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martes, 11 de marzo de 2008

EINSTEIN; EL LADO MISTICO DEL HOMBRE


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El sentimiento religioso cósmico, como él lo llama, que siente ante la observación de la vida, es la emoción fundamental del arte y la ciencia. La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance, es el Misterio. El que no conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse, está como muerto y tiene los ojos nublados. La certeza de que existe algo que no podemos alcanzar, nuestra percepción de la razón más profunda y la belleza más deslumbradora, a la que nuestras mentes sólo pueden acceder en sus formas más toscas… son esa certeza y esa emoción las que constituyen la auténtica religiosidad. En este sentido y sólo en éste es que soy un hombre profundamente religioso.

Concibe el sentimiento religioso como “la fuerza que mantiene al hombre fiel a sus objetivos superiores, a pesar de los fracasos. La devoción infatigable es lo único que permite al hombre alcanzar sus triunfos mayores”.

“La alegría de mirar y comprender es el don más hermoso de la Naturaleza. El individuo siente la inutilidad de los deseos y los objetivos humanos ante el orden sublime maravilloso que revela la Naturaleza y el mundo de las ideas. La experiencia individual le parece una cárcel y desea experimentar el universo como un Todo único y significativo”

La mecánica cuántica es ciertamente impresionante. Pero una voz interior me dice que no constituye aún la última palabra. La teoría explica muchas cosas, pero realmente no nos acerca más el secreto de “El Viejo”. Yo, en cualquier caso, estoy convencido de que EL no juega a los dados”.

Einstein reconoce que sólo hay unas cuentas personas ilustradas con una mente lúcida y un buen estilo en cada siglo. Y por eso lo que queda de su obra es uno de los tesoros más preciados de la humanidad, que a través de la educación en las enseñanzas debemos poder trasmitir de generación en generación. Sobre todo el tesoro de la tradición.

Uno existe para otras personas, a cuyos destinos estamos ligados por lazos de afinidad. Me recuerdo a mí mismo cien veces al día, que mi vida interior y exterior se apoya en los trabajos de otros hombres, vivos o muertos, y que debo esforzarme para dar en la misma medida en que he recibido y aún sigo recibiendo”.

“Los ideales que han iluminado mi camino y me han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida alegremente, han sido la Belleza, la Bondad y la Verdad. Sin ellos la vida me habría parecido vacía. Los objetivos triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, éxito público, lujo) me han parecido despreciables.

“El valor de un hombre para su comunidad depende, en principio, de la medida en que dirija sus sentimientos, pensamientos y acciones a promover el bien de sus semejantes”.

Está seguro de que sin una cultura ética no hay salvación para la Humanidad.

Nos insta a no olvidar que las cosas maravillosas que aprendemos son obra de muchas generaciones, que se depositan en nuestras manos para que las recibamos, honremos, aumentemos y podamos trasmitir fielmente a nuestros hijos o discípulos.

Einstein decía de sí mismo, que no era más que una de las manos serviciales que se esfuerzan con su trabajo, para que la estatua del Conocimiento no quede oculta por la arena del desierto.

Como científico y buscador de la verdad, llegó a reconocer que la razón no alcanza a explicar todo el orden que la vida hasta en sus más mínimos detalles delata. Reconoce los límites que nuestra mente tiene para comprender ese misterio, pero no tiene reparo en confesar la inmensa admiración que le produce la contemplación de la Naturaleza.




Bibliografía: “Mis ideas y opiniones” Einstein

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