"Señor. Yo no estoy clavado a esta cruz y tampoco te veo ahí. Esta cruz está vacía y así debe permanecer para siempre, porque el tiempo de la Muerte ya pasó y un dios resucita ahora dentro de mí. Esta cruz era el símbolo del Poder infinito que todos nosotros tenemos clavado y muerto por el hombre. Ahora este Poder renace a la vida, el mundo está salvo y soy capaz de obras sus Milagros. Porque recorrí el camino de las personas comunes y en ellas descubrí Tu propio secreto. También Tú recorriste el camino de las personas comunes. Viniste a enseñar todo lo que éramos capaces y nosotros no quisimos aceptar. Nos mostraste que el Poder y la Gloria estaban al alcance de todos, y esta súbita visión de nuestra capacidad fue demasiado para nosotros. Te crucificamos porque somos ingratos con el Hijo de Dios, pero también porque teníamos miedo de aceptar nuestra propia capacidad. Te crucificamos con miedo de transformarnos en dioses. Con el tiempo y la tradición, volviste a ser sólo una divinidad distante y nosotros retornamos a nuestro destino de hombres.
No existe ningún pecado en ser feliz. Media docena de ejercicios y un oído atento basta para conseguir que un hombre realice sus sueños más imposibles. Por culpa de mi orgullo de la sabiduría, me hiciste recorrer el camino que todos podían hacer y descubrir lo que todos ya saben si pusieran un poco de atención en la vida. Me hiciste ver que la búsqueda de la felicidad es personal y no un modelo que podamos pasar a los otros. Antes de descubrir mi espada, tuve que descubrir su secreto. Era simple. Sólo consistía en saber qué hacer con ella. Con ella y con la felicidad que representará para mí.
Caminé tantos kilómetros para descubrir cosas que yo ya sabía, que todos nosotros ya sabemos, pero que son difíciles de aceptar. ¿Existe algo más difícil para el hombre-Señor que descubrir que puede alcanzar el Poder?
Fragmentos de "El Peregrino de Compostela" de Paulo Coelho
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