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martes, 26 de septiembre de 2017

Moassy el Perro

fotografía de carlosandrescruz.com

 Habéis enseñado al pueblo a gritar, pero no a trabajar. Mientras que los pueblos civilizados que despreciáis han olvidado las alpargatas, vuestros niños van descalzos y los calzáis con palabras, los arropáis con quimeras, los cubrís con mitos y promesas de un futuro que siempre es futuro, jamás presente… No os pido perdón por mi franqueza, sino por habérmela callado tanto tiempo. Mi interlocutor guardó silencio, pero luego, seguramente, comentó mis palabras con alguno de los señorones del “Gobierno reformista”, pues pocos días después se me invitaba muy amablemente a seguir viaje. Y así los dejé con sus sueños, con su futuro sin presente, con su pasado sin presente. Y a regañadientes de mis asesores económicos humanos, que habían visto la oportunidad de algún buen negocio basado en cuentas numeradas, di la orden de partir de inmediato. Mi buque zarpó de noche y en silencio, como una ocasión que se va. Ya en altar mar tuve que soportar las críticas amargas de mis acompañantes, que me acusaban de falta de tacto diplomático. Tuve que recordarles que les pagaba demasiado bien como para que tratasen de aprovechar mis viajes para explotar a los pueblos engañados. Luego me consolé a solas, considerando que los perros no tendríamos una viva inteligencia, pero que nuestro simple corazón lo compensaba con creces. Sentí orgullo de ser perro. Una observación de mi capitán me sobresaltó: –Doctor –me dijo–, perdone que le exprese que su reacción no fue del todo humana… Y mi inquietud no provino tan solo de sus palabras, sino de su sarcástica sonrisa. 

Algunas ciudades modernas y bien trazadas estaban acordonadas por cientos de miles de casuchas de lata y ramas. Estas “villa-miseria” se cambiaban de lugar periódicamente, entre gran aparato de propaganda, y se las rebautizaba como “barrios-obreros” o “urbanizaciones”, comenzadas siempre con cemento y una marmórea piedra fundamental y “acabadas” con cañas y paja. En las ciudades, miríadas de mendigos; y los campos, despoblados, pues la “reforma agraria” había fragmentado la fuerza de la mano de obra, y sin una cabeza organizadora, los numerosos brazos preferían inclinar una botella de alcohol antes que los mangos de un arado que, por ser de todos, ya no era de nadie. Aprecié cómo el hombre, al igual que nosotros, los perros, prefiere el menor de los placeres o logros si lo puede disfrutar en paz y a discreción, a los más retumbantes triunfos huecos de calor, subjetivos y prefabricados para justificar una máquina de propaganda, a la cual el pueblo siempre obedece, pero jamás comprende; así como también los perros obedecemos a los látigos, aunque nunca los entendamos. Y ¿no es la propaganda, en manos de estos “revolucionarios”, un gran látigo que empuja sin explicar y que avergüenza sin terminar de herir? Mis conversaciones posteriores me convencieron de las buenas intenciones de muchos de estos “reformistas”, pero también me hicieron ver las limitaciones a que les sometía una elaborada mitología autóctona, siempre alentada por los activistas y los bandidos retitulados “guerrilleros”. En fin, que todos hablaban mucho, planificaban más y promovían drásticas violencias, no solo desde la tribuna política, sino hasta en la cátedra universitaria y el púlpito religioso; pero nadie quería trabajar seriamente ni aceptaba construir fuentes de riqueza, siguiendo la vieja ley de una causa-esfuerzo que precede a un efecto-logro, prefiriendo soñadas reivindicaciones y nacionalizaciones de minas, campos y fábricas, que los extranjeros se apresuraban a negociar por haber dejado de ser productivas y rentables. Así, entre bombos y platillos vi “nacionalizar” capas de petróleo inaccesibles o empobrecidas; campos erosionados por un cultivo intensivo y monotípico; transportes que ya ninguna compañía aseguradora internacional hubiese querido cubrir con pólizas normales. Y mientras se ponía tanto celo en dar tinte nacional a esas soñadas riquezas, la verdadera, la juventud, era abandonada en las manos de los activistas extranjerizantes. El resultado estaba a la vista. "



fragmento de Moassy el Perro
Jorge Angel Livraga Rizzi
Editorial N.A.

sábado, 2 de septiembre de 2017

El Absoluto no se define


La imagen puede contener: cielo, montaña, exterior, naturaleza y agua


Así, pues, no hay más que un sólo Upadhi (Base) Absoluto en el sentido espiritual, del cual sobre cual y en el cual son construídas para fines manvantáricos los básicos centros innumerables, en que tienen lugar las Evoluciones individuales cíclicas y universales durante el período activo.

Las inteligencias iluminadoras, que animan a estos diversos Centros del Ser, son nombradas indistintamente por los hombres que habitan más allá de la Gran Línea, los Manus, los Rishis, los Pitris, los Prajapati y así sucesivamente; y Dhyani-Budhas, los Chohans, Melhas (Dioses del fuego), Bodhisattvas, y otros, al lado de acá.  Los verdaderamente ignorantes los llaman Dioses, los profanos instruidos, el Dios Uno; y los sabios, los Iniciados, veneran en ellos tan sólo las msanifestacioens manvantáricas de AQUELLO  sobre lo que ni nuestros Creadores (los Dhyan Chohan) ni sus criaturas, pueden jamás discutir ni saber nada. El ABSOLUTO no se define, y ningún mortal ni inmortal lo ha visto ni comprendido jamás durante los períodos de Existencia. Lo mutable no puede conocer lo Inmutable, ni lo que vive puede percibir la Vida Absoluta.

Por lo tanto, el hombre no puede conocer Seres más elevados que sus propios Progenitores"
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Fragmento de DOCTRINA SECRETA
H.P. BLAVATSKY