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miércoles, 29 de agosto de 2018

Qué son los Teósofos?


La Sociedad, como corporación, en  conjunto,  no  tiene  credo,  porque  los  credos  no  son  más  que  envolturas  del Conocimiento  Espiritual,  y  la  Teosofía  es  de  por  sí  Conocimiento  Espiritual,  la verdadera esencia de la investigación filosófica y teística. Como representante visible de  la  Teosofía  universal,  la  Sociedad  Teosófica  no  puede  ser  sectaria,  de  la  misma manera  que  no  lo  es  una  Sociedad  Geográfica,  que  se  ocupa  en  las  exploraciones  del planeta prescindiendo de la religión que puedan profesar los exploradores. La religión de la Sociedad es una ecuación algebraica en la que, mientras no se admita el signo de igualdad (=), cada miembro es libre de substituir las cantidades que mejor le parezcan y se  acomoden  al  clima  y  demás  exigencias  de  su  país  nativo,  a  la  idiosincrasia  de  sus habitantes y aun a la suya propia. Como quiera que nuestra Sociedad no acepta credo alguno, queda  en  expedita  actitud  de  dar  y  tomar,  de  aprender  y  enseñar  por experiencia práctica en contra de la pasiva y crédula aceptación de un dogma forzoso. La  Sociedad  aceptará  toda  conclusión  que  lógica  y  experimentalmente  demostrada, presente  cualquiera  de  las  antedichas  escuelas  o  sistemas. En  cambio,  nada  puede aceptar por mera fe, sea quien sea el que lo proponga. Pero cuando los teósofos nos consideramos individualmente es cosa muy distinta. Los miembros  de  la  Sociedad  pertenecen  a  diversas  nacionalidades  y  razas,  y  se  han educado  en  los  más  disímiles  credos  religiosos  y  condiciones  sociales.  Unos  creen  en una cosa y otros en otra.  Cierto número han adquirido una creencia  definida,  pero  se  mantienen  en  atenta  expectación,  y  los  hay  que  en determinado  sentido  se  llaman  materialistas.  Sin  embargo,  no  figura  en  nuestra Sociedad ningún ateo, ni fanático de ninguna religión, porque desde el momento en que alguien ingresa en la Sociedad, denota con ello que va en busca de la Verdad Final en cuanto  a  la  ultérrima  esencia  de  las  cosas.  Si  acaso  hubiera  algún  ateo  especulativo, habría de aceptar los principios de causa y efecto, tanto en el mundo material como en el  espiritual.  Puede  también  haber  miembros  que,  como  el  poeta  Shelley, han dejado que su imaginación se remonte de causa en causa hasta lo Infinito, pues cada causa se transmuta  lógicamente  en  un  efecto  que  necesita  otra  causa  superior  hasta  que sutilizan  lo  Eternal  en  una  mera  neblina.  Pero  ni  siquiera  son  ateos  en  el  sentido especulativo, aunque identifiquen las fuerzas materiales del Universo con los atributos que  los  teístas  reconocen  en  Dios,  porque  desde  el  momento  en  que  no  pueden desechar  el  concepto  del  abstracto  ideal  de  energía,  causa,  necesidad  y  efecto, únicamente  cabe  considerarlos  como  ateos  respecto  a  la  no  creencia  en  un  Dios personal, pero no con respecto al Alma Universal de los panteístas. Por  otra  parte,  el  sectario  fanático  que  está  circunvalado  por  un  credo  a  manera  de valla en cada una de cuyas empalizadas se lee el aviso: Se prohíbe el paso, no podrá salir de  su  redil  para  ingresar  en  la  Sociedad  Teosófica;  ni  aunque  saliera  hay  lugar  en  la Sociedad para quien profesa una religión que prohíbe el libre examen. La idea capital y básica de la Sociedad es la libre e impávida investigación.

Colectivamente sostiene la Sociedad Teosófica que son propiamente teósofos todos los  sinceros  y  originales  investigadores  del  aspecto  oculto  de  la  Naturaleza,  ya  sean materialistas que ven en la materia la promesa y potencialidad de toda vida terrestre o espiritualistas que consideran el Espíritu como la fuente de toda energía y también de toda  materia.  Porque  para  ser  teósofo  no  es  necesario  reconocer  la  existencia  de  un Dios  o  Deidad  especial.  Basta  adorar  el  Espíritu  de  la  Naturaleza  Viviente  y  procurar identificarse con El. Basta reverenciar aquella Presencia, aquella invisible Causa que sin embargo  se  está  siempre  manifestando  en  sus  incesantes  efectos;  el  intangible, omnipotente y omnipresente Proteo, indivisible en su esencia y que a pesar de no tener forma subyace en toda forma, que está aquí y allí, en todas partes y en ninguna, que es TODO  y  NADA,  ubicuo  y  sin  embargo,  uno;  la  Esencia  que  llena,  liga,  relaciona  y contiene cada cosa y está contenida en todas. Me  parece  que  ahora  podrá  inferirse  que  quienes  así  opinan,  llámense  teístas, panteístas o ateos, están intelectualmente emparentados. Sea lo que sea un hombre, en cuanto abandona el viejo y trillado camino de la rutina y entra en el solitario sendero de independencia de pensamiento que a la Verdad conduce, es teósofo, un pensador que por cuenta propia y propia inspiración va en busca de la Eterna Verdad para resolver los problemas del Universo. La  Teosofía  está  aliada  con  todos  cuantos  investigan  por  su  cuenta  el  conocimiento del Principio Divino, de sus manifestaciones en la Naturaleza y la relación del hombre con El. También está la Teosofía aliada con la ciencia legítima y honrada, en distinción de  la  que  se  titula  ciencia  física1 exacta  y  no  entra  en  el  terreno  de  la  psicología  y metafísica. Asimismo es la Teosofía amiga y aliada de toda sincera religión, es decir, de toda  religión  que  consienta  en  ser  juzgada  con  el  criterio  que  aplica  a  las  demás.  La Teosofía considera inspirados, pero no revelados, los libros escriturarios que contienen evidentísimas  verdades;  pero  en  cuanto  al  elemento  humano  de  dichos  libros,  los considera  inferiores  al  Libro  de  la  Naturaleza,  para  cuya  acertada  lectura  y  exacta comprensión  es  preciso  haber  actualizado  muy  altamente  las  innatas  potencias  del Alma.  La  facultad  intuitiva  basta  para  percibir  las  leyes  ideales  que  trascienden  los dominios  de  la  argumentación  y  la  dialéctica,  pues  nadie  puede  comprenderlas  ni apreciarlas  bien  por  las  explicaciones  que  de  ellas  da  otra  mente,  aunque  pretenda haber recibido revelación directa.Y como la Sociedad Teosófica, que concede la mayor amplitud de pensamiento en los reinos  del  puro  Ideal,  no  es  menos  constante  en  la  esfera  de  los  hechos,  se  muestra inceramente respetuosa con la ciencia moderna y sus legítimos representantes. A pesar de su carencia de elevada intuición espiritual, es inmensa la deuda contraída por  el  mundo  con  los  representantes  de  la  moderna  ciencia  positivista.  

Independiente  de  todo  sistema  y  partido  político,  la  Sociedad  apenas  se  ocupa  del externo y humano régimen del mundo material. Todas sus aspiraciones se dirigen hacia las Ocultas Verdades de los mundos visible e invisible. Si el hombre físico está bajo el gobierno  de  un  imperio  o  de  una  república,  es  cosa  que  compete  exclusivamente  al hombre material. Podrá estar esclavizado su cuerpo; pero en cuanto a su Alma, tiene el derecho  de  dar  a  sus  gobernantes  la  digna  respuesta  de  Sócrates  a  sus  jueces.  Los gobernantes no tienen dominio alguno sobre el Hombre Interno."



Nuestro  actual  propósito  no  ha  sido  otro  que  demostrar  al  lector  que  la Teosofía no es una doctrina novelesca ni una cábala política ni tampoco una de aquellas agrupaciones  de  entusiastas  que  nacen  hoy  para  morir  mañana.  Que  no  todos  sus miembros piensan de la misma manera, está demostrado por la circunstancia de que la Sociedad se halla organizada en dos grandes divisiones: la oriental y la occidental, y que esta  última  se  divide  a  su  vez  en  numerosas  secciones  según  las  razas  y  las  creencias religiosas.  El  pensamiento  de  un  hombre  no  puede  abarcarlo  todo  en  la  múltiple variedad de sus manifestaciones. Debe necesariamente especular al mismo tiempo en una sola dirección, pues no tiene el don de ubicuidad; y una vez transpuestos los límites del positivo conocimiento humano, ha de vagar erráticamente porque infinitas son las ramificaciones de la única, central y absoluta Verdad. De aquí que de cuando en cuando veamos  que  aun  los  más  insignes  filósofos  se  extravían  en  el  laberinto  de  la especulación  y  con  ello  provocan  las  censuras  de  la  posteridad.  Pero  como  todo propende a un solo y mismo objeto, o sea la liberación del pensamiento humano, son convenientes el desvanecimiento de las supersticiones y el hallazgo de la Verdad.  Y como todos han hollado la real  calzada  del  Conocimiento,  a  todos  los  escuchamos  y  recibimos  en  nuestra compañía. Porque ningún sincero investigador vuelve con las manos vacías, y aun el que ha gozado del aura popular puede ofrecer su óbolo en el altar de la Verdad.



1Cuando  la  maestra  Blavatsky  habla  de  ciencias exactas no  se  refiere  a  las  matemáticas,  que académicamente tienen esa denominación, sino al sistema científico de la escuela positivista, que supone verdad definitiva e incontrovertible el resultado de la observación y experiencia por el único conducto delos sentidos físicos. N. del T.


H.P. Blavatsky

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