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jueves, 8 de mayo de 2008

EL LOTO BLANCO DE LA RESURRECCIÓN


Desde el Loto Azul de la Resurrección egipcio hasta el Loto Blanco de la Resurrección hindú. Han existido a lo largo del período de historia humana, que es la parte conocida de la evolución de la Humanidad sobre esta Tierra, simbolismos muy ricos fitomórficos en todos los Continentes. Son innumerables las formas religiosas que han tomado estos símbolos.

En el del Loto Blanco se representa el Impulso de Vida, desde la Semilla Primordial caída en tiempos inmemoriales en el Fango de la Tierra Primera, que desde allí, y por recuerdo de ciclos pasados, fertiliza y alza su esperanza verde en forma de tallo más allá del Elemento "Tierra", pasando por las sinuosas corrientes de poderes del Elemento "Agua"; más allá, luego, de los vientos psíquicos del Elemento "Aire" hasta la Verticalidad que reclama el Calor y la Luz del Fuego del Sol. Recién allí, el apretado y fuerte capullo abrirá sus pétalos en plena dación, en una rueda blanca de armonía que pondrá en movimiento todas las cosas. Allí se dará el mensaje de Voluntad, Bien y Belleza que la Naturaleza precisa para consumar el acto de La Coronación. La Promesa se ha Convertido en Acto. La Esencia se ha trasmutado en Presencia Sacralizada.

En su clave psicológica, este desarrollo representa al Hombre que debe vencer las 5 Pruebas: las de los 4 Elementos y la de Sí Mismo, para llegar a la Realización. Una Realización blanca y perfumada que flote por encima de los avatares del mundo, sin abandonarlo egoístamente, sino embelleciéndolo generosamente con el fruto inegoísta de su esfuerzo.

El Loto Blanco no es un elemento estático de orgullo triunfalista, sino que retiene toda su dinámica en la danza mágica de sus pétalos, según sea de día o de noche. Así, el verdadero Idealista, debe aspirar a su propio florecimiento, no por exitismo, sino por Amor a su propia Esencia y a su entorno, que es una de las tantas formas que asume su propia Esencia, que en realidad no es "propia" sino expresión de la Voluntad Divina, que está más allá de toda diferenciación y también más allá de toda indiferenciación. Lo Uno no es diferente ni indiferente. Lo Uno, Es.

De la Recta Meditación sobre estos Elementos Simbólicos se desprende la necesidad de verter en actos nuestros conocimientos. De Florecer. Y de Florecer armónicamente con la Naturaleza y de Permanecer más allá de todas las dificultades. No ignorándolas, sino venciéndolas; pero sin apegarse al triunfo como anteriormente no se ha apegado a la derrota.
La Semilla Germinada ya sabe hacia dónde dirigirse y tiene la seguridad inconmovible de su destino de Cielo y de Sol.  
 
Jorge Angel Livraga Rizzi

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