidad el Todo.


Comienza entonces a manifestarse un cambio muy importante en la mente del aspirante que ha alcanzado este grado de desarrollo. Ese cambio consiste en que ve su propia “personalidad” como de poca importancia. Pero no es sólo su propia “personalidad” la que ahora aparece ante él bajo esa luz sino también cualquier otra “personalidad”. A todas las ve proporcionalmente insignificantes y pequeñas. El hombre le parece tan sólo como la “centralización” de una idea. La humanidad en general le parece como los granos de arena en las playas del océano infinito. Fortuna, amor, lujo, etc. asumen en su concepto la poca importancia de pompas de jabón, y no vacilan en renunciar a todas ellas como juguetes infantiles.

Pero a semejante renunciación no se la puede llamar sacrificio, pues los niños y las niñas no “sacrifican” sus caballos de cartón y sus muñecas sino que, simplemente, ya no los quieren más. Ellos buscan algo más útil, en proporción a la expansión de su mente. Y a medida que el espíritu del hombre se expande, las cosas a su alrededor, e incluso el planeta en que vive, le parecen pequeñas, como un paisaje en lontananza que se contempla desde una elevada cima. Al mismo tiempo, su concepción del infinito que le rodea se hace más grandiosa y asume una forma gigantesca.

El sentimiento producido por semejante expansión de la mente es verdadera contemplación, y en un grado potencializado se llama “éxtasis”. Esta expansión de nuestra conciencia “nos desliga de nuestro país y de nuestro hogar”, haciéndonos ciudadanos del universo; nos eleva desde los estrechos confines de lo que nos parecía real, al campo ilimitado de lo Ideal. Y liberando al hombre de la cárcel de arcilla mortal, lo conduce al sublime esplendor de la Vida Eterna y Universal.

Pero “el espejo del alma no puede reflejar, simultáneamente, la tierra y el cielo; mientras la una se desvanece de la superficie, el otro se refleja en sus profundidades”. ¿Cómo puede lograrse esta gran renunciación al yo y esta expansión del espíritu?

Hay una palabra mágica que es la clave de todos los misterios, que abre los lugares donde están ocultos los tesoros espirituales, intelectuales y materiales, y con la cual obtenemos poderío sobre lo visible y lo invisible. Esa palabra es DETERMINACIÓN. Si deseamos cumplir un gran objetivo debemos aprender a concentrar en él todos nuestros deseos.


Sea cual fuere el objetivo, bueno o malo, el efecto, es proporcional a la causa que lo genera.


El poder de la voluntad es infinito, pero sólo puede ponerse en acción por una determinación firme y resuelta y con fijeza de propósito. Una voluntad vacilante no consigue nada. Aquel a quien le tiembla el corazón con temor abyecto para abandonar sus viejos hábitos e inclinaciones, aquel que tiene miedo a luchar contra sus pasiones y dominarlas, aquel que es esclavo de su yo personal y se aferra con cobarde ansiedad a los hechizos de la vida, no puede lograr nada.

No son los vicios los que se adhieren al hombre, sino el hombre el que se aferra a ellos y teme soltarlos, ya sea porque sobreestima el valor y utilidad que tienen, o quizás porque se imagina que al soltarse de ellos su yo ilusorio puede ser precipitado a la infinita nada y hacerse añicos contra las rocas que en su fantasía ve abajo. Sólo aquél que está dispuesto a ver morir su “personalidad” puede vivir, y sólo cuando los sentimientos y deseos personales quedan inertes, puede el hombre volverse inmortal.

¿Cómo puede ser capaz de dirigir a otros aquél que no tiene el poder de dirigirse a sí mismo? Un esclavo que quiera volverse amo debe antes liberarse. Y la libertad se adquiere solamente con determinación, con voluntad puesta en acción. El Adepto no es hechura de otros, sino que debe convertirse en Adepto por su propio esfuerzo. El que se hunde en las profundidades de la tierra pierde de vista el sol; el que se hunde en la materia no puede percibir el espíritu. El que está apegado a ideas y opiniones falsas no puede contemplar la Verdad.

Las ideas y opiniones viejas van endureciéndose. Han crecido con nosotros, nos hemos apegado a ellas, y es tan doloroso verlas morir como perder un amigo o un pariente muy querido. Son a menudo como nuestros propios hijos. Las hemos engendrado o adoptado; las hemos criado, alimentado y enseñado; han sido nuestras compañeras de años, y nos parece cruel y sacrílego despedirlas. Claman por nuestra misericordia, y cuando las hemos despedido vuelven otra vez solicitando hospitalidad y reclaman derechos. Pero podremos desembarazarnos de ellas fácilmente si llamamos en nuestro auxilio a ese poderoso genio cuyo nombre es Determinación. Este genio pondrá en acción la Voluntad, y la Voluntad es un potente gigante libre de sentimentalismo, que una vez que entra en acción se vuelve irresistible.


 Helena P. Blavatsky

Publicado en “The Theosophist”, 1884
(Para facilitar la comprensión del texto, hemos sustituido Teosofía Práctica por Filosofía Práctica y teósofo por filósofo).

lunes, 21 de julio de 2014

Joseph Campbell y el poder del mito






Los mitos han existido desde siempre, están en la raíz de cada pueblo, de cada tradición conocida, son la base de nuestra inmensa riqueza cultural. En tiempos remotos, los seres humanos encontraban en ellos pautas y ejemplos, consejos, direcciones y vías para encauzar la trayectoria que debían dar a sus propias vidas. Veían en ellos el camino que podía llevarles al descubrimiento y a la realización del sentido de la existencia, ese oculto y ansiado sendero que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos, a saber que somos uno con los demás y con toda la naturaleza que nos rodea. Sin embargo, en la actualidad no se da importancia a los cuentos, que son los restos que han permanecido a salvo del naufragio y que tanto nos gustaba escuchar cuando éramos niños. Siempre tenían el mismo principio: “érase una vez…”, refiriéndose a ese gran tiempo mítico anterior al nuestro. Nos encantaban porque nos hacían viajar a aquellas edades fabulosas donde reinaban reyes sabios o malvados, princesas y monstruos, enanos y gigantes, héroes y magos que atrapaban nuestra atención despertando esos mundos extraordinarios en nuestra propia imaginación, que es la sede del recuerdo.

Joseph Campbell (N.York 26-3-1904 – Honolulu 30-10-1987), fue profesor de mitología y religiones comparadas, uno de los que creían que existe “un punto de sabiduría, más allá de los conflictos de ilusiones y verdades, con el que las vidas pueden volver a unirse”. Encontrar este punto significaría realizar la gran unión. Joseph Campbell creía que ésa era “la cuestión fundamental de nuestro tiempo” y consideraba los mitos como nuestros aliados decisivos en la búsqueda de respuestas. Su carrera de profesor empezó en 1934 en el Sarah Lawrence College, donde enseñó durante casi cuarenta años y donde, en su honor, fue fundada la “cátedra de mitología comparada Joseph Campbell”. Su aula siempre estaba llena de estudiantes a los que durante sus clases “dejaba sin aliento”.

Con sus trabajos Joseph Campbell revivió la mitología. Decía que no se trataba de cuentos para contarlos junto a una fogata, sino de poderosas guías para el espíritu humano. Mostraba que los relatos mitológicos de todo el mundo, a pesar de parecer muy diferentes, en realidad eran todos iguales. Su verdad universal era siempre la misma, sólo que se contaba en diferentes tiempos históricos y de diferentes maneras. La obra de Joseph Campbell influyó en numerosos estudiantes, científicos, escritores, músicos y directores de cine. Uno de ellos fue su amigo George Lucas que, inspirado por el libro de Campbell “El héroe de las mil caras” (The Hero with a Thousand Faces), rodó su conocida obra maestra “La guerra de las galaxias” (Star Wars).

George Lucas y Joseph Campbell se hicieron muy amigos, después de que el director, anunciando lo mucho que le debía a la obra de Campbell, invitara al científico a ver su trilogía. Durante la visita, disfrutando de nuevo de los peligros y hazañas de Luke Skywalker, Campbell se entusiasmaba diciendo que “Lucas había introducido la más poderosa y la más fuerte vuelta” al clásico cuento del héroe. “¿Y qué es eso?”, le preguntó entonces el periodista Bill Moyers. “Es lo que Goethe dijo en el Fausto, pero que Lucas ha sabido expresar en un lenguaje moderno: el mensaje de que la tecnología no nos salvará. Nuestros ordenadores, nuestras herramientas, nuestras máquinas no son suficientes. Tenemos que apoyarnos en nuestra intuición, en nuestro verdadero ser.” “¿Y eso no es una ofensa a la razón?”, preguntó el periodista “¿no le parece que nos retiramos a una gran velocidad de la razón?” “No, no se trata de eso. En el viaje del héroe no se trata de negar la razón. Al contrario, superando las pasiones oscuras, el héroe simboliza nuestra capacidad de controlar al salvaje irracional que llevamos dentro. Luke Skywalker nunca fue más racional como en el momento en que encontró dentro de sí mismo las habilidades de carácter necesarias para enfrentar su destino”.
En una de sus clases Campell dijo: El fin del viaje del héroe no está en su identificación con cualquiera de los personajes o poderes que experimentó. El objetivo final de la búsqueda no debe ser la propia liberación ni el propio éxtasis, sino la sabiduría y el poder de servir a los demás. Una de las muchas diferencias entre una persona famosa y un héroe es que el famoso vive sólo para sí mismo, mientras que el héroe actúa para redimir a la sociedad.”

Joseph Campbell murió repentinamente en 1987 después de una corta lucha contra el cáncer. En 1988, una serie popular con el periodista Bill Moyers, “El poder del mito” (The Power of Myth) presentó a millones de personas las ideas de Campbell. Era un serial de seis episodios, lleno de la sabiduría vital y la energía inspiradora que esos dos hombres despertaron durante las conversaciones mantenidas a lo largo de los dos últimos años de la vida de Campbell. El serial tuvo también su forma escrita bajo el título Joseph Campbell, El poder del mito, Conversaciones con Bill Moyers. Aquí hemos seleccionado una parte de esa conversación en la que los interlocutores hablan del mito y del mundo moderno.

MOYERS: ¿Por qué mitos? ¿Por qué deberíamos tomar en cuenta los mitos? ¿Qué tienen que ver ellos con la vida?
CAMPBELL: Mi primera respuesta sería: “Váyase, viva su vida, usted tiene una buena vida y no necesita la mitología”. No creo que se pueda estar interesado en un asunto sólo porque alguien nos diga que es importante, yo pienso que de alguna manera tiene que engancharnos. Con una introducción adecuada, a usted le puede pasar que la mitología le enganche y entonces, si ella de verdad le captura, ¿qué puede hacer por usted?
Uno de nuestros problemas hoy en día es que no estamos suficientemente familiarizados con la literatura del espíritu. Estamos interesados en las noticias del día y los problemas del momento. Antiguamente, las aulas universitarias eran áreas herméticamente cerradas, donde las noticias diarias no afectaban la atención dirigida a la vida interior de cada uno y a la magnífica herencia humana que tenemos. En nuestra gran tradición -Platón, Confucio, Buda, Goethe y otros- nos hablan de los valores eternos que tienen que ver con el centro de nuestras vidas. Cuando uno envejece y satisface todas las necesidades diarias, entonces se vuelve a la vida interior; pero si para entonces no sabe dónde está o qué es la vida interior, se sentirá perdido.
Las literaturas griega y latina, y también la bíblica, formaban parte de la educación de toda la gente. Eso dejó de ser así, y toda la tradición de la información mitológica de Occidente se perdió, pero hubo tiempos en que esos cuentos estaban en la mente del pueblo. Cuando un cuento está en la imaginación de la gente, ésta puede ver su significado y utilizarlo para algo que le pase en la vida, porque le va a dar perspectiva para entenderlo. Perdiéndolo, perdemos de verdad, ya que no hay literatura comparable que pueda tomar su lugar. Estos trocitos de informaciones de los tiempos antiguos, que se dedicaban a los temas que siempre sostenían la vida humana, construían civilizaciones y enseñaban religiones a través de los milenios. En realidad tienen que ver con los profundos problemas interiores, con los umbrales de paso internos y, si usted no sabe qué significan las señales a lo largo del camino, usted mismo va a tener que trabajar para encontrarlas. Pero una vez que este asunto le “captura”, aparece tal sentido en la información de una u otra de estas tradiciones, de un tipo tan profundo, rico y vivificador, que usted ya no quiere prescindir de eso.
MOYERS: Leyendo sus libros -The Mask of God o The Hero with a Thousand Faces (Las máscaras de Dios o El héroe de las mil caras), por ejemplo–, empiezo a comprender que los seres humanos tienen algo en común que se revela en los mitos. Los mitos son los cuentos de nuestra búsqueda de la verdad, de su sentido y significado a través de los tiempos. Todos necesitamos contar nuestra historia, entenderla. Necesitamos comprender la muerte y enfrentarla, y todos necesitamos también ayuda en nuestro paso del nacimiento a la vida y después a la muerte. Necesitamos que la vida tenga significado, que toque la eternidad, que comprenda los misterios, que descubra quiénes somos…
CAMPBELL: Dicen que lo que todos buscamos es el sentido de la vida. No pienso que eso sea lo que buscamos. Creo que lo que buscamos es la experiencia de estar vivos, de modo que nuestras experiencias en el plano puramente físico tengan resonancia en el interior de nuestro ser y nuestra realidad más íntimos, de modo que realmente sintamos la alegría de estar vivos. Y eso es lo que estas claves nos ayudan a encontrar dentro de nosotros mismos.

MOYERS: ¿Los mitos son las claves?
CAMPBELL: Los mitos son las claves que nos llevan hasta las potencialidades espirituales de la vida humana.
MOYERS: ¿Lo que somos capaces de conocer y experimentar dentro de nosotros mismos?
CAMPBELL: Sí.
campbell
MOYERS: Usted cambió en la definición del mito, la “búsqueda” de sentido por la “experiencia” de sentido.
CAMPBELL: Yo diría experiencia de vida. Del sentido se ocupa la mente. ¿Cuál es el sentido de una flor? Hay una historia zen sobre un sermón del Buda en el que él simplemente levantó una flor, y hubo sólo un hombre que le mostró con los ojos que había comprendido lo que él decía. El propio Buda es llamado “aquel que así llegó”. Eso no tiene ningún sentido. ¿Cuál es el sentido del universo? ¿Cuál es el sentido de una mosca? Ella sólo está aquí, es eso. Su propio sentido también es que esté aquí. Estamos tan empeñados en hacer cosas para realizar objetivos de valor hacia fuera, que olvidamos el valor interior, el éxtasis de estar vivo, esto es de lo que realmente se trata.

MOYERS: ¿Cómo llegar a esa experiencia?
CAMPBELL: Lea los mitos. Ellos le enseñan que puede volverse hacia su interior, y Ud. comienza a recibir el mensaje de los símbolos. Lea los mitos de otros pueblos, no sólo los que pertenecen a su propia religión, ya que uno tiende a interpretar su propia religión como la realidad, pero leyendo otros mitos, empieza a recibir otros mensajes. El mito ayuda a poner su mente en contacto con esa experiencia de estar vivo. El le dice qué es la experiencia...

Lo que tenemos hoy es un mundo desmitologizado y por eso los estudiantes que encuentro están muy interesados en la mitología, porque los mitos les traen un mensaje. Yo no puedo decirle cuáles son los mensajes que el estudio de la mitología trae a los jóvenes de hoy. Sé lo que ella hacía y significaba para mí y sé que algo les está haciendo también a ellos. Cuando voy a dar una conferencia en alguna facultad, encuentro una sala abarrotada de estudiantes que vienen a oír lo que yo quiero comunicarles. La facultad frecuentemente me da una sala pequeña, más pequeña de lo que debería ser, porque ellos no saben cuánta excitación provoca este tema entre los estudiantes.
MOYERS: Intente acertar: ¿cuál es su opinión sobre lo que puede influir en los estudiantes los cuentos que trae usted para ellos?

CAMPBELL: Los mitos son realmente los cuentos de la sabiduría de la vida. En nuestras escuelas no aprendemos sobre la sabiduría de la vida. Aprendemos tecnologías, recibimos informaciones. Hay una extraña reluctancia de las facultades para indicar los valores de vida de las asignaturas que enseñan. En nuestras ciencias -incluso en la antropología, lingüística, el estudio de religiones etc.- hay una gran tendencia a la especialización. Usted comprende esa tendencia sabiendo cuánto tiene que saber un científico especializado para ser un especialista competente. Para estudiar el budismo, por ejemplo, tiene que conocer no sólo todas las lenguas europeas en las que existen debates sobre el orientalismo, especialmente el francés, el alemán, el inglés y el italiano, sino también el sánscrito, el chino, el japonés, el tibetano y algunos idiomas más. Es una tarea enorme. Ese especialista no puede dedicarse también a la diferencia entre los iroqueses y los algonquinos. La especialización tiende a limitar el campo de los problemas de los que el especialista se ocupa. Ahora, la persona que no es un especialista sino un generalista, como yo, ve aquí algo que aprende de un especialista y allí algo que aprende de otro especialista; pero ninguno de los dos se dedicó al asunto preguntándose por qué eso ocurre aquí y también allí. Así el generalista –que es, dicho sea de paso, un término despectivo para los académicos– entra en el campo de otros problemas que son, podemos decir, más genuinamente humanos que los específicamente culturales.

MOYERS: Usted ha visto lo que pasa cuando las sociedades primitivas están perturbadas por la civilización del hombre blanco: se parten en pedazos, se desintegran, se enferman. ¿No es lo mismo que nos pasó a nosotros cuando nuestros mitos comenzaron a desaparecer?
CAMPBELL: Es exactamente eso.
MOYERS: ¿No es por este motivo por lo que hoy en día las religiones conservadoras apelan a las religiones de viejos tiempos?
CAMPBELL: Sí, y están cometiendo un error terrible. Están volviendo a algo rudimentario, que es sólo una huella, que no sirve a la vida.
MOYERS: Pero nos servía, ¿no es verdad?
CAMPBELL: Por supuesto que sí.


MOYERS: Yo entiendo el anhelo. En mi juventud, tenía las estrellas fijas. Me hacía bien el hecho de que estaban siempre allí. Me dieron un horizonte conocido. Me decían que allí arriba había un Padre que amaba, que era bondadoso y justo cuando me miraba, listo para recibirme, pensando todo el tiempo en mis asuntos. Ahora, Saul Bellow dice que la ciencia limpió la casa de las creencias. Pero esas cosas eran valiosas para mí. Hoy soy lo que soy debido a estas creencias que me sustentaron. Me pregunto qué pasa con los niños que no tienen esas estrellas fijas, ese horizonte conocido, esos mitos.

CAMPBELL: Pues bien, todo lo que tiene que hacer es leer los periódicos. Es un lío. En este nivel indirecto de la vida y estructura, los mitos ofrecen modelos de vida. Pero los modelos tienen que ser apropiados para el tiempo en el que uno vive, y nuestros tiempos han cambiado tan rápido que lo que era conveniente hace cincuenta años ya no lo es hoy. Las virtudes del pasado son los vicios de hoy. Y muchas cosas que se consideraban vicios en el pasado son hoy necesidades. El orden moral tiene que armonizarse con las necesidades morales de la vida moral en el tiempo, aquí y ahora. Y eso es algo que nosotros no hacemos. La religión de los antiguos tiempos pertenece a otra era, a otra gente, a otro sistema de valores humanos, a otro universo. Volviendo atrás, usted sale de la sincronía con la historia. Nuestros hijos han perdido la fe en las religiones que les enseñan y buscan dentro de sí mismos.

MOYERS: A menudo con la ayuda de drogas.
CAMPBELL: Sí. Aquí se trata de la experiencia mística mecánicamente inducida. Asistí a muchos congresos de psicología que trataban esa gran problemática de la diferencia entre la experiencia mística y el colapso psicológico. La diferencia es que con éste se pierde la salud, se hunde en el agua en la que el místico nada. Usted tiene que estar preparado para esta experiencia. Si se somete a una transformación espiritual sin estar preparado para ella, Ud. no sabe cómo evaluar lo que le ha pasado y tiene una terrible experiencia de un viaje feo, como lo llamaban en el caso del LSD. Si usted sabe a dónde va, el viaje no será feo.

MOYERS: Entonces esta es la razón por la que se trata de una crisis psicológica, que se hunde en el agua donde...
CAMPBELL: ... donde debería ser capaz de nadar, pero Ud. no está preparado para esto. De cualquier manera, esto se aplica a la vida espiritual. Pasar por una transformación de la propia conciencia es una experiencia realmente terrible.

MOYERS: Usted habla mucho de la conciencia. ¿Qué entiende por esto?
CAMPBELL: Una parte del sistema cartesiano es pensar en la conciencia como algo inherente a la cabeza, que la cabeza es un órgano que genera la conciencia. Pero no es así. La cabeza es un órgano que orienta la conciencia en una cierta dirección o en función de unos determinados objetivos. Pero la conciencia también está en el cuerpo. Todo el mundo vivo está penetrado por la conciencia. Tengo la sensación de que la conciencia y la energía son de alguna manera la misma cosa. Donde realmente va la energía de vida, allí también está la conciencia. El intento de interpretarlo a través de los términos simplemente mecánicos no funcionará.

MOYERS: ¿Cómo transformamos nuestra conciencia?
CAMPBELL: Depende de lo que Ud. esté dispuesto a pensar. Justo para esto sirve la meditación. Toda la vida es una meditación, generalmente involuntaria. Muchas personas pasan la mayoría de su tiempo meditando dónde encontrar dinero y qué hacer con él. Si usted tiene una familia para mantener, su preocupación es la familia. Todas esas preocupaciones son muy importantes, pero en la mayoría de los casos se refieren a las condiciones materiales. Pero, ¿cómo puede transmitir una conciencia espiritual a los niños si usted mismo no la tiene? Los mitos sirven justo para llevarnos al nivel de la conciencia que es espiritual.

MOYERS: ¿Usted ve algunas nuevas metáforas que emerjan en el medio moderno para las antiguas verdades universales?
CAMPBELL: Veo las posibilidades de nuevas metáforas, pero no veo que ya se hayan vuelto mitológicas.
MOYERS: Nosotros, la gente moderna, quitamos del mundo sus revelaciones naturales, su propia naturaleza. Se me ocurre aquella leyenda pigmea del niño que encuentra en el bosque un pájaro de bello canto y lo lleva a casa.
CAMPBELL: Le pide a su padre que le traiga comida para el pájaro, pero el padre no quiere dar de comer a un simple pájaro y lo mata. La leyenda dice que el hombre mató el pájaro, pero con el pájaro mató la música, y matando la música se mató a sí mismo. Cayó muerto, completamente muerto y se quedó muerto para siempre.
MOYERS: ¿No trata el cuento sobre lo que pasa cuando los seres humanos destruyen su medio ambiente, cuando destruyen su mundo? ¿Destruyen también la naturaleza y las revelaciones de la naturaleza?
CAMPBELL: Destruyen también su propia naturaleza, matan la música.
MOYERS: ¿Y la mitología no es el cuento de la música?


CAMPBELL: La mitología es la música. Es la música de la imaginación, inspirada por las energías del cuerpo. Una vez un maestro zen se puso de pie delante de sus discípulos para hablarles y, justo cuando estaba a punto de empezar el sermón, con la boca ya abierta, un pájaro cantó. Entonces él dijo: “El sermón ha sido dado”.

MOYERS: Quería decir que estamos creando nuevos mitos, pero Ud. dice que no es así, que todos los mitos que contamos hoy tienen un punto de origen en nuestra experiencia pasada.
CAMPBELL: Los motivos básicos de los mitos son iguales, siempre han sido los mismos. La clave para encontrar su propia mitología es saber con qué sociedad se identifica Ud. Cada mitología creció en una sociedad, en un campo delimitado. Entonces entran en colisión y en relación, se amalgaman y de esta manera surge una mitología más compleja. Pero hoy en día no hay fronteras. La única mitología válida hoy es la del planeta, y nosotros no tenemos aún esta mitología.
MOYERS: ¿Qué tipo de nuevo mito necesitamos?

CAMPBELL: Necesitamos mitos que identifiquen al individuo con el planeta, y no con su grupo local. Es necesario oír la voz de la razón.
MOYERS: La voz de razón, ¿es éste el camino filosófico sugerido por los símbolos mitológicos?
CAMPBELL: Exactamente. Aquí tiene una transición importante que ocurrió alrededor del año 500 a.C. Era el tiempo de Buda, de Pitágoras, de Confucio y de Lao-Tzu, si Lao-Tzu existía. Es el despertar de la razón humana. El hombre no será más modelado ni gobernado por poderes animales. No será más guiado por la analogía con la tierra plantada, por el curso de los planetas, sino por la razón, el camino propio del hombre. Y, claro, lo que destruye la razón es la pasión. Es lo que nos empuja hacia abajo.

MOYERS: Tenemos una mitología para los poderes animales. Existe una mitología para la tierra plantada –fertilidad, creación, la diosa madre- y existe una mitología para las luces celestiales, para los cielos. Pero en los tiempos modernos nos movemos más allá de los poderes animales, más allá de la naturaleza y la tierra plantada, y las estrellas ya no nos interesan, excepto como curiosidades exóticas y como terreno para los viajes espaciales. ¿Dónde estamos nosotros ahora en nuestra mitología para la gente?
CAMPBELL: Durante mucho, mucho tiempo no podremos tener una mitología. Las cosas están cambiando demasiado rápido para llegar a ser mitologizadas.
MOYERS: Entonces, ¿cómo podemos vivir sin mitos?
CAMPBELL: El individuo tiene que encontrar un aspecto del mito que se relacione con su propia vida. El mito básicamente tiene cuatro funciones. La primera es la función mística de la que le he hablado antes: cuando nos damos cuenta de la maravilla que es el universo, de la maravilla que es el ser humano, cuando se siente la unión y a la vez el temor ante ese misterio. El mito abre el mundo hacia la dimensión del misterio, hacia la conciencia del misterio que subyace bajo todas las formas. Si esto se le escapa, Ud. no tiene una mitología. Si el misterio se manifiesta a través de todas las cosas, el universo se convierte, por así decirlo, en una pintura sagrada. Usted siempre se dirige al misterio transcendente a través de las condiciones de su mundo actual.
La segunda es la dimensión cosmológica, la dimensión de la que se ocupa la ciencia mostrándole cuál es la forma del universo, pero mostrándoselo de tal manera que el misterio otra vez sale a la superficie. Hoy día tendemos a pensar que los científicos tienen todas las respuestas. Pero los grandes entre ellos dicen: “No, no tenemos todas las respuestas. Sólo le decimos cómo algo funciona”, pero, ¿qué es esto? Encendemos un fósforo, ¿qué es el fuego? Puede hablarme de oxidación, pero eso no me dirá nada.
La tercera función es la sociológica: el apoyo y validación de cierto orden social. Aquí los mitos varían tremendamente de un lugar a otro. Usted puede tener toda una mitología de la poligamia y toda una mitología de la monogamia. Ambas son buenas. Depende de dónde esté usted. Es justo la función sociológica del mito lo que asumió la dirección de nuestro mundo, y ahora está desactualizada.
MOYERS: ¿Qué entiende por eso?
CAMPBELL: Las leyes éticas. Las leyes de la vida como deberían ser en una sociedad ideal. Todas las páginas y páginas de Jehová sobre qué ropa llevar, cómo comportarse uno hacia otro etc. en el primer milenio antes de Cristo. No obstante, existe una cuarta función del mito, aquella, diría yo, con la que todas las personas de hoy deberían intentar relacionarse, y es la función pedagógica, cómo vivir una vida humana bajo cualquier circunstancia. Los mitos pueden enseñarle esto.

MOYERS: ¿Así que la antigua historia, conocida desde hace tanto tiempo y transmitida a través de las generaciones, no funciona, y todavía no hemos aprendido una nueva?
CAMPBELL: La historia que tenemos en Occidente, en la medida en que se basa en la Biblia, se basa en una visión del universo que pertenece al primer milenio antes de Cristo. No está de acuerdo ni con nuestro concepto del universo, ni con nuestro concepto de la dignidad humana. Pertenece completamente a otro lugar.
Hoy tenemos que aprender a volver atrás, pero para conseguir el antiguo acuerdo con la sabiduría de la naturaleza, para volver a darnos cuenta de nuestra fraternidad con los animales, el agua y el mar. Decir que la divinidad modela el mundo y todas las cosas se condena como panteísmo. Sin embargo, el panteísmo es una palabra engañosa. Ella sugiere que un dios personal debería habitar el mundo, pero la idea no es así en absoluto. La idea es transteológica. Es de un misterio indefinible, inconcebible, planteado como un poder que es la fuente, el fin y el fundamento de toda la vida y de todo el ser.

MOYERS: Los científicos han empezado a hablar abiertamente sobre el principio de Gaia.
CAMPBELL: Pues aquí estamos, todo el planeta es un gran organismo vivo.
MOYERS: Madre Tierra. ¿Aparecerán los nuevos mitos de esta imagen?
CAMPBELL: Pues, alguna cosa, sí. No se puede prever qué mito va a aparecer, igual que Ud. no puede prever qué va a soñar esta noche. Los mitos y los sueños provienen del mismo lugar. Vienen de un tipo de conciencia que tiene que encontrar su expresión en una forma simbólica. Y el único mito en el que valdrá la pena pensar en el futuro inmediato es el que habla del planeta, no de la ciudad ni de esta gente, sino del planeta y de cada una de las personas que están en él. Esta es mi idea principal sobre el mito que aparecerá.
Y lo que exactamente tratará este mito será de lo que tratan todos los mitos: de la maduración del individuo desde la dependencia a la edad adulta, después a la madurez y después a la salida; y también qué relación vamos a tener con esta sociedad y cómo relacionar esta sociedad con la naturaleza y el cosmos. Es eso de lo que han hablado todos los mitos y de lo que también hablará éste. Pero la sociedad de la que hablará es de una sociedad planetaria. Hasta que eso no comience, no habrá nada.
MOYERS: ¿Qué deben nuestras almas a los mitos antiguos?
CAMPBELL: Los mitos antiguos fueron creados para armonizar la mente y el cuerpo. La mente puede divagar por caminos extraños, queriendo cosas que el cuerpo no quiere. Los mitos y ritos eran maneras de poner la mente en armonía con el cuerpo, y el modo de vivir con los modelos establecidos por la naturaleza.
MOYERS: Entonces, ¿estos viejos cuentos viven en nosotros?
CAMPBELL: Sin duda. Las etapas del desarrollo humano son hoy día las mismas que eran en los tiempos antiguos. De niño le educan en un mundo de disciplina, de obediencia y Ud. depende de otros. Todo eso tiene que ser superado cuando se entra en la madurez para que Ud. pueda vivir no en dependencia, sino con una autoridad autorresponsable. Si Ud. no es capaz de pasar esa barrera, puede volverse neurótico. Después de haber conquistado, producido su propio mundo, llega la crisis de la separación.
MOYERS: ¿Y finalmente la muerte?
CAMPBELL: Y finalmente la muerte. Es la separación final. Así que el mito necesita servir a los dos objetivos, a la introducción de la persona joven en la vida de su mundo - esta es la función de la idea del folclore- y después en la separación. La idea folclórica quita la cáscara de la idea elemental que le guía hasta su propia vida interior.

MOYERS: ¿Somos capaces de enterarnos de la verdad? ¿De encontrarla?
CAMPBELL: Cada persona puede tener su propia profundidad, su propia experiencia y alguna convicción de estar en contacto con su propio ser a través de la conciencia y la dicha. La gente religiosa dice que no experimentaremos realmente la dicha antes de morir e irnos al cielo. Pero yo creo en alcanzar el máximo posible de esta experiencia durante la vida.
MOYERS: ¿Tiene Ud. alguna vez, cuando sigue su dicha, la sensación de estar ayudado por una mano invisible?
CAMPBELL: Todo el tiempo, es milagroso. También tengo una superstición que creció en mi interior y se hizo parte de mí como resultado de esa mano invisible que está presente todo el tiempo, y es que, si Ud. sigue su dicha, se coloca en un tipo de vía que estaba allí todo el tiempo, esperándole, y la vida que debería vivir es la que Ud. está viviendo. Cuando consiga verlo, Ud. empezará a encontrar personas que están en el campo de su dicha y ellas abren las puertas para usted. Yo digo, “siga su dicha y no tenga miedo”, y las puertas se abrirán donde ni sabía que había puertas.

MOYERS: ¿Por qué hay tantos cuentos sobre héroes en la mitología?
CAMPBELL: Porque eso es algo sobre lo que vale la pena escribir. Aun en las novelas populares, el protagonista es un héroe o una heroína que descubre o realiza una cosa más allá del nivel normal de realizaciones o de experiencia. El héroe es alguien que dio su propia vida por algo mayor que él mismo.
MOYERS: ¿Cuál es el significado de las tentaciones, de las pruebas, de las experiencias penosas del héroe?
CAMPBELL: Si usted desea ponerlo en términos de intenciones, las experiencias penosas sirven para que se vea si el pretendiente a héroe puede realmente llegar a serlo. ¿Está a la altura de la tarea? ¿Es capaz de superar los peligros? ¿Tiene el coraje, el conocimiento, la capacidad que le habiliten para servir?... Si Ud. se da cuenta del verdadero problema -la pérdida de sí mismo, entregarse a algún objetivo más alto o a otro- usted percibe que justo eso es la prueba final. Cuando dejamos de pensar prioritariamente en nosotros mismos y en nuestra autopreservación, pasamos por una transformación de conciencia verdaderamente heroica. Y todos los mitos tienen que ocuparse de la transformación de la conciencia, de cualquier tipo que sean. Usted, que pensaba de una cierta manera, ahora tiene que pensar de una manera diferente.
MOYERS: ¿Cómo se transforma la conciencia?
CAMPBELL: Por las propias tentaciones, o bien por las revelaciones iluminadas. Todo gira en torno de tentaciones y revelaciones.
MOYERS: ¿Tiene el heroísmo un objetivo moral?
CAMPBELL: El objetivo moral consiste en salvar a un pueblo, a una persona, o bien en apoyar una idea. El héroe se sacrifica por algo, ahí está la moralidad del asunto. Está claro que mirando desde otro punto de vista Ud. podría decir que la idea por la que él se sacrificó no merecía tal gesto. Es una opinión basada en otra posición, pero ella no anula el heroísmo intrínseco de la proeza.
MOYERS: ¿Por qué Ud. tituló su libro “El héroe de las mil caras”?
CAMPBELL: Porque existe una cierta serie de acciones heroicas que se pueden detectar en los cuentos provenientes de todas las partes del mundo y de distintos períodos de la historia. En esencia, podríamos decir que existe sólo un héroe mítico, arquetípico, cuya vida se multiplica en réplicas, en muchos países, por mucha, mucha gente. Un héroe legendario es normalmente el fundador de algo, el fundador de una nueva era, el fundador de una nueva religión, el fundador de una nueva ciudad, el fundador de una nueva manera de vivir. Para fundar algo nuevo, él debe abandonar lo viejo y partir en búsqueda de la idea simiente, la idea germinal que tenga la potencialidad de hacer aflorar lo nuevo.
Joseph Campbell nos dejó en herencia su filosofía de vida resumida en una frase que repetía siempre que tenía una oportunidad: “¡Siga su dicha!”

En sus escritos encontramos lo siguiente: “... Es importante vivir la vida con experiencias, con la conciencia de su misterio y de nuestro propio misterio. Eso es lo que le da a la vida un nuevo brillo, una nueva armonía, una nueva grandeza. Aprenda Ud. a conocer los valores positivos en los momentos y aspectos negativos de su vida. La gran cuestión es si Ud. es capaz de decirle un cordial “sí” a su aventura, a la aventura del héroe, la aventura de estar vivo.”


Daliborka Kikovic.
Recogido de la REVISTA ESFINGE- N.A.

Desafíos de un mundo en Crisis




En estos últimos años, estamos viviendo una profunda crisis de los valores que considerábamos, hace unos años, estables y correctos. Parece que esto está cambiando de manera mucho más acelerada de lo que se podría pensar hace una década.

La actual crisis es, no solo global, sino que afecta también a múltiples y complejos sistemas de valores sociales, y no solo al aspecto económico. Afecta a una desestabilización de los valores espirituales, éticos y morales y aun psicológicos en nuestras sociedades.

Parece como si el ser humano hubiera perdido su razón de "ser humano" y su contacto con la ecología de la naturaleza. Se siente engañado, traicionado, desencantado por tantas falsas promesas de bienestar, de justicia social y de un crecimiento económico interminable. Y todo esto ha fracaso. Ya casi no le queda ni la esperanza... en un mejor futuro como "tabla de salvación". Parece que casi no le queda nada... Pero quizás aún hay esperanzas... si el Ser Humano, dentro de nosotros mismos, despierta de su sueño de quimeras.

La sociedad occidental, desde el nacimiento del sistema liberal y capitalista, hace poco más de dos siglos, se ha venido aferrando cada vez más al mito del crecimiento económico interminable que ella misma creó. Principalmente desde los últimos cincuenta años, la persecución de este crecimiento ha sido el más importante de los objetivos políticos en el mundo. La ahora llamada "economía globalizada" o mundial tiene actualmente cinco veces el tamaño de hace medio siglo. Si continuara creciendo al mismo ritmo, en el año 2100 será ochenta veces mayor.

Este enorme salto de la actividad económica global en el mundo no tiene precedentes en la historia. Y está totalmente en desacuerdo con la base de recursos finitos que existen en la Tierra y con el frágil equilibrio ecológico del que depende el ser humano para su supervivencia. Hoy se estima que la degradación de los ecosistemas del mundo que este crecimiento ha provocado es de poco más de un 60%.

La explotación y la especulación desmedidas en las materias primas y sus derivados financieros llevaron al mundo al borde del colapso en el año 2008. Para muchos analistas económicos, los 25 ó 30 años previos a la crisis económica del 2008 podrían haberse visto como una "edad de oro", pero, ante la situación actual, cinco años después, ya no piensan lo mismo. Ahora piensan que se trataba del "canto del cisne" del mito del crecimiento indefinido... y quizás de la civilización occidental, tal como la considerábamos.

Las razones de esta ceguera colectiva se centran principalmente en el hecho de que el capitalismo se basa necesariamente en el crecimiento para lograr su estabilidad. Y cuando la expansión se tambalea, como ha pasado recientemente, los políticos y, por lo tanto, la gente y los sistemas, entran en pánico.

Los negocios, las medianas y pequeñas empresas luchan por sobrevivir. La gente pierde sus trabajos y en ocasiones sus propias casas y propiedades en tierras. La espiral de la recesión es ya una amenaza. Es, pues, necesario poner en tela de juicio el mito del crecimiento indefinido, pues ya está claro que ha fracasado.


Ha fracasado para más de 2000 millones de personas que viven con menos de 2 $ diarios, ha fracasado para el sistema ecológico de cuya supervivencia depende. Ha fracasado para poder proporcionar estabilidad económica y asegurar el bienestar de las personas.

La prosperidad y el bienestar para unos pocos, fundamentada en la destrucción del medio ambiente y en la injusticia social, no son buenas bases para una sociedad verdaderamente civilizada. La gente hoy está más enojada que nunca con aquellos que se aprovecharon, antes de la crisis del 2008, de las "facilidades" que proporcionaba el Estado liberal del "bienestar". Porque todo fue una burbuja económica artificial para manipular y explotar la "ingenua avaricia" de la gente que tiene expectativa y cierta esperanza en algo mejor.

Es necesario, como ya lo apuntan reputados economistas como Mervyn King, G. Osborne o Ed. Milidband, entre otros, que el actual sistema capitalista financiero sea reemplazado por un sentido de las finanzas menos vulnerable a las crisis, más equilibrado, duradero y lento, con inversiones realmente sólidas:
  • en activos realmente productivos y en tecnologías "limpias" que respeten el medio ambiente y la ecología;
  • en mejores sistemas de salud y de educación;
  • en viviendas de calidad;
  • en sistemas de transporte público eficientes;
  • y principalmente en educar para mejorar la ética empresarial y de los funcionarios públicos, a fin de evitar, o al menos disminuir, la corrupción y la degradación social. Ya está claro que obtener beneficios a expensas de los contribuyentes es inmoral.
Pero arreglar la economía no es suficiente. También hay que luchar contra la mentalidad del consumismo. La gente, hasta hace muy poco, corría a endeudarse para comprar cosas que realmente no podían pagar. Los días de gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para impresionar a gente que no nos importa, deben terminar.


Debemos volver a aprender la diferencia entre lo que realmente necesitamos para tener calidad de vida y lo que queremos, influenciados por las modas y por una publicidad hipnotizadora y aplastante. Como decían los filósofos estoicos, "la felicidad no consiste en tener más, sino en aprovechar bien y conformarse con lo que se tiene".

El verdadero bienestar es algo muy diferente, que se basa en tener un hogar y un trabajo decentes, buenos servicios públicos (sanitarios, educacionales, transportes, etc.) en una comunidad social estable. Lo que debe importar es el crecimiento de la calidad, no de la cantidad.


Además, el verdadero bienestar trasciende las preocupaciones meramente materiales. Reside en el amor de nuestras familias, en el apoyo de nuestros amigos y en la fuerza o poder de cohesión social de nuestras comunidades humanas, pequeñas o grandes, no importa mucho.


El desafío que debemos enfrentar, en este mundo en crisis, es crear las condiciones necesarias económicas, psicológicas, morales y espirituales, para colaborar de manera fraternal, coherente y cohesionada. Esto es también una llamada de colaboración para todos los organismos que tengan el mismo sueño y objetivo, con el fin de hacer todo esto posible.



En esto estamos trabajando. Si realmente queremos superar las enormes dificultades de la gran crisis global que ya ha inaugurado, hace unos cuantos años, esta nueva Edad Media mundial, es necesario colaborar entre nosotros, los que pensamos de una manera parecida, en medio de este mundo que poco a poco se derrumba.




Jorge Alvarado Planas