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Cartas de los Mahatmas-fragmentos

Uno de  los  Maestros  dijo  que,  en  el  mundo  de  hoy,  donde  se  encuentran  tan  pocos  que  tengan   deseos   desinteresados  p...

jueves, 19 de julio de 2018

H.P. Blavatsky y su Misión por Franz HARTMANN




Lo que H. P. B. deseaba, eso pensaba; lo que pensaba, decía; y lo que decía, hizo sin mirar las consecuencias. En ella, como en un niño inocente, pensamientos, palabras y actos, eran una sola cosa y en completa armonía. Si intentásemos solucionar el misterio de la “Esfinge del siglo XIX” y presentar la historia del verdadero Ego de H. P. B., deberíamos ante todo conocer la individualidad, la “nueva criatura” (1) encarnada en la forma de H. P. B., y saber algo de sus vidas anteriores, para que nos fuese posible comprender las causas por las que apareció en esta tierra en forma de mujer. Entonces tendríamos que aceptar la teoría de que el alma del regenerado es capaz de vivir y obrar más allá de los límites del cuerpo físico, que es su morada e instrumento para su manifestación exterior, y que el alma espiritual de tal persona en una forma astral etérea puede estar en un país lejano, por ejemplo en el Tibet, en tanto que el cuerpo físico vive aún y actúa consciente e inteligentemente en Europa y América. Pero el mundo no está aún en disposición de recibir una historia seria, que contenga hechos todavía  terra incógnita para Europa y la ciencia y cuya inteligencia se encuentra sólo en el Acta Sanctorum, hoy día mirado aún por la iglesia como “leyenda y fábula” o (para expresarlo con menos delicadeza) como un conjunto de mentiras. Tal   historia   requeriría  lectores  conocedores de las doctrinas de Reencarnación y Karma; lectores que hubiesen conquistado su propia naturaleza, y por su propia experiencia les fuese posible realizar lo que ello significa ser en el mundo,  pero no de él. Pero aunque la Biblia dice: “el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios”(Juan III 3), sin embargo, los términos renacimiento y regeneración se han convertido en palabras sin sentido para el moderno fanático y en absurdos para el hombre de ciencia. El religioso visionario se adula a sí mismo, con la creencia de que ya se ha regenerado y alcanzado la inmortalidad. No sabe que la regeneración en el espíritu es acompañada del despertamiento de los sentidos espirituales, y que esta “regeneración” no puede tener lugar mientras se es ciego a la luz de la verdad y sordo a la “voz del silencio”. “Regeneración”, hoy es una palabra sin sentido para el mundano; y para el clérigo, a lo sumo, significa un cambio de creencia y un progreso moral. El moderno “Cristiano” no comprende pasajes de su Biblia como los siguientes: “Hijitos míos, que vuelvo otra vez a estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros.”(Gálatas IV 19). “ En Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.” (Gálatas VI 15), etc., etc. Ellos no creen que su maestro dice de sus verdaderos discípulos, que los regenerados, aquellos en quienes “el Hijo de Dios ha llegado a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios IV 13), harán las mismas cosas maravillosas realizadas por él mismo. No quieren creer que a nadie es posible entrar en posesión de la conciencia inmortal, a menos que la “nueva criatura” haya nacido en él; y se envanecen presumiendo que su espíritu es ya inmortal. Pero la inmortalidad Espiritual del Espíritu de Dios no volverá inmortales a sus almas, si estas almas rehusan ser fertilizadas por el Espíritu de Dios y dar a luz a la divina criatura. Que los “Cristianos” reflexionen sobre el significado de las palabras de la Biblia, donde dice: “El que no naciere de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido de espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer otra vez.” (Juan III 5). Poco servirá al devoto creer que  su  espíritu  es  inmortal  en  tanto  que  no  exista  espíritu  que  pueda propiamente_____________(1)   Galatas, VII 15. llamarle suyo; porque su alma no contiene al divino amor o espíritu, y por lo tanto, no puede engendrar “la nueva criatura” que pueda pretender la inmortalidad en el Cristo. Esta unión del alma mortal con el Espíritu inmortal es el objeto y fin de todo Ocultismo y Teosofía.   Esta  regeneración   fue   lo   que  H. P. B.   enseñó;   porque  “regeneración espiritual” e “iniciación” son términos sinónimos. Una doctrina que no adula la vanidad humana, haciendo creer a los hombres que son ya inmortales gracias  a los méritos de una persona que vivió en el pasado, sino que pretende que la inmortalidad es un don ganado exclusivamente por heróicos esfuerzos, combatiendo con los elementos más bajos de nuestra naturaleza, y que hace posible la acción de la divina gracia dentro de nosotros, no es bien recibida por los que prefieren correr tras el dinero y los placeres, y piensan que después de su muerte entrarán en el cielo  sobre  las  espaldas  de  otro  hombre;   y  por   lo   tanto,   la   historia   de   una   alma regenerada pudo ser creída y entendida por unos pocos. Mucho más fácil sería cubrir ta lhistoria con la forma ficciosa de novela, sin pretensiones de ser creída, y que cada cual acepte lo que sea capaz de comprender y abandone el resto (1). 

Para comprender el verdadero misterio que rodea a H.P.B., primero será necesario comprender el misterio llamado “Hombre”: porque el Iniciado comparado con el vulgar, es   como   un   pájaro   comparado   con   un   huevo.  El   pájaro   conoce  los   huevos  y  sus historias, pero los huevos nada saben de la existencia de los pájaros. Para resolver el gran misterio llamado hombre, la humanidad tendrá que deslizarse fuera del “huevo filosófico”  y convirtiéndose  en  libre,  alcanzar  el   noble   auto-conocimiento  de  la Divinidad en la Humanidad; pero en los tiempos presentes, parecen ser pocos los que, aun entre los llamados teosofistas, tiene el más débil concepto de lo que significa “divino autoconocimiento”. Debido al  universal error existente  con   respecto   a  la  naturaleza  del  hombre,  y  la ignorancia de lo que es divino en esta naturaleza, H. P. B. ha sido universalmente mal comprendida y desnaturalizada. Después de una larga y paciente observación, refuerza una convicción, que yo mismo insistentemente he rehusado el aceptar, esto es, que en este respecto mucho más daño ha sido hecho por los celosos amigos y admiradores de H. P. B. que por sus enemigos. H. P. B. jamás pidió ser deificada y negó la posesión de poderes milagrosos; pero hubo muchos de sus partidarios que rindieron a su persona una adoración fetichista, haciendo las más rudas y extravagantes relaciones en su favor, que investigadas  se encontraron  sin valor, y sí sólo trajo el descrédito  sobre ella y  la Sociedad, en tanto que, con muy pocas excepciones, estos amigos entusiastas fueron los primeros en abandonarla convirtiéndose en sus enemigos, cuando las ilusiones que ellos mismos creaban se desvanecían. Conforme  a  las  historias  inventadas, creídas y circuladas  por  estos admiradores,  de que H. P. B. estaba continuamente acompañada de espíritus, invisibles “Maestros del Tibet”, esperando servirla, y  verbatim  le dictaban sus escritos o “precipitaban” manuscritos mientras ella echaba la siesta. (2)Gnomos, silfos, ondinas y salamandras estuvieron siempre bajo su mando, llevando sus cartas e inspeccionando la cocina. No ocurría nada en  cualquier  parte del  mundo que;___________(1)  




pero fue perfectamente evidente a los independientes,  que  H. P. B  no  lo  sabía  todo y  que  igualmente,  en sus más grandes turbaciones, el bello correo no funcionaba; que para recibir noticias se valía, como los demás mortales, de los terrestres correos y telégrafos. Ello es, que en la base de tales aserciones, había una cierta cantidad de verdad, pero los hechos fueron exagerados más allá de todo límite por sus entusiastas amigos. H. P. B., según confesión propia, no era instruida. No era ni aun inteligente (clever). Por el contrario, las grandes cosas que hizo, lo fueron con la ayuda de alguno de sus asociados, del modo más torpe, y frecuentemente perjudicó al buen resultado. Al ser llamada “el más grande impostor del siglo” por el agente de la “Soc. de Invest. Psíq.”, y presentarla con ese título, certifica simplemente su propia incapacidad para juzgar suscarácter, porque H. P. B., como todos los que la conocieron pueden atestiguar, no fue capaz nunca de disfrazarse, y cualquiera impostura, grande o pequeña, que hubiese intentado, habría sido inmediatamente descubierto, aun por un niño.H. P. B. no fue ni inteligente ni ingeniosa, pero estuvo en posesión de aquello que la mayoría de sus críticos tristemente ignoran, esto es, sabiduría del alma, un apartado dela “ciencia” aún no descubierto por los modernos científicos y pseudo-filósofos. El alma que vivió en ella fue una gran alma, un Mahatma (de Maha, grande, y Atma, alma). Esta   gran   alma   y   no  la   vestidura   que   H.   P.   B.   usó,   será   el  objeto   de   nuestra investigación, no con el fin de regalar la curiosidad científica, sino para beneficiar con el ejemplo. Oigo mil voces que me preguntan: ¿Qué es la sabiduría del alma y cómo puede ser obtenida? ¿Hay algún otro conocimiento que el del cerebro que razona? ¿Puede uno conocer otras cosas que las que se nos enseñó en la escuela, hemos leído en libros o recordamos haber oído? A esto contestaremos: Infeliz del pueblo que no sabe por el corazón lo que es bueno y hermoso. Desgraciados de aquellos que no poseen percepción interior para la justicia y la verdad; que no pueden sentir verdadero amor, esperanza, fé,y que tienen que estudiar la enciclopedia para encontrar el significado de los términos,  benevolencia,  caridad,  generosidad,  espiritualidad,  virtud,  etc.,  etc. todo  esto no es creación  de la imaginación ni producto del cuerpo físico, sino poderes espirituales vivientes, dotando con sus cualidades el alma que los posee. Si se permite a estos poderes crecer y desarrollarse, su verdadera naturaleza se presentará clara a la mente; pero el que no los posea no podrá, por la especulación intelectual, llegar a realizar lo que son. El estudio de estos poderes y el arte de desarrollarlos por la práctica, constituyó la ciencia del alma, que la Sra. Blavatsky enseñó. El resto de sus doctrinas, en cuanto respecta a la constitución del hombre, evolución de los mundos, etc., etcétera, fueron accesorios para facilitar el auto-conocimiento, destruir el fanatismo y la superstición, para   libertar   la   mente  de  prejuicios, darla  un  más  ancho  campo  de  ennoblecedor pensamiento  y  posibilitarla   una   más  grande  y  elevada   concepción   de   Dios,   de  la Naturaleza y del Hombre. ¿Qué tiene que ver tal estudio con las historias de espíritus, investigaciones psíquicas, cafeteras, trampas y otras frioleras que frecuentan la mente de quien busca en las cosas externas la prueba de la existencia de lo que ellos mismos deben  poseer, antes de que puedan merecer  verdaderamente  ser llamados  hombres hechos  a imagen de Dios? En verdad, aquellos que se convirtieron en enemigos porque no pudieron satisfacer su curiosidad, deben ser vituperados por su porfiada repulsa de la verdad divina. La primera cosa necesaria para adquirir la sabiduría del alma es la posesión de un alma, que   significa  el  poder   del  sentir.   Entre  los  adversarios  de   H. P. B.,  es  raro  el  elemento del alma.  Parecen existir sólo en el plano de la mente, esa parte del hombre que especula y razona solamente, pero que no tiene conocimiento real;  los antiguos escritores la comparaban con la fría luz de la luna, porque en ella nada hay del solano caliente amor. El elemento del alma es la voluntad, y la voluntad divina es amor universal como para crear un paraíso, no en la imaginación, sino en el corazón de los que están en posesión de él. Cuando la estrella matutina del divino amor nace en el alma, la paz entra con él. Así, pues, no se dice que los Angeles canten en el nacimiento de Cristo dentro del corazón humano: “Gloria a los que están bien versados en ciencia y sofistería”; sino que se dice que cantan: “Gloria a aquel Dios, que es Amor universal, y paz a los hombres de buena (esto es, divina) voluntad.” De gran cantidad de enseñanzas puede ser rellenado el cerebro durante una vida, pero cuando llega la muerte, toda esta moralla sin valor en el reino de la eternidad será abandonado; pero el desarrollo de la divina flor de loto del alma en el claror del divino amor, puede necesitar muchas sucesivas encarnaciones.  Con el primer rayo de este amor, asimilado por el alma y haciéndole consciente de su propia y elevada naturaleza y destino, el “Chelado” desciende sobre el peregrino en el camino que conduce a la iniciación e inmortalidad. Cuando el fuego de amor es encendido en el corazón, la luz se eleva e ilumina la mente produciendo ciertos cambios aun en la forma física. (Efesios IV 16). Sin este amor divino, toda enseñanza es inútil, vanos todos los esfuerzos: porque Dios es Él mismo Amor (I Juan IV 8), y no puede haber unión con Dios si es desechado el Amor (I Corintios XIII 2). Quien encuentra Amor, encuentra Vida espiritual (Proverbios VIII 35); pero quien repudia el Amor, repudia la luz y busca la oscuridad y la muerte. El hombre ha sido llamado un “ser mixto” porque no es completamente  material,  sino   también   espiritual   en   su naturaleza. En él (como dice Jacobo Böhme) está el campo de batalla de tres reinos: el de la luz, el de la oscuridad y el de la naturaleza. “Continuamente la luz del día brilla en la oscuridad y la oscuridad no la comprende”, pero cuando la oscuridad es disipada por la luz y el Espíritu en el hombre despierta su divina auto-consciencia, entonces aparece en el hombre una nueva colección de facultades interiores, una nueva clase de poderes y percepciones espirituales y la memoria que pertenece al Ego  reencarnado   asirá   la  mente   terrestre   y   externa.  Estas   enseñanzas,   que   son incomprensibles para la mayoría porque pertenecen a una clase que está por encima de su experiencia, son de la más grande importancia como estímulo de los pocos que desean seguir el sendero hallado por aquella gran alma que estuvo encarnada en el cuerpo de H.P.B., y nosotros deberíamos, por lo tanto, en vez de perder tiempo en investigar trivialidades como las que pertenecieron a su personalidad (por ejemplo, la omisión de citas), intentar el estudio de su vida interna y seguir a su alma en su vuelo hacia el trono de la Divina Sabiduría.*   *   *



Franz HARTMANN
(Traducido por M. Pérez Alcorta.)
Revista Teosófica  SOPHIA Septiembre 1909


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