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sábado, 29 de marzo de 2008

DESTINO Y NECESIDAD



“He vencido al Destino y el Destino me obedece”.
Isis

Las siete esferas, como se las llama, tienen como su Regente a la deidad denominada Fortuna o Destino, (La “Fors”, la Fuerza por excelencia) que cambia todas las cosas según la ley del crecimiento natural, obrando con una fijeza que es inmutable, y que, sin embargo, es variada por el movimiento sempiterno.
El Cosmos se mueve dentro de la vida misma de la eternidad, y ésta contenido en esa eternidad de la que surge toda la vida. El cosmos es un ser eternamente viviente. El Cosmos es aquello en lo que se halla contenido el tiempo, y es por el progreso y movimiento del tiempo como es mantenida la vida en el Cosmos. El proceso del tiempo es regulado por un orden fijo; y el tiempo, en su curso ordenado, renueva todas las cosas del Cosmos sucesivamente. Su retorno a sí mismo es determinado por la necesidad. De este modo, el tiempo es eterno en virtud de su recurrencia cíclica, pues la eternidad entra en el tiempo.


El Destino es la fuerza por medio de la cual todos los sucesos son llamados a acontecer, pues todos los sucesos se hallan unidos en una cadena irrompible por los lazos de la necesidad. El Destino, pues, o bien es Dios mismo, o bien es la fuerza que ocupa el siguiente rango después de Dios; es el poder que, en conjunción con la necesidad, ordena todas las cosas del cielo y de la Tierra según la ley de Dios. Destino y Necesidad, por tanto, están vinculados inseparablemente y unidos el uno al otro. El Destino genera los comienzos de las cosas; la Necesidad fuerza los resultados que siguen. Y en el tren de Destino y Necesidad va el orden, esto es, el entretejimiento de los sucesos, y su disposición en sucesión temporal. Nada hay que no esté dispuesto en orden, el Cosmos consiste enteramente en orden. Estos dos, el Destino y la Necesidad (Ananke), están estrechamente vinculados por una cohesión inseparable. Su creador, Heimarmene (Destino), les creó antes que a cualquier otra cosa. De ese modo Necesidad supone también el fin de todas las cosas. A partir de ahí, el Orden, que es su trama y su urdimbre, actúa, y el tiempo queda dispuesto para la perfección de todas las cosas. Por eso, sin la intervención del Orden, queda reducido a la nada.

Este destino al que los griegos llaman Moiras, son las “administradoras de Justicia”, las que equilibran o vengan las transgresiones de las leyes del desarrollo natural. En Egipto, era Sekmet, “La Poderosa”. Castigan a los transgresores de los límites impuestos por la Necesidad. De acuerdo con esta teoría, cada persona y cada cosa tienen designado, un determinado lugar y una determinada función. “Son los arcones, los antiguos Siete Ancianos los que imprimen en el alma el destino”. Todos los cuerpos celestes están sometidos a esa ley (destino o necesidad). Un tipo de ley impersonal situada más allá del Olimpo, castiga el pecado de hybris, (la ofensa a los límites circunscritos y contra el propio destino), y restaura el orden eterno que el transgresor intentaba violar. Desde sus inicios el mundo fue considerado como el reino del Destino y de la Ley. Asimismo, los Estoicos nos hablaban de dos leyes que rigen la existencia: Necesidad y Finalidad. Siendo la finalidad, la que hace necesarios los hechos de nuestra existencia.



Corpus Hermeticum
fragmentos

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