"Olvidándose de uno mismo, se accedía a la absoluta sencillez de esta vida milenaria que no se escurría como arena entre los dedos, sino que dilataba el corazón, inundándole como un sol que había visto levantarse los templos. Lo superfluo desaparecía, el Ser se despojaba, tomando conciencia de su finitud. Y en este desapego, descubría la esperanza, esa unión indecible con el fuego secreto que volvía Egipto inalterable.
Imaginaban que nuestra tierra está rodeada de un océano de vibraciones donde toman forma las fuerzas creadoras, veían a cada ser como un haz de ondas perpetuamente renovadas y que actúan entre ellas.
Los egipcios sólo ambicionaban la sabiduría que no se adquiere como creencia, sino como el conocimiento del Universo.
Lo que se enseña en las tumbas es el secreto de la Eternidad
El mayor regalo era DESCUBRIR EL PARAISO EN LA TIERRA, PENETRAR EN EL, EN VIDA"
Fragmentos de la novela "EL EGIPTOLOGO" de Christian Jacq
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