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Cartas de los Mahatmas-fragmentos

Uno de  los  Maestros  dijo  que,  en  el  mundo  de  hoy,  donde  se  encuentran  tan  pocos  que  tengan   deseos   desinteresados  p...

domingo, 29 de abril de 2018

Carta del Señor Mahachohan


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Carta del Mahachohan, ese gran Adepto «cuya mirada penetrante lee el porvenir, como en un libro abierto». Escrita en 1881. Transcripta de una copia perteneciente  a C.W. Leadbeater. Algunos pasajes de esta carta han sido citados por H.P.B. (Helena Petrovna Blavatsky) en Lucifer, Volumen II, Agosto de 1888, pág. 432/33. 

La doctrina que nosotros difundimos, siendo la única verdadera, y con ayuda de pruebas que nosotros nos preparamos a dar, debe terminar por triunfar como toda verdad. 

Sin embargo, es absolutamente necesario inculcar gradualmente invocando en apoyo de esas teorías –hechos evidentes para aquellos que saben– las deducciones directas dadas y corroboradas por la ciencia exacta moderna. 

He ahí por qué el Coronel H.S.O. (Henry Steele Olcott) cuyo único fin es el despertar del buddhismo, puede ser mirado como un hombre que trabaja en el verdadero sendero teosófico mucho más que cualquier otra persona que busca satisfacer su deseo ardiente de adquirir conocimientos ocultos. 

El Buddhismo, despojado de sus supersticiones, es la eterna verdad que no se puede tomar por objetivo sin tratar de alcanzar la Theos-Sophia, la Sabiduría Divina, sinónimo de la Verdad. A fin de permitir a nuestras doctrinas que ejerzan su acción sobre el código moral, como se le llama, o sobre las ideas tocantes a la veracidad, pureza, la abnegación, la caridad, etc. es necesario difundir en el público las nociones  teosóficas. 

No es la resolución individual de alcanzar el Nirvana (cumbre suprema de todo conocimiento y sabiduría absoluta), resolución que en definitiva no es más que un  egoísmo superior y magnífico, es el buscar desinteresadamente medios mejores de hacer seguir a nuestro prójimo el buen camino, y de llevar la mayor cantidad posible de nuestros semejantes a que aprovechen de ello, lo que constituye al verdadero teósofo. 

En la humanidad las clases intelectuales parecen más bien agruparse en dos categorías; la primera se prepara inconscientemente largos períodos de aniquilación temporal o de inconsciencia, porque renuncia voluntariamente al ejercicio de la razón y se aprisiona en el cuadro estrecho del fanatismo y de la superstición, trayendo así la deformación inevitable del principio intelectual; la otra se libra sin freno a sus inclinaciones animales, con la intención bien definida de someterse a la aniquilación pura y simple en caso de fracasar, a millares de años de degradación después de la disolución física. 

Esas «clases intelectuales» reaccionan sobre las masas ignorantes, que sintiendo su atracción las miran como grandes y dignos modelos que imitar; imponen así la degradación y la ruina moral a los hombres a quienes deberían guiar y proteger. Entre  una superstición degradante y un materialismo brutal más degradante aún, la blanca paloma de la verdad apenas encuentra un sitio donde posar sus fatigados pies. 

Ya es tiempo de que la Teosofía se presente a la arena. Los hijos de teósofos preferirán sin duda, la Teosofía a cualquier otra doctrina. 

Ningún mensajero de la Verdad, ningún profeta, ha realizado jamás en el curso de su vida un triunfo completo -ni siquiera Buddha. 

La Sociedad Teosófica ha sido escogida para constituir la piedra angular y el cimiento de futuras religiones humanas. 

Para alcanzar este fin, se decidió que una comunión más amplia, más esclarecida y sobre todo caracterizada por más benevolencia mutua, debía acercar los más elevados y los más humildes. El Alfa y el Omega de la Sociedad. Corresponde a la raza blanca ser la primera en tender una mano amiga a las naciones negras, y llamar hermano al pobre «negro» despreciado. 

Esta perspectiva no sonreirá a todos igualmente, pero es imposible ser un teósofo y desconocer este principio. 

Siendo conocida el triunfo y al mismo tiempo el abuso, creciente del libre pensamiento y de la libertad (reino universal de Satanás como lo hubiera llamado Eliphas Levi), ¿cómo impedir al instinto de combate natural del hombre infligir crueldades y enormidades, una tiranía, una injusticia, etc., desconocidas hasta ahora, si no fuera por la influencia apaciguadora de la hermandad y de una aplicación práctica de las doctrinas esotéricas del Buddha? Porque todos lo saben, rechazar por completo esta autoridad de la potencia o ley universal, llamada por los sacerdotes Dios, por los filósofos de todos los tiempos Buddha, Sabiduría e Iluminación Divina, Teosofía, es rechazar al mismo tiempo toda ley humana. 

Libradas de los lazos que las encerraba, del peso muerto de las interpretaciones dogmáticas, de los nombres personales, del antropomorfismo y de los sacerdotes asalariados, las doctrinas fundamentales de todas las religiones se mostrarán idénticas en su sentido esotérico. Osiris, Krishna, Buddha, Cristo, no serán más que nombres diferentes para significar la vida única y real que conduce a la beatitud final, al NIRVANA. El Cristianismo místico, es decir, el Cristianismo que enseña la redención humana por nuestro séptimo principio, el Param-Atma llamado (Augoides) por unos Cristo, por otros Buddha y que corresponde a la regeneración o sea al nuevo nacimiento espiritual, este Cristianismo aparecerá como la misma verdad que el Nirvana del Buddhismo. 

Todos nosotros debemos librarnos de nuestro propio Ego, del yo ilusorio y aparente para reconocer nuestro verdadero Yo en una vida divina trascendental. Pero si no queremos ser egoístas, es necesario forzamos para mostrar esta verdad a nuestros semejantes, y hacerles reconocer la realidad de este Yo trascendental, de este Buddha, Cristo o Dios, de todo predicador. He aquí por qué el Buddhismo, aún el exotérico, es el camino más seguro para conducir a los hombres a la verdad una y esotérica. 

Hoy en día, en todas partes, ya se trate de cristianos, de musulmanes o de paganos, la justicia es una palabra vana, el honor y la piedad son tirados al viento. En resumen, las personas más deseosas de servirnos personalmente, comprenden mal los fines principales de la Sociedad Teosófica; entonces, ¿qué acción ejerceremos nosotros sobre el resto de los hombres y sobre ese oleaje llamado "el combate por la vida" que es en el fondo padre y el más prolífico, de la mayor parte de los dolores y de las penas como de todos los crímenes ? 

¿Por qué ese combate ha venido a ser en este mundo un fin casi universal? La razón de eso, responderemos nosotros, es que ninguna religión salvo el Buddhismo, ha enseñado aún el desprecio práctico de la vida terrestre. Por el contrario cada una, siempre con esta y única excepción, ha inculcado a sus fieles por medio de su infierno y de su condenación el más grande temor a la muerte. He aquí por qué vemos esta lucha por la vida sostenida con la mayor aspereza en los países cristianos, particularmente en Europa y en América. Lucha que es menos ardiente en las religiones paganas y casi desconocida entre las Buddhistas. En tiempos de hambre se ha notado que en China, donde las masas son las más ignorantes de su religión como de todas las otras, las madres que devoraban a sus niños pertenecían a las localidades donde había más misioneros cristianos, Allí donde en ausencia de los misioneros, los bonzos predominaban, las gentes morían sin manifestar el menor miedo. Enseñad al pueblo que aquí abajo la vida, aun la más feliz, no es más que carga y espejismo; que sólo nuestro Karma personal, causa generatriz de los efectos, es nuestro juez y nuestro salvador en las futuras existencias -y la gran lucha por la vida perderá pronto su encarnizarniento. No hay presidios en los países Buddhistas, y el crimen es casi desconocido entre los Buddhistas Tibetanos. 

Las observaciones que preceden no son dirigidas personalmente a Ud. A.P. Sinett y no conciernen al trabajo de la Sociedad Ecléctica de Simla. (La Sociedad Teosófica de Simla, fundada en 1881, era una rama de la Sociedad-Madre). Son solamente una respuesta a la impresión errónea venida al espíritu de M. H. que «la obra hecha en Ceylán» no es de la Teosofía. El mundo, en general, y cristianismo en particular, sometidos durante 2.000 años al dogma de un Dios personal, como los sistemas políticos y sociales basados en esta idea, han hecho un falso camino. 

Los teósofos puede ser que digan: «Nosotros no tenemos nada que ver con eso. Las clases más bajas y las razas inferiores (las de la India por ejemplo, tal como las consideran los ingleses), no pueden concernirnos en nada y deben salir del asunto como puedan». Pero entonces, ¿qué será de nuestras hermosas profesiones de caridad, de filantropía, de reformas, etc.? ¿Son acaso ridículas? Y en ese caso, ¿puede ser bueno nuestro sendero? ¿Nos aplicaremos a enseñar a algunos europeos, vastamente provistos, y que muchos están colmados de bienes por una fortuna ciega, el secreto de las campanillas astrales, de la «cup-growin» (producción de la taza), del teléfono astral, y dejaremos a las masas innumerables de los ignorantes, de los pobres, de los humildes y de los oprimidos, salir del paso como mejor puedan, hoy y en el más allá? ¡JAMAS! Perezca la S.T. con sus infortunados fundadores, antes que permitirle que se vuelva una simple academia de magia, un instituto de ocultismo. Que nosotros, devotos servidores de este espíritu encarnado, de abnegación absoluta, de filantropía, de divina bondad como de todas las más altas virtudes accesibles a este triste mundo; que nosotros, servidores del hombre por excelencia, Gautama Buddha, permitiéndonos a la S.T. representar la personificación del egoísmo, y dar refugio a algunos hombres que no dedican ningún pensamiento a la multitud, he aquí, hermanos míos, una rara idea. Entre algunas observaciones hechas por los europeos sobre el Tíbet y sobre la jerarquía mística de los «Lamas perfectos», hay una que ha sido correctamente hecha y expresada en estos términos: 

«La encarnación del Bodhisattva, Padma Pani o Avalokitesvara las de Isokapa y la de Amitabha, renunciaron al morir a alcanzar el rango de Buddha»; es decir el Summun bonum de la beatitud y de la felicidad individual personal, a fin de renacer y renacer aún «para servir a la humanidad»  (Rhys Davids) En otros términos; a fin de poder quedar sujetos a la miseria, al aprisionamiento de la carne ya todas las tristezas de la existencia siempre que un semejante sacrificio, repetido en el curso de largos y melancólicos siglos, les permita asegurar la salvación y la felicidad venidera de un puñado de hombres escogidos en una sola de las numerosas razas humanas. y somos nosotros, humildes discípulos de esos lamas perfectos, que se supone deber autorizar el abandono por la S. T., de su noble título, Fraternidad Humana, para convertirse en una simple escuela de Psicología. 

NO, no mis buenos hermanos; habéis vivido ya demasiado tiempo en esta ilusión. Sepamos comprendernos mutuamente. Las personas que no se sienten capaces de apreciar suficientemente la magnífica idea para consagrarle sus esfuerzos, que no emprendan una tarea que esté por encima de sus fuerzas. Pero apenas si se encuentra en toda la Sociedad un solo teósofo incapaz de ayudarla de una manera eficaz, rectificando las opiniones erróneas que corren por el mundo, o difundiendo él mismo la idea teosófica. Nosotros hacemos una llamada a los caracteres nobles y desinteresados para asistirnos en la India en esta divina tarea. 

Todo nuestro saber pasado y presente no sería suficiente para recompensarlos. Tales son nuestras miras y nuestras aspiraciones.

Sólo me quedan algunas palabras que agregar. Para decir la verdad, la religión  y la filosofía deben dar la solución a todos los problemas. El deplorable estado de la humanidad, es la prueba innegable, de que ninguna de sus religiones y de sus filosofías, las de las razas civilizadas menos aún que cualquier otra, no han poseído jamás la verdad. Las explicaciones correctas y lógicas concernientes a los problemas de los grandes principios dualistas, justo e injusto, bien o mal, libertad y despotismo, sufrimiento y placer, egoísmo y altruismo, le son tan imposibles de dar hoy como hace 1881 años. Están más alejadas que nunca de la solución. Sin embargo, una solución racional debe existir en alguna parte y si nuestras doctrinas se muestran capaces de darlas, el mundo reconocerá bien pronto en ellas, la verdadera filosofía, la verdadera religión, la verdadera Luz que trae la verdad y nada más que la Verdad. 

El Mahachohan

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