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sábado, 24 de mayo de 2014

La Ley del Amor...(En el Amor Cortés)

 
 
  "Nadie puede amar realmente sin ser impulsado por la esperanza del amor"
 
 
 
"El amor cortés, es fin´amor; se trata, pues, de un amor hasta el fin, y entendiéndolo bien, de un amor llevado a sus límites extremos. El fin´amor puede entenderse, como una acción amorosa dirigida hacia un fin.
 
 
El iniciador consiste sólo en abrir los ojos del héroe a una visión profunda del universo, en ningún momento se cuestiona el libre albedrío de este héroe; él debe saber lo que desea o no, debe ver o no ver, hacer o no hacer.
 
 
 
El Caballero al emprender su búsqueda de la dama, hace su entrada en la caballería de amor.
"La caballería de amor" es una cofradía o, mejor una especie de comunidad fraterna.
 
El caballero se lanza a una demanda de amor, y para llevarla a buen término debe pasar por las aventuras que le destina la mujer a la que ama, en virtud de su derecho de iniciativa.  Así podrá mesurar en su justo valor a su enamorado. El caballero sólo puede volver hacia ella si termina victorioso la prueba.
 
El héroe nunca puede tener éxito en su búsqueda si no es ayudado, guiado, por un ser superior, humano, divino, o por una entidad espiritual que reviste distintas apariencias.
 
El Amor total, absoluto, si implica exclusividad, no puede escapar a cierta coacción: el amante y la amante se pertenecen el uno al otro.

No es la posesión del o de la amante, sino la exclusividad, la relación privilegiada que se mantiene con el ser elegido.
 
Ésta en efecto, la gran lección que da el amor cortés; la superación del estadio del egoísmo y el egocentrismo para llegar a un estado de simbiosis con el ser único que uno ha elegido.

 
Ello supone una total renuncia a las tentaciones del ego. De ahí la aparente despersonalización de Lanzarote, dispuesto a todo para obedecer los deseos de la reina. El valor y el poder de Lanzarote sólo existen en función de esta renuncia.
 

 
Para Lanzarote, el Graal fue Ginebra, con todo lo que eso comporta de divinización de la mujer.
 
Pero lo que más cuenta no es tanto el Objeto que debe alcanzarse como la propia demanda, que es acción, que es metamorfosis.
 
Ginebra, amada por su caballero-sacerdote del modo que sabemos, no es ya la misma que la joven reina que era antes del encuentro, Ginebra no existe ya sin Lanzarote. Lanzarote no existe ya sin Ginebra. Tenemos aquí, en el plano del mito  y en el de la expresión literaria, el ejemplo más adecuado a las teorías del amor cortés.
 
Esta fusión con el Otro explica bastante bien las actitudes que el código de amor reclama del verdadero amante.  El amor debe impregnar toda su vida, en cada segundo de su existencia, porque el amor es Renovación perpetua.
 
El amor, según la teoría cortés, no es un estado sino una acción.
 
Todo debe ser utilizado para que la pareja se convierta en la unión perfecta de dos seres aislados en esta tierra, reconstruyendo así, aun sin saberlo, la famosa díada, la pareja sagrada, el andrógino mítico que algunos consideran el origen de la vida. Y el temor del amante ante la dama es algo más que un miedo psicológico, es realmente un miedo metafísico; el mundo entero puede derrumbarse si la pareja ideal pierde su equilibrio, pues la "pareja infernal" del amor cortés es la imagen de mundo que cada uno de nosotros intenta devolver a su grandeza y su pureza primitivas.
 
Por otra parte, en esta reconstrucción de la pareja primitiva divina reside el milagro. Hay milagro porque la reconstrucción es frágil, pero también porque es posible. Las pulsiones profundas del ser llevarán, necesariamente, a esa fusión. Hay reminiscencia de un antaño, una nostalgia de los orígenes. Pero para recuperar los orígenes no hay que volver hacia atrás. Muy al contrario, hay que seguir adelante, andar por los engañosos senderos de ese bosque de Broceliande donde se han dispuesto las trampas que servirán para eliminar a los impostores.
 
El amor cortés no es una pasión desenfrenada que los amantes sufren sino, por el contrario, un amor maduro, reflexivo y sometido al cedazo de la razón. Se presenta como una invitación a la superación y a la trascendencia.
 
El caballero supera etapas que, en cierto modo, le ponen en pie de igualdad con una dama antes inaccesible, por más alta que él, casi divina, pero la dama. por la prueba a la somete a su amante y el beneficio que de ella obtiene, alcanza la plenitud de su ser y de su personalidad.
 
El elemento básico del amor cortés es establecer nuevas relaciones de orden afectivo entre el hombre y la mujer.  Apelar al valor liberado de cualquier bajeza, lavado de todo lo que lo obstruyen, ilusiones diabólicas, falsas interpretaciones, es una invitación a llevar a cabo una auténtica catarsis por la que se puede aspirar a convertirse en "perfecto". 
 
Los rayos del sol (y, por metáfora, los "ojos de la dama") dan vida al amante-luna que se alimenta de ese calor y esa luz divinos, al menos por algún tiempo (durante una lunación), y es necesario que ese encuentro sol-luna se reproduzca periódicamente.
 
 
Lanzarote, al no negarla nada a su amante, afirma con fuerza la superioridad de la que ama y la dificultad que presenta su conquista. Pero, al hacerlo, transforma su ser. Ginebra se lo ha quitado todo. Pero se lo da todo. El intercambio es perfecto. He aquí ahora la nueva pareja, la pareja ideal, que toma posesión del mundo para mayor gloria de este mundo, puesto que, en realidad, el mundo artúrico soñado, sólo se mantiene por la cohesión de esa pareja fundamental.
 
Se trata, en definitiva, del ascenso del Ser de Luz... hacia la Morada que nunca debió abandonar.
 
La pareja cortés es una "pareja infernal" en la medida en que se levanta contra leyes y costumbres e intenta recuperar la situación primitiva, paradisíaca, del alba de los tiempos, cuando las antinomias no se percibían como contradictorias..."
 
 
 
 
fragmentos de EL AMOR CORTÉS o la pareja infernal
Autor: JEAN MARKALE-

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