Hoy tu rostro está triste y surcado de lágrimas. Adivino tu pena en la luz mortecina que te envuelve y no puedo por menos que sentir en el pecho tu dolor hecho mío, tu nostalgia presente por los días de ayer.
¡Oh amadísima Madre! Cuánto ingrato te puebla, cuánto ingrato cobijas, alimentas y velas. Cuánto ingrato amamantas, y después te violentan. Cuántos ciegos te miran, cuántos sordos te escuchan, sin oírte ni ver.
Hace tiempo que callas, que no ríes, ni sueñas. Como si el dolor fuese tanto que te deja sin Ser.
¡Ay Madre mía! Qué te hacen tus hijos, que te pisan, te ensucian, te desprecian y vejan; que borrachos de odio matan y destruyen sin razón, ni por qué, sin más causa y motivo que el orgullo y el odio, bajo máscaras de derechos y ley.
Tú que todo nos diste, tú que todo entregaste del origen al fin; tú que todo tu cuerpo, el amor y la sangre nos diste para hacernos Crecer, sé y comprendo que estés triste, cansada y enferma. Porque toda tu vida nos diste y ¿de ella que fue?
Ah, soñaste tántas grandezas, nos imaginaste tan hermosos, valientes, tan amantes del Bien. Pero ¡oh dolor!, qué espanto vernos como hoy nos ves; egoístas, cobardes, violentos, vanidosos, pedantes, sin Fe.
Miro al cielo y te busco, busco un rayo de luz en tu seno, y te veo poblada de nubes, toda gris, toda gris…
Más tu Amor, el más Grande, el más Puro, volverá a producir el prodigio de la vida y de su resurgir. Y otra vez sonreirás tras las nubes y otra vez el color volverá a llenar tu vestido de flores, a impregnar tu regazo de olores; rosas, lilas, jazmín. Y dirás a mi oído mil cosas, de ésas que sólo tú dices, de ésas que en silencio siempre escuché.
Sonreiré al mirar el lucero en el cielo, al sentir el viento las hojas mecer. Al oír el canto del río al correr, al ver que de nuevo renaces, que de nuevo eres feliz.
Volverán esos tiempos que añoras, volverán a adorarte tus hijos, volverán a ser grandes, volverán a elevarse a los cielos intentando reflejar el azul. Así paso a paso muy dentro, un rayo de luz un día nos permitirá comprender: que somos todos una gran familia, que tienen por Padre al Sol y por Madre Divina a la Naturaleza toda.
Volverá el Amor a la Tierra, a llenarlo todo de Vida, de esa mágica Vida que día a día nos das. Ese Amor será el que impulse la conquista de la Fraternidad, que reinará por fin....
Volverán tus hijos con sus obras a embellecerte y hacerte nuevamente del cielo, el espejo más fiel.
A mi Madre querida la Tierra, cuna, hogar y tumba, que cobijó y cobija en su seno tanto espíritu grande, tanto Hombre de Bien; aún no han “muerto” tus hijos... aún su Amor sigue y seguirá siendo fiel, y mientras uno sólo quede, tú bien sabes amadísima Madre, que la primavera (tú misma) volverá con él. Y el milagro también…. Porque Tú nos enseñaste que Renacer es Vencer.
Mª Dolores Villegas - 1990-Gijón
fragmento LA ODISEA DEL ALMA
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