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sábado, 29 de marzo de 2008

RITMOS COSMICOS (EL NACIMIENTO DE LA PRIMAVERA)


Teniendo en cuenta que el año sideral nace cuando entra el Sol en el equinoccio de primavera, o sea, cuando el brazo de la gran cruz que pulsa el Sol se halla en el signo de Aries, las grandes fiestas de exaltación de la pureza, tenían lugar en el mes de marzo, bajo la advocación de Ares, el ardiente dios de la fuerza y el dominio, el que da la tónica del vencimiento sobre uno mismo en cuya casa zodiacal se halla la exaltación del Sol. Los griegos llamaban al mes de marzo, de Elafebolion y las fiestas de precepto se consagraban al dios Dionisos, personificación mística del Sol.

En este momento del nacimiento de la primavera, el lema de identificación con el espíritu solar era de “regeneración” integral. Las prácticas catárticas y la promesa interior confluían en esa transmutación de fuerzas en el individuo mismo, que convierten la pasión en puro y exaltado amor, todo egoísmo en generosidad, toda tristeza o apagamiento en alegría y esplendor, todo decaimiento en vivificación y salud. La fuerza recibida del Sol a través del ritual astrológico y de la magia natural, establecían un eficaz enlace del individuo y del ambiente con el espíritu solar, donador de vida infinita.

Precedía al simple ritual luni-solar unos días de ayuno y purificación física, mental y síquica rigurosa, con abluciones, vahos, meditaciones y ejercicios idóneos. El ritual biológico de purificación era completo en esas fechas cruciales y predisponía al candidato al digno recibo de la ofrenda sideral.

Las leyes que rigen esos cuatro grandes ritmos derivados de la cruz sideral, son inherentes a la misma naturaleza humana aunque su raíz brote de lo universal. La humanidad siempre ha necesitado y necesitará de esos empalmes cíclicos con las fuerzas paternales del universo del que formamos parte.

En el brazo de Aries, en que se honraba el nacimiento de la primavera, era costumbre popular, en esas fechas, cumplir con las purificaciones religiosas, que constituían para todos una gran medida terapéutica, y celebrar luego el nacimiento natural con banquetes de amor. En ellos se coronaban los asistentes, mutuamente, de flores y ardían las hogueras en honor del signo de la exaltación solar. Por su significación sideral, se exaltaba la adolescencia, la inocencia, la pureza, el entusiasmo, o posesión divina. Se organizaban procesiones nocturnas con antorchas encendidas, se danzaban ditirambos, la danza exaltada de la alegría, se cantaban himnos a Ares y al Sol, a los espíritus del fuego, a todas las hadas que hacen crecer las flores.

En tanto el pueblo se regocijaba, fiel a las prescripciones exotéricas de los santuarios, en sus áditos secretos, en sus criptas de iniciación, tenían lugar las ceremonias mágicas. En ellas, se ponían en juego, a través de las prescripciones astrológicas, las fuerzas de los elementos y toda la gama de las vibraciones planetarias y el inmenso potencial luni-solar.


Josefina Maynade (Los Símbolos y el Hiero-Logos)

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