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jueves, 25 de septiembre de 2008

TESEO, REY DE ATENAS


"El valor, la resistencia y la risa cordial eran nuestras únicas riquezas. Nadie podía lucirlas como ella sin ser amado.

Me sonrió, su ojos grises parecían tan claros como la canción. La fresca brisa agitó su brillante penacho y la bandera de su cabello rubio le cubrió las mejillas todavía enrojecidas por el fragor de la batalla. Toda ella era oro y fuego.

"Esta es nuestra última hazaña - dije en mi corazón- nuestra última lucha juntos. Vayamos con los dioses, con orgullo y gozando de la batalla"..... Tenía lo ojos fijos en mí.

El mar estaba lejos, la naves semejaban juguetes flotando en el agua. Sin embargo, me pareció que rugía. Sabía que era la voz de olas inmortales.

Había oído ese sonido antes: cuando levanté la piedra en Troizen y cogí la espada de mi padre, cuando me ofrecí al dios para ir a Creta. Desde tiempo inmemorial es la prenda de los eréctidas. Suele venir de este modo en lo grandes momentos del destino y, cuando la hazaña ha respondido, desaparece....Yo conocía su significado. Era la voz de Moira, la voz que llama al rey.

La cima estaba cerca. Flechas, piedras y jabalinas caían junto a mi y pasaban casi rozándome como si el dios me protegiera con sus manos. "Cuando caiga - pensé-, esta fuerza que siento pasará a mi pueblo, no perderá el ánimo con mi muerte". Sentía un profundo amor por ellos y ningún odio por el enemigo, que estaba obrando como debía... Su destino estaba en manos de los dioses, lo mismo que el nuestro.

El Rey de la Doncella bajó su hacha y llevó la mano al arco. Mientras apuntaba, percibí la música del dios como un millar de cuernos de dulce tono. Cuando el arco se tensó, pensé, "Ha llegado el momento".

Pero no me traspasó ninguna flecha. En cambio, cesó la música, mi cabeza sintió vértigo ante el silencio. En él oí resonar un grito.

El dorado penacho de Hipólita, estaba cayendo; bajaba como una vibración, como un pájaro herido. Ocupado con el dios, seguro de mi muerte, no había visto su salto delante de mí. Cayó de rodillas, con los brazos extendidos. Antes de que la pudiera alcanzar, se echó hacia adelante y cayó de lado, con el pecho taladrado por una flecha.

Me arrodillé sobre la roca y la cogí en mis brazos. La voz del dios y la ligereza del viento desaparecieron como el sueño del que uno despierta a un día cruel. Sus ojos miraban interrogantes, ya cegados por la muerte; sólo su mano palpaba aquí y allá. Cuando la cogí en las mías en sus labios se dibujó una sonrisa.

Me incliné sobre ella.... Así se agacha el lobo cuya pareja cae ante los cazadores, sordo, sin comprender, y cuando la loba se estremece, él la mira para ver si vuelve a la vida.


Hipólita tomó sobre sí  mi muerte, amante por amante. Había sido mujer hasta el final. Ella, que en otro tiempo había reinado, sabía que sólo un rey puede ofrecerse por el pueblo. Los dioses son justos, pero no podemos burlarnos de ellos.

Hipólita había salvado la vida de su hombre... Pero el rey había sido llamado y el rey había muerto".

Fragmentos de la Novela: TESEO, REY DE ATENAS"

El viento nos trae las palabras de Hipólita borrando las dudas de Teseo : "SOMOS LO QUE SOMOS, Amor mío... Conservemos nuestro orgullo."

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