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Cartas de los Mahatmas-fragmentos

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jueves, 30 de junio de 2016

LA REINA SUPREMA -fragmento de Las Nieblas de Avalon


"Habla Morgana:

Hasta el día de hoy no he sabido cuántas noches y días pasé en el país de las hadas, aun ahora mi mente se confunde cuando intento contarlos. Empeñándome en ello, sólo puedo concluir que fueron no menos de cinco ni más de trece. No sé cuanto tiempo pasó en el mundo exterior, ni en Avalon, mientras estuve allí, porque la humanidad guarda mejor registro del tiempo que el pueblo de las hadas. No obstante, creo que transcurrieron unos cinco años.

Acaso, y esto me parece más cierto según envejezco, lo que denominamos transcurso del tiempo ocurre solamente porque hemos adquirido el hábito, en lo más profundo de nuestro ser, de contar y medir cosas, desde los dedos de un niño recién nacido hasta el alzarse y retornar del sol. Pensamos continuamente en cuántos días han de pasar para que el trigo madure, o para que nuestro hijo crezca en el vientre y nazca, o para que algún ansiado encuentro tenga lugar; y todo esto lo comparamos con la vuelta del año y del sol. En el país de las hadas nada supe del paso del tiempo y, por tanto, no transcurrió para mí. Pero cuando salí de aquel país, vi que algunas arrugas habían aparecido en el rostro de Ginebra y que la exquisita lozanía de Elaine había empezado a empañarse un poco; pero mis manos eran las de siempre, mi rostro carecía de arruegas y, aunque en nuestra familia las canas aparecen en el pelo con prontitud – a los diecinueve años Lancelot ya tenía algunas hebras grises-, el mío continuaba negro como el ala de una corneja.

He llegado a pensar que, desde que los druidas sustrajeron a Avalon del mundo del cálculo y las cuentas constantes, empezó a suceder allí también. El tiempo no fluye en Avalon como en el transcurrir de un sueño, no de forma similar a como lo hace en el país de las hadas. Emperó, el tiempo real ha empezado a acumularse un poco. Vemos allí el sol y la luna de la Diosa, y registramos los ritos en el anillo de piedras, con lo que el tiempo nunca nos abandona por completo. Sin embargo no corre parejo con el del resto del mundo, aunque se podría pensar que si el movimiento del sol y la luna son completamente conocidos, debería coincidir…. más no es así. En estos últimos años podía refugiarme  durante un mes en Avalon y, al salir de allí, descubrir que en el exterior había transcurrido una estación entera. Con frecuencia, hacia el final de aquellos años, así lo hacía, porque me impacientaba ver lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior. Y cuando la gente reparó en que permanecía siempre joven, se confirmó en su creencia de que yo era un hada o una bruja.


MARION ZIMMER BRADLEY Fragmentos de LA "REINA SUPREMA" Libro II- de la Saga LAS NIEBLAS DE AVALON

miércoles, 29 de junio de 2016

COMENTARIOS SOBRE EL BANQUETE DE PLATON



COMENTARIOS SOBRE EL BANQUETE DE PLATON

El amor, en efecto, no es bello ni feo, bueno ni malo, sino un intermediario (ti metaxy) entre lo uno y lo otro (201, e; 202, a, b).  Por ello, no ha de considerársele, como hace la opinión común, como “un gran dios”, ya que no puede negársele a los dioses la belleza y la bondad.  No es, pues, un dios, pero tampoco un mortal, sino “un gran demoni” (daimon megas), es decir, nuevamente un metaxy, un intermediario entre los mortales y los dioses. Esta es la condición de los daimones: servir de enlace y comunicación entre los dioses y los hombres, llenando así el vacío que, en su defecto, habría entre ellos y contribuyendo de este modo a la unidad del todo de la realidad (202, e; 203, b).  (No será necesario recordar aquí el nexo esencial de estos conceptos con la significación del famoso demonio de Sócrates.)

Explica después Diotima el conocido mito del nacimiento de Eros, hijo de Poros (la Riqueza) y de Penia (la Pobreza), y concebido durante el festín olímpico con que los dioses celebraban el nacimiento de Afrodita (203, b, c). En cuanto hijo de Penia, Eros es indigente, y no es ni delicado ni bello, sino rudo, desaliñado y sin hogar, como un vagabundo.  Pero, en cuanto hijo de Poros, persigue sin descanso todo lo que es bello y bueno, es viril, acometedor, astuto, pródigo en invenciones y recursos; “pasa toda su vida filosofando”; es “brujo, mago, sofista” .  En virtud de esta doble herencia, tan pronto se le ve floreciente y vivaz como agostándose y muriendo, para renacer nuevamente con igual rapidez y pujanza; todo en él es dinamismo; los beneficios obtenidos con sus inagotables recursos tan pronto son adquiridos como dispendiados, de modo que nunca está en completa indigencia ni en completa opulencia (203, b; 203, e).  Esta condición medianera se manifiesta en toda su naturaleza y atributos.  Así, se halla en el punto medio entre la sabiduría y la ignorancia, lo cual caracteriza, justamente, a la actitud filosófica, al filósofo. “Porque ningún dios filosofa, ni desea llegar a ser sabio; pero tampoco los ignorantes filosofan ni desean hacerse sabios, pues la desdicha del ignorante consiste en que, no siendo, bello, bueno ni prudente, cree serlo cumplidamente; por tanto, no creyéndose desprovisto, no puede desear aquello que piensa no serle menester poseer” (204, a). No siendo, pues, los sabios, ni los ignorantes los que filosofan, es claro que sólo lo harán los intermedios entre ambos, y uno de ellos es el Amor. “Es, en efecto, necesario que el Amor sea filósofo”, pues como se ha dicho, anhela lo bello, y la sabiduría (sophia) está entre las cosas más bellas que existen. Todo este preludio lógico mítico viene a desembocar en la siguiente conclusión: el amor es la tendencia, anhelo o deseo de la posesión perpetua de lo bueno. 1°, el amor tiene como objeto propio lo que es bueno; 2°, no se ama lo bueno, sin más, sino su apropiación o posesión; 3°, no la posesión simpliciter, sino para siempre (206, a).  Con estas precisiones prepara Platón su definición central del amor:  afán de engendrar en la belleza, según el cuerpo y según el alma (206, b). Esta es, en efecto, la traducción de los anteriores conceptos a otros más próximos al núcleo esencial que se busca.  En todo hombre hay una fecundidad potencial –según el cuerpo y según el alma- que tiende a actualizarse, y esta tendencia se agudiza al llegar a cierta sazón de la vida. Ahora bien: dicha tendencia a engendrar no se puede realizar sino en lo bello, porque hay en ella algo de divino y entre lo feo y lo divino hay discordancia, mientras que existe concordancia entre lo divino y lo bello. En la fecundidad y en la procreación hay que ver también un carácter de inmortalidad en el ser mortal que es el hombre.  Pero la posesión perpetua del bien y el deseo de inmortalidad se enlazan de modo necesario. De ahí esta nueva conclusión: que el objeto del amor es también la inmortalidad (207 a). En el amor, la naturaleza mortal tiende a inmortalizarse, a perpetuarse, y esto sólo puede lograrlo mediante la generación. Y así ocurre, tanto en lo corpóreo como en lo espiritual; este sentido tiene desde la generación animal hasta el deseo de gloria imperecedera que guía al hombre en su múltiple actividad creadora. Pero la fecundidad del alma es muy superior a la del cuerpo, y se manifiesta, sobre todo, en obras de pensamiento, como son las de los poetas e inventores de toda especie, y sobresaliendo entre todas, en las del legislador (cuyas virtudes o facultades son “la prudencia y la justicia” –sofrosyne kai dikaiosyne-).  Las personas dotadas de esta fecundidad según el alma préndanse también de las almas bellas –más que de los cuerpos- y se esfuerzan por conducirlas hacia su máxima perfección, desarrollando en ellas todas sus posibilidades latentes (es la idea del amor como una paidea o actividad formativa) 

 Estos hijos –las obras del espíritu- son más amados y contribuyen a la inmortalidad mucho más que los de la carne. ¿Quién no pospondrá toda descendencia carnal a la que un Homero o un Hesíodo lograron en su obra? ¿A quién le han procurado sus hijos humanos una inmortalidad y una gloria comparables a las que a un Licurgo y a un Solón les deparó la creación de sus sabias instituciones?

En este punto sobreviene un nuevo giro estilístico, que corresponde a la culminación del tema.  Hasta ahora ha hablado Diotima –es decir, Sócrates; es decir, Platón- en tono más o menos llano y familiar (aunque ya su discurso ha tomado vuelo desde que comenzó a hablar de la fecundidad espiritual). Pero desde este momento empiezan a sonar palabras de alta tensión: “misterio”, “iniciación”, “revelación”. Este crescendo, con el que finaliza el discurso de Diotima, encuentra su cima en la revelación de lo bello en sí (autó to kalón), o, más literalmente, según la traducción propuesta igualmente por Zubiri, de lo bello mismo.

Hay, en efecto, una vía a seguir para llegar a la contemplación de “lo bello mismo”, un “camino recto”.  Pero el encontrarlo requiere una “iniciación”, pues las cosas superiores del amor son un “misterio”. Constituye esta iniciación un ascenso erótico, que se realiza a través de los siguientes grados:

Primero –e ínfimo-: el amor a la belleza corporal (que comprende dos momentos: amor a un cuerpo bello determinado y amor a la belleza corpórea en general).
Segundo: amor a la belleza de las almas, es decir, a la belleza moral (que encuentra su expresión en los quehaceres y en las reglas de conducta de los hombres).
Tercero: amor a los conocimientos. (En este grado el amor se desprende ya de la servidumbre de los seres humanos concretos.)
Cuarto, y supremo: amor a lo bello en sí, que se ofrece de súbito cuando se ha recorrido adecuadamente el camino anterior en todas sus etapas.  Es como una revelación de algo “maravilloso” (thaumastón), a lo cual se ordenan, como a su fin, todos los grados anteriores.  Esta belleza superior es, en una palabra, la Idea misma de lo bello (210 a, 210 e).

Platón, por boca de Diotima, enuncia los caracteres de esa belleza en sí, que no son otros que las propiedades ontológicas del mundo de las Ideas.  Esta belleza, en efecto, es eterna (aei on), inengendrada e imperecedera, sin aumento ni disminución; además, no es bella en este punto y fea en el otro, ni bella ahora y fea luego, ni bella en un cierto respecto y fea en otro, ni bella aquí y fea en otro lugar (como si fuese bella para alguien y fea para otro); por otra parte, no es susceptible de representarse con un rostro, o con manos, o con cualquier otro atributo corporal, ni tampoco como una cierta “razón” (logos) o ciencia (episteme), ni como existiendo en algún sujeto (por ejemplo, en algún viviente, o en la tierra, o en el cielo, o en cualquier otro lugar), sino que hay que representársela como siendo en sí y por sí misma, como una esencia o forma eternamente idéntica a sí misma (autú monoeides aei), y de la cual participan todas las demás cosas bellas, sin que, por lo demás, la generación ni la destrucción de éstas afecten para nada a lo bello mismo (211 a, b).

El eros es un impulso o fuerza ascensional que tiene su último término en la contemplación del mundo inteligible de las Ideas; su sentido es el de una liberación de lo sensible y corpóreo, y ésta se realiza mediante la forma suprema de conocimiento –la filosofía- cuyo órgano es el nus

Por otra parte, esta elevación intelectual lo es también en el orden del valor, de modo que la vida filosófica, movida por la fuerza del amor, es una especie de comunión en el Ser, el Bien y la Belleza.  Finalmente, el amor es misterio….

Antonio Rodríguez Huescar- Ed. Porrua

domingo, 26 de junio de 2016

José Ingenieros-frases sobre la fe y el fanatismo





La Fe es de visionarios. 
El fanatismo de siervos

La Fe es llama que enciende y 
el fanatismo es ceniza que apaga

La Fe es una dignidad y 
el fanatismo es un renunciamiento


La Fe es una afirmación individual de alguna verdad propia 

y el fanatismo es una conjura de huestes 
para ahogar la verdad de los demás



Frases de: José Ingenieros

miércoles, 22 de junio de 2016

EL PÁJARO DE LA RESURRECCIÓN


Esta Resurreción Espiritual se representa por un Pájaro -en las figuras tebanas mezcla de golondrina y de halcón- y con cabeza humana. En Menfis era representada por el Fénix o Pájaro de la Resurrección. Uno de sus nombres, en Tebas, es AKHU o CHEYBI, y simboliza la Intuición de las Cosas Sagradas. En una clave es el Alma, la parte Espiritual Luminosa que da lugar a la Magia Blanca, a los Prodigios, a las Santidades. Tiene la propiedad de poder posarse, tal cual la vemos en el papiro, sobre el techo de las cosas concretas, y también, por su condición de pájaro, de remontarse y volar hacia las alturas de la Otra tierra, el Cuadrado Mágico alumbrado por AMON o la Luz Espiritual. Esa Otra Tierra es la Mansión de los Bienaventurados, el Amen-Ti, literalmente la Tierra de Amón, o mejor El País de Amón o la Gran Casa de Amón, que es perfecta y estable.



Recogido del libro:  TEBAS, de Jorge A. Livraga Rizzi-Edit. N.A.

lunes, 6 de junio de 2016

Sobre la Historia y la leyenda

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Pero todo son dudas, negaciones, apostasías e indiferencia brutal en nuestra edad de cien "ismos" y ninguna religión. Todos los ídolos son rotos menos el Becerro de Oro.

"Desgraciadamente, ninguna nación ni naciones pueden escapar a su destino kármico, así como tampoco las unidades ni los individuos. La Historia misma es tratada por los llamados historiadores con tan poco escrúpulo como la tradición legendaria. Por esta causa Agustín Thierry ha hecho, amende honorable, si ha de creerse a sus biógrafos. Deploraba él el principio erróneo que hacía se extraviasen todos los llamados historiadores, y que cada cual presumiese corregir la tradición, "esa vox populi que de diez veces nueve es vox de Dei"; y finalmente admitía que sólo en la leyenda reposa la verdadera historia; pues añade:

la leyenda es tradición viviente, y de cuatro veces tres encierra más verdad que lo que llamamos Historia.

Mientras los materialistas niegan todo en el Universo excepto la Materia, los arqueólogos tratan de empequeñecer a la antigüedad y  destruir todas las afirmaciones de la Antigua Sabiduría, corrompiendo la Cronología. Nuestros presentes escritores orientalistas e historiadores son para la Historia Antigua lo que las hormigas blancas para los edificios de la India. Según Michelet:

La Historia se derrumbará y se pulverizará en el seno del siglo XX, devorada hasta sus cimientos por sus analistas.

Muy pronto, en verdad, bajo sus esfuerzos combinados, participará del destino de esas ciudades arruinadas de ambas Américas, que yacen profundamente enterradas bajo bosques vírgenes intransitables, Los hechos históricos permanecerán ocultos a la vista por las selvas inextricables de las hipótesis, negaciones y escepticismos modernos. Pero, afortunadamente, la Historia real se repite; puesto que procede, como todo, por ciclos, y los sucesos deliberadamente ahogados en el mar del escepticismo moderno ascenderán y aparecerán de nuevo a la superficie.



fragmentos de DOCTRINA SECRETA -H.P. Blavatsky