La palabra mer, "amor", es sinónimo de mer, "Pirámide", y de mer, "canal". Estos juegos de sentidos, en el pensamiento egipcio, son esenciales. Según los Textos de las Pirámides, el amor reedifica la construcción del ser. El amor es realizado por el Faraón que conoce la plenitud; la perfección (nefert) ama al Faraón, el Faraón ama la perfección.
La dignidad del Faraón consiste en una actitud: ama, crea; detesta, no crea. Y precisamente, lo que ama el Faraón es que los dioses construyan su pirámide. Ella es el símbolo más radiante del amor divino y del amor de lo divino, y el canal por el cual circula la energía divina.
Según estos textos, en efecto, el amor pertenece a la esfera de lo divino. El Faraón pone entre los hombres sus Anales, la memoria de sus actos; entre los dioses, el amor que sienten por él. El faraón os ama, oh dioses; ¡ojala podáis vosotros amarle! Los dioses responden al deseo del rey y le mantiene con buena salud, a la vez espiritual y física porque le aman; y es la diosa del tejido, Tait, quien pone el amor del Faraón en el cuerpo de cada dios que le verá.
El Faraón ama la luz divina en su cuerpo
El Faraón ama la luz divina en su corazón
Hace realidad así un amor total, uniendo todos los planos del ser, y es a causa de este amor que Isis viene hacia él y que su hijo Horus le ama en tanto que Osiris, el resucitado.
Se ve así que el amor, de origen divino, no encuentra su irradiación más que si es amor de las fuerzas divinas, más allá de la apariencia. Es verdaderamente un amor transmutatorio, capaz de apaciguar las fuerzas creadoras más temibles y canalizar la energía para que sea creadora de plenitud. Y son el amor, la solidaridad y la dulzura los que confieren al Faraón una soberanía real.
Fragmentos de : Christian Jacq
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