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domingo, 20 de abril de 2008

El Mito del Rey Arturo


Los relatos del Rey Arturo y el Mago Merlín viven en los sueños y aspiraciones del hombre de todos los tiempos y nos descubren unas enseñanzas milenarias revestidas con ropajes de la época en que se escribieron.

Una de las leyendas que más ha atraído al hombre de nuestra civilización occidental es la del rey Arturo. En los últimos ocho siglos se han escrito innumerables versiones y adaptaciones de este «mito». Al leer versiones dispares e incluso contradictorias, nos preguntamos: ¿existió el rey Arturo?; ¿son hechos históricos los que se nos narran o es sólo fantasía?; ¿hay quizá alguna enseñanza oculta en estas leyendas?


Muchos piensan que el ciclo del rey Arturo se compone de curiosas historias con las que los trovadores agradaban a las gentes de esa oscura y triste época. Y, en parte, están en lo cierto, pues muchos de ellos transmitían leyendas cuyo significado simbólico desconocían, añadiendo pasajes de su propia cosecha. Esto debe tenerlo en cuenta el estudioso para no ver extraños simbolismos donde no hay sino ficción.


Es necesario, pues, para la comprensión global de las leyendas de Arturo, considerar tanto el punto de vista literario como el esotérico. También es indudable que estos relatos reflejan la antigua mitología céltica, y que, debido a la época en que fueron escritos, están recubiertos de una «pátina» cristiana, al igual que tantas otras leyendas o mitos de los llamados paganos.

Contamos con testimonios históricos que afirman que existió un jefe bretón en el siglo V llamado Arturo; tampoco debemos despreciar el momento histórico en que se escribieron la mayoría de los relatos, que centraremos en el siglo XII, pues los usos y costumbres, y hasta los personajes de las novelas son reflejo de los de aquel siglo.


Así contamos con seis claves distintas que nos ayudan al estudio de este mito. No contentos con este número, pero sin querer forzar las semejanzas, encontramos una séptima clave. Efectivamente, nuestro estudio quedaría incompleto si olvidamos el tema del Amor, que tanta importancia tomó en esta época. Son característicos de este momento histórico las cortes de amor, la iniciación del caballero a través del amor a la dama, el culto a la Virgen María, «Madre amorosa», etc.


Veamos a continuación una explicación genérica de estas claves.

Primera claveLos relatos del rey Arturo son narraciones históricas de hechos ocurridos en el siglo V.
Mucho se ha estudiado sobre la existencia auténtica de Arturo. Se han encontrado emplazamientos bretones de mediados del siglo V que se han relacionado con algunos de los lugares que aparecen en las novelas: Camelot, Glastonbury, Avalon...
Arturo sería un caudillo bretón que lucha contra los invasores sajones junto a un tropel de jinetes -los Caballeros de la Tabla Redonda- y que muere al enfrentarse a Medraut o Mordred.
De todas formas, son muy oscuras las fuentes históricas de que disponemos, y las semejanzas de que nos hablan los estudiosos de esta clave se adaptan con dificultad a la realidad.
Creo que no es lo más importante para nosotros dilucidar si existieron un Arturo o un Quijote de carne y hueso. Es más importante el arquetipo que encarnan. Sin embargo, para que no nos digan que no tenemos los pies en la tierra y que hablamos de «fábulas», tomamos en cuenta este primer punto de vista.


Segunda claveLas novelas del rey Arturo describen personajes y situaciones adaptados, a veces idealísticamente, de otros personajes o situaciones del siglo XII.
En el siglo XI hay una importante transmisión oral de las leyendas de Arturo, y es en el siglo XII cuando se escriben los más importantes relatos de Geoffrey de Monmouth, de Chrètien de Troyes, de Gottfried von Strassburg, de Robert de Boron, etc. Posteriormente tenemos las novelas de Wolfram von Eschenbach o de Thomas Malory, siendo la primera una recreación histórica y la segunda una recopilación muy tardía (1460).
Estos autores escriben bajo el amparo de nobles o de reyes, y para complacerlos, reflejan a los protagonistas de las novelas como a sus protectores. De esta manera se convierten en héroes que perduran a lo largo de los siglos. La corte de Arturo es la de los reyes de la dinastía Plantagenet y sus dominios son prácticamente los del llamado Imperio Angevino. Sus rivales en el trono francés, los Capetos, representan los vicios más denostados. La búsqueda del Grial, o de lo Trascendente, es un reflejo de la conquista de los Santos Lugares.


Tercera ClaveLos relatos del ciclo de Arturo sirvieron para inculcar unas determinadas ideas sobre el ordenamiento de la sociedad medieval, o para crear una agradable ficción, una válvula de escape de la cruda realidad.
Esta clave no se puede concretar en ejemplos determinados con todos los personajes, sino sólo de forma global. Aún así, no podemos negar que Arturo se constituyó en un monarca ejemplar y absoluto, digno de imitación por los soberanos occidentales. Ginebra representaba la soberanía femenina, recuerdo de las sociedades matriarcales que Leonor, reina de Inglaterra, quiso reinstaurar. Las profecías de Merlín, los Caballeros de La Tabla Redonda, los Templeisen, son otros tantos símbolos del dominio en Europa de los Plantagenet, de la sociedad caballeresca o de los Templarios, respectivamente.


Cuarta claveLos relatos del rey Arturo son adaptaciones de antiguas leyendas y mitos célticos.
Los principales personajes de las novelas son dioses mitológicos celtas: héroes que retornarán, druidas, hadas, calderos, espadas o lanzas mágicas... También algunas costumbres son de origen celta o germano, como clavar las cabezas cortadas de los enemigos en lanzas, desafíos para recibir un golpe de hacha en el cuello, etc.
La dimensión heroica del caudillo celta fue otorgada por influencia germana o escandinava: Arturo se retira al Walhalla, llamado Avalon, a donde es llevado por tres jóvenes reinas que nos recuerdan las Walkirias. El fin del reinado de Arturo es de las mismas características que el Ocaso de los Dioses.


Quinta claveLos relatos del ciclo artúrico, de origen pagano, fueron cristianizados por clérigos de la época para educar, tanto al pueblo como a los nobles.
Para encauzar las creencias ajenas al cristianismo, la Iglesia transformó éstas para no oponerse a las tradiciones populares. Los dioses celtas, romanos o de cualquier otra cultura se convirtieron en santos cristianos, los druidas en sacerdotes, los guerreros en caballeros cruzados -militia Christi-, y el caldero mágico en el Santo Grial, cáliz de la Última Cena.


Sexta clave
Los relatos del rey Arturo nos descubren unas enseñanzas milenarias revestidas con ropajes de la época en que se escribieron.

Este hecho se ha repetido innumerables veces a lo largo de la Historia: cuando una forma tradicional está a punto de extinguirse, se «populariza» de forma que se pueda asegurar la permanencia, a pesar de la incomprensión por parte del vulgo de los símbolos que transmiten. Los carnavales, las fiestas en general, los juegos y canciones infantiles, son otros ejemplos de esta transmisión.
¿Acaso no pensamos que Arturo fue algo más que un rey mortal, o que Excalibur fue más que un trozo de acero? Arturo representa al Rey o Gobernador del Mundo, del Bien, de la Justicia y su espada que ante nada cede y que atraviesa todo lo material es su mejor arma: la Voluntad.
Lo que nos aporta más luz sobre esta clave es el estudio comparativo de leyendas semejantes en otras culturas y en otras religiones. Así entendemos la venida de Arturo como la encarnación de Krishna, que se manifiesta a los hombres cuando es más necesario. O entendemos el Grial como el vaso que representa el corazón humano en los jeroglíficos egipcios, y que es necesario colmar de sangre o espíritu divino.


Séptima clave
Los relatos del rey Arturo están impregnados de un simbolismo y un lenguaje tomados de ciertos rituales amorosos o eróticos.

En esta época surgieron las cortes de amor, la sublimación del amor, sociedades esotéricas como los Fieles de Amor. Los autores que antes mencionamos no son ajenos a este tema. Trovadores y cátaros son otros ejemplos de aquella época, inmersos en la estilización o en la sublimación del amor. La Dama es entonces la personificación del Alma que el discípulo o enamorado debe conquistar para lograr su iniciación. Este amor del que hablamos tiene más relación con lo que conocemos como amor platónico o con el amor de Ovidio, que con el amor carnal o incluso con el simple matrimonio.


Francisco Duque Videla Extraído de: http://elbuscador.tresuvesdobles.com/?q=

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