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lunes, 30 de julio de 2018

La Oleada de almas





«La oleada de almas más profundas,
En nuestro ser más recóndito se estrella,
Elevándonos inconscientemente,
De todas las preocupaciones ordinarias.»
LONGFELLOW, Santa Filomena.

El gran cambio psíquico y espiritual que está verificándose en el campo del Alma humana es muy significativo. Comenzó casi al principio del último cuarto de nuestro siglo a punto de terminar y terminará –según dice una profecía mística– para bien o para mal de la humanidad civilizada, con el ciclo actual que terminará en 1897. Sin embargo, el gran cambio no se efectúa en  solemne  silencio  ni  son  pocos  los  que  pueden  percibirlo.  Al  contrario,  se  presenta  en  medio de un bullicio estentóreo de lenguas escandalosas, en contraste con la opinión pública cuya comparación con el rugido incesante y ascendente de agitación política tumultuosa, se asemejará al revoloteo de las hojas de la joven floresta en un cálido día primaveral. En realidad, el Espíritu humano, que durante tanto tiempo fue ocultado de la vista pública y desterrado  de  la  arena  del  aprendizaje  moderno,  finalmente  ha  despertado.  Ahora  se  está  afirmando  y  está  exigiendo  enfáticamente  sus  derechos  no  reconocidos,  pero,  sin  embargo,  legítimos. No acepta más ser el objeto del pisoteo del brutal pie del Materialismo, no quiere ser el tema de especulación de las Iglesias y la insondable fuente de entrada económica para aquellos que  se  han  auto-constituido  sus  custodios  universales.  El  materialismo  negaría  la  Presencia  Divina y todo derecho a existir; mientras los otros tratan de acentuarlo y probarlo mediante sus Emisarios y Custodios Eclesiásticos provistos de bolsas y cajas para recaudar fondos. Sin embargo,  el  Espíritu  humano  –el  rayo  y  la  directa,  si  bien  ahora  distorsionada  emanación  del Espíritu Universal–, finalmente se ha despertado. Hasta la fecha, aunque frecuentemente injuriado, perseguido y degradado a través de la ignorancia, ambición y codicia; mientras con frecuencia, un Orgullo desatinado lo ha convertido «en un ciego transeúnte, como un bufón al que otros bufones escarnecen». En el reino de la Ilusión se mantuvo inaudito e ignorado. Hoy, el Espíritu humano ha vuelto como el Rey Lear, de una demencia aparente a sus sentidos; y, alzando la voz, ahora habla con tono autoritario, que los seres de antaño solían escuchar en silencio reverencial a través de edades incalculables hasta que, ensordecidos por el fragor y el bullicio de la civilización y la cultura, no pudieron oírlo más...¡Mira a tu alrededor y observa! Piensa en lo que ves y oyes y saca conclusiones. La edad del burdo materialismo, de la insensatez y de la ceguera del Alma está rápidamente escurriéndose. Una lucha mortal entre el Misticismo y el Materialismo no es más inminente, sino que ya es intensa. Y el partido que ganará en la hora suprema se convertirá en el maestro de la situación y  del  futuro es  decir,  se  convertirá  en  déspota  y  triturador  de  las  almas  de  los  millones de hombres ya nacidos y por nacer, hasta la parte final del siglo XX. Si podemos confiar en los signos  del  tiempo,  los  Animalistas no  seguirán  siendo  los  conquistadores.  A  estos  no  los  avalan  los  valientes  y  prolíficos  autores  y  escritores  que  últimamente  se  han  sublevado  por  defender  los  derechos  del  Espíritu  para  que  reinen  sobre  la  materia.  Muchas  son  las  Almas  honestas y pletóricas de aspiraciones que se elevan como un dique contra el torrente de aguas fangosas del Materialismo. Encarando la, hasta ahora, inundación dominante que continúa imperturbablemente,   arrastrando   los   fragmentos   del  naufragio   del   Espíritu   Humano   derrocado, precipitándolo en abismos ignotos, y ahora ordenando: «¡Hasta aquí has llegado, no irás más allá!».Entre toda esta aparente discordia y desorganización de la armonía social; entre la confusión y las vacilaciones anémicas y cobardes de las masas, vinculadas al yugo estrecho de la rutina, la propiedad y la hipocresía; entre la reciente calma muerta del pensamiento público que ha desterrado  de  la  literatura  toda  referencia  acerca  del  Alma,  el  Espíritu  y  su  función  divina  durante  el  completo  período  intermedio  de  nuestro  siglo  –escuchamos  surgir  un  sonido.  Como  una  nota  de  promesa  clara,  definida,  de  mucho  alcance,  la  voz  de  la  grandiosa  Alma  humana declara, abandonando los tonos tímidos, el ascenso y la casi resurrección del Espíritu humano  en  las  masas.  Ahora  está  despertando  en  los  representantes  más  eminentes  en  el  campo del pensamiento y de la erudición; habla en el más humilde y en el más encomiado, estimulándolos a todos a la acción. El Espíritu humano renovado y dispensador de vida está, intrépidamente, liberándose de las cadenas oscuras de la existencia animal y de la materia que, hasta entonces, habían subyugado todo. Observadlo, dice el poeta, mientras se eleva con sus amplias alas prístinas, ascendiendo a las regiones de la verdadera vida y luz; donde, tranquilo y divino, contempla, con auténtica piedad, esos ídolos áureos del moderno culto material, con sus pies de arcilla, los cuales, hasta entonces, han eclipsado de la vista cegada de las masas, sus verdaderos dioses vivientes...Una vez un crítico escribió que la literatura es la confesión de la vida social, capaz de reflejar todos sus pecados y todos sus actos viles y heroicos. En este sentido, un libro es mucho más importante  que  cualquier  ser  humano.  Los  libros  no  representan  a  un  hombre,  sino  son  el  espejo  de  un  montón  de  hombres.  Por  lo  tanto,  el  gran  poeta-filósofo  Inglés,  hablando  de  los  libros,  dijo  que  era  difícil  matarlos,  eran  tan  prolíficos  como  los  dientes  del  dragón  de  la  fábula;  al  sembrarlos  aquí  y  allá,  engendrarán  luchadores  armados.  Matar  un  buen  libro  equivale a matar un ser humano. El «poeta-filósofo» tiene razón. Es cierto que la literatura está comenzando una nueva era. Nuevos pensamientos y nuevos intereses  han  creado  necesidades  intelectuales  inéditas;  por  lo  tanto,  está  surgiendo  una  incipiente raza de autores. Estas nuevas especies en cuestión, gradual e imperceptiblemente, excluirán a los antiguos, esos matusalenes de antaño quienes, aunque aún reinen nominalmente, se les consiente hacerlo por costumbre más que por predilección. No es aquel que repite como loro y de manera obstinada la antigua fórmula literaria, ateniéndose,  desesperadamente, a  las  tradiciones  del  editor,  ni  satisfará  las  nuevas  necesidades;  ni  el  hombre  que  prefiere  la  estrecha  disciplina  de  su  grupo  en  lugar  de  la  búsqueda  del  Espíritu  humano  desterrado  desde  hace  mucho  tiempo  y  las  VERDADES  ahora  perdidas;  ni  aquellos  que  separándose  de su amada «autoridad», izan intrépidamente la bandera del Hombre Futuro sustentándola impávidamente. Al final, son aquellos que, entre el actual dominio omnímodo de la adoración de la materia, los intereses materiales y el EGOÍSMO, habrán luchado con denuedo en favor de los derechos humanos y la naturaleza divina del ser, se convertirán, si vencen, en los maestros de las masas en el próximo siglo y también en sus benefactores. Sin embargo, desgraciado sea el siglo XX si prevalece la escuela de pensamiento vigente, ya que el Espíritu quedaría en cautiverio una vez más, enmudeciéndolo hasta el final de la edad entrante. No son los fanáticos de una hermenéutica literal, ni los iconoclastas y Vándalos los que pugnan contra el nuevo Espíritu de pensamiento, ni las Cabezas Huecas modernas, que apoyan a las antiguas tradiciones religiosas Puritanas y sociales, que jamás serán los protectores ni  los  Salvadores  del  pensamiento  y  del  Espíritu  humano  en  su  fase  actual  de  resurrección.  No  serán  estos  sustentadores  del  antiguo  culto,  ni  las  herejías  medioevales  de  aquellos  que  guardan,  como  una  reliquia,  todo  error  de  su  secta  o  grupo  y  que  vigilan  celosamente  su  propio pensamiento, no sea que, saliendo de su adolescencia, asimilen alguna idea más fresca y benéfica, ni estos son los sabios del futuro. No es para ellos que la hora de la nueva edad histórica habrá sonado; sino para los que hayan aprendido a expresar y practicar las aspiraciones y las necesidades físicas de las generaciones emergentes y de las masas ahora pisoteadas. Para que uno comprenda plenamente la vida individual con sus misterios fisiológicos, psíquicos y espirituales, él debe dedicarse con todo el fervor de la filantropía altruista y el amor hacia sus hermanos, al estudio y al conocimiento de la vida colectiva o de la Humanidad. Sin preconceptos ni prejuicios, así como también sin el menor temor hacia los posibles resultados en una u otra dirección, él debe descifrar, entender y recordar los profundos y más recónditos sentimientos y aspiraciones del gran corazón doliente de los pobres. Para hacer esto, él debe primero: «afinar su alma con la de la Humanidad», como enseña la antigua filosofía; dominar cabalmente el correcto significado de cada línea y palabra en el Libro de la Vida de la HUMANIDAD cuyas páginas se vuelven rápidamente y saturarse por completo con la verdad de que esta última es una unidad inseparable de su propio SER. ¿Cuántas  personas  capaces  de  interpretar  profundamente  la  vida  podemos  encontrar  en  nuestra  época  tan  decantada  de  ciencia  y  cultura?  Por  supuesto,  no  nos  estamos  refiriendo  sólo  a  los  autores,  sino  a  los  filántropos  y  a  los  altruistas  contemporáneos  que  actúan  sin  reconocimiento,  si  bien  todos  los  conocen;  los  amigos  de  la  gente,  los  amantes  generosos  del ser humano y los defensores del derecho humano para la emancipación del Espíritu. En realidad, estos son muy pocos; ya que constituyen las raras flores de la edad, y generalmente son los mártires de las masas inclinadas al prejuicio y los oportunistas. Como las maravillosas «Flores de la Nieve» de la Siberia nórdica, las cuales, con el fin de germinar el suelo glacial y  congelado,  deben  penetrar  un  espeso  estrato  de  nieve  sólida  y  helada,  así  estos  caracteres  atípicos deben pugnar sus luchas toda la vida contra la indiferencia, la crueldad humana y el mundo egoísta y escarnecedor de los acaudalados. Aún, sólo ellos pueden cumplir la tarea de perseverancia. Sólo a ellos se les ha entregado la misión de hacer virar a los «Diez Superiores» de  los  círculos  sociales  de  la  clase  más  conspicua,  de  la  ancha  y  simple  vía  de  la  riqueza,  la  vanidad y los placeres vacuos, para encauzarlos en el sendero arduo y espinoso de los problemas morales superiores y la percepción de deberes morales más elevados que aquellos a los cuales están  dedicando  su  búsqueda.  Estos  son  también  los  individuos  que,  estando  ya  despiertos  a  una  actividad  superior  del  Alma,  se  les  dota,  al  mismo  tiempo,  de  talento  literario  y  cuyo  deber consiste en desempeñar el rol de despertar a la Bella durmiente  la Bestia en su Castillo encantado  de  Frivolidad,  hacia  la  vida  real  y  la  luz.  Aquellos  que  pueden,  que  procedan  intrépidamente manteniendo esta idea axial en su mente y tendrán éxito. Se debe regenerar a los ricos si queremos beneficiar a los pobres; ya que la clase de los «desheredados» es la planta muy  frondosa  de  la  raíz  del  mal  que  reside  en  los  acaudalados.  A  primera  vista,  esto  puede  parecer paradójico, sin embargo es verídico, como podría verse. En  presencia  de  la  degradación  actual  de  todo  ideal,  y  también  de  las  aspiraciones  más  nobles  del  corazón  humano,  que  cada  día  adquieren  más  prominencia  en  las  clases  altas,  ¿qué podemos esperar de los «desamparados»? Toca a la cabeza guiar a los pies, a los cuales, no  se  les  puede  considerar  responsables  por  sus  acciones.  Consecuentemente,  hay  que  trabajar para el advenimiento de la regeneración moral de las clases cultas pero mucho más inmorales, antes de tratar de hacer lo mismo por nuestros jóvenes Hermanos ignorantes. La regeneración de estos últimos se emprendió años atrás y continúa estando vigente hoy, pero sin buenos resultados perceptibles. No es evidente que la razón de esto se remonta al hecho de que, (exceptuando a) unos pocos trabajadores diligentes, sinceros y dispuestos al sacrificio completo en ese campo, la gran mayoría de voluntarios vienen de estas mismas clases frívolas y super-egoístas  que  «juegan  a  la  caridad»  y  cuyas  ideas  sobre  el  mejoramiento  del  estado  físico  y  moral  de  los  pobres  están  circunferidas  a  su  concepto  favorito  según  el  cual  sólo  la  Biblia y el dinero pueden efectuar. Afirmamos que nada de esto puede realizar ningún bien; ya  que  la  predicación  de  la  letra  muerta  y  una  lectura  de  la  Biblia  forzada,  exacerban  a  la  gente conduciéndolas, después, al ateísmo, mientras el dinero, como una ayuda temporaria, remunera las cajas de las cantinas en lugar de ser el medio con el cual comprar el pan. Por lo tanto, la raíz del mal yace en una causa moral y no física. Si  se  nos  pregunta  qué  es  lo  que  puede  ayudar,  les  respondemos  intrépidamente:  –la  literatura  Teosófica;  apresurándonos  a  especificar  que  con  este  término,  no  implicamos  los  libros  concernientes  a  los  adeptos  y  a  los  fenómenos,  ni  a  las  publicaciones  de  la  Sociedad  Teosófica.
Disfruten y saquen provecho de la «oleada» que ahora está penetrando felizmente sobre media Humanidad. Hablen del despertar del Espíritu de la Humanidad, al Espíritu humano y al Espíritu en el hombre, estos tres en Uno y el Uno en el Todo. Dickens y Tackery, ambos nacidos  un  siglo  demasiado  tarde  o  un  siglo  demasiado  pronto  –se  intercalaron  entre  dos  oleadas del pensamiento humano espiritual, y si bien han dado un buen servicio individual, induciendo  ciertas  reformas  parciales,  aún  no  lograron  tocar  a  la  Sociedad  y  a  las  masas  en  general. Lo que el mundo Europeo necesita actualmente, es una docena de escritores como el ruso Dostoyevsky, cuyas obras, aun siendo tierra ignota para la mayoría, son bien conocidas en  el  Continente,  así  como  también  en  Inglaterra  y  Estados  Unidos  entre  las  clases  cultas.  La  actitud  del  novelista  Ruso  es  la  siguiente:  –ha  hablado  de  manera  denodada  e  intrépida  sobre  las  verdades  menos  agradables,  a  las  clases superiores  y  hasta  a  aquellas  oficiales  –las cuales constituyen un peligro más grande que las primeras. Sin embargo, vean que la mayoría de  reformas  administrativas  de  los  últimos  20  años,  se  deben  a  la  influencia  silenciosa  e  inoportuna de su pluma. Según uno de sus críticos, las grandes verdades que el escritor expuso, tocaron a todas las clases de forma tan vívida y poderosa que las personas con concepciones diametralmente  antitéticas,  no  podían  más  que  sentir  una  simpatía  más  amable  hacia  este  escritor impávido, e incluso se lo expresaron a él. A  los  ojos  de  todos,  amigos  o  enemigos,  se  convirtió  en  el  portavoz  de  la  necesidad  de  la  Sociedad,  irreprimible  e  indemorable,  de  ver  con  absoluta  sinceridad,  las  profundidades  más  íntimas de su propia alma y llegar a ser el juez imparcial de sus acciones y de sus aspiraciones. Toda nueva corriente de pensamiento, toda nueva tendencia de la edad tuvo y siempre tendrá sus contrincantes y sus enemigos, algunos acometiéndola con osadía pero sin éxito y otros con gran destreza. Sin embargo, podemos decir que están hechos de la misma pasta, común a todos. Alimentan su resistencia y objeciones con los mismos objetivos externos, egoístas y mundanos y los idénticos fines y cálculos materiales que aquellos que guiaban a sus contendientes, mientras apuntan otros problemas y abogan a otros métodos, en realidad, no cesan ni por un instante, de vivir con sus enemigos en un mundo poblado por los mismos intereses comunes, y continuando también en idénticas concepciones fundamentales de la vida. Entonces, lo que llegó a ser necesario era un hombre quien, ajeno a todo partidismo o lucha en  favor  de  la  supremacía,  aportara  su  pasado  como  una  garantía  que  avalara  la  sinceridad  y  honestidad de sus ideas y propósitos; una persona cuyo sufrimiento personal fuera un imprimatur para la firmeza de sus convicciones y por último, un escritor de innegable genio literario: –Sólo un hombre de tal género podía pronunciar palabras capaces de despertar el verdadero espíritu en una Sociedad que está navegando a la deriva en una dirección errónea. Dostoyevsky  era  un  hombre  de  este  calibre  –el  patriota-preso,  el  ganapán  retornado  de  Siberia; el escritor famoso en Europa y en Rusia, el pobre inhumano gracias al aporte voluntario, el poeta que tocaba el alma de toda persona pobre, insultada, injuriada y humillada; aquel que presentó, con una crueldad imperturbable, las plagas y las llagas de su edad...Esta  clase  de  escritores  es  la  que  hace  falta  en  nuestros  días  de  re-despertar;  y  no  autores  que  escriben  por  la  riqueza  o  la  fama,  como  apóstoles  impávidos  de  la  viviente  Palabra  de  la  Verdad,  los  sanadores  morales  de  las  llagas  pustulosas  de  nuestro  siglo.  Francia  tiene  a  su  Zola quien muestra, de manera suficientemente brutal, pero realista –la degradación y la lepra moral de su gente. Pero Zola, mientras castiga los vicios de las clases inferiores, nunca se ha atrevido, a fustigar un nivel más alto con su pluma, a la petite bourgeosie, haciendo entonces, caso omiso de la inmoralidad de las clases superiores. Resultado: los campesinos que no leen novelas no han sido afectados en lo más mínimo por sus escritos, mientras que a la bourgeoinsie que no le interesa casi nada la plebe, ha prestado una tal atención a su novela Pot Bouille como para  hacer  perder  al  realista  Francés,  todo  deseo  de  meterse  donde  no  lo  llaman.  Desde  el  principio,  Zola  ha  seguido  un  camino  que,  aún  conduciéndolo  a  la  fama  y  a  la  fortuna,  ha  demostrado ser infructuoso en lo que concierne a los efectos benéficos.

Es  dudoso  que  los  teósofos  actuales  o  futuros,  realicen  una  aplicación  de  la  sugerencia  anterior.  Escribir  novelas  con  un  sentido  moral  suficientemente  profundo  para  imbuir  en  la  Sociedad,  ya  que  implica  un  gran  calibre  literario  y  un  teósofo  congénito como  lo  era  Dostoyevsky  –dejando  a  Zola  fuera  de  cualquier  comparación.  Sin  embargo,  estos  talentos  son raros en todos los países. Aun cuando se carezca de tal versación, se puede hacer el bien de manera más reducida y humilde, anotando y exponiendo, en narrativas impersonales, los vicios  y  los  males  evidentes  de  nuestra  época,  valiéndose  de  la  palabra,  de  la  acción,  de  la  prensa  y  del  ejemplo  práctico


H. P. BLAVATSKY
COLLECTED WRITING OBRAS COMPLETAS
TOMO XII-1889 - 1890

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