Los hábitos contraídos no se corrigen sino con hábitos opuestos. De acostumbrarte a la voluptuosidad, tendrás que dominarlo por medio del dolor. Si vives en la holganza, preciso te será entregarte al trabajo. Si eres colérico, habrás de sufrir pacientemente las injurias. Si te has dado a la bebida, tendrás que abstenerte y no beber sino agua. Y si otros tanto haces con cuantos hábitos viciosos tengas pronto te darás cuenta de que no has trabajado en vano. Pero no te expongas imprudentemente a la recaída antes de estar muy seguro de ti mismo, porque en estas circunstancias el combate es todavía muy desigual y el enemigo que te venció tantas veces volverá a vencerte.
No te desanimes por nada ni en ocasión alguna; imita, por el contrario, a los maestros de pugilato, que cuando ven a un novato rodar por el suelo le obligan a levantarse y volver a la lucha. Pues del mismo modo debes hacer con tu espíritu; nada hay más dócil que el espíritu humano; no hay más que querer, lo demás se hace solo. Pero si te acobardas, estás perdido, pues no volverás a levantarte en tu vida. Cuidado, pues, que tu pérdida o tu salvación están en tu mano.
Ni las victorias de los juegos olímpicos, ni las que se alcanzan en los campos de batalla, pueden dar al hombre la felicidad; las únicas que tal logran son las que se alcanzan sobre sí mismo.
fragmentos de: EPICTETO
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